Arturo Pérez-Reverte tiene el talento y la habilidad, en realidad un arte narrativo en toda regla, de hacer entrar a los lectores prácticamente en la época que se le antoje, trátese de la España del Siglo de Oro (la saga de El capitán Alatriste), la Europa de la Segunda Guerra Mundial (El italiano), el Buenos Aires de los años 20 (El tango de la vieja guardia) o el México de comienzos del siglo XX, los años de la Revolución, donde precisamente ambienta su nueva novela, titulada Revolución, una fascinante historia protagonizada por el ingeniero de minas español Martín Garret, quien se ve involuntariamente involucrado en algunos de los sucesos clave de la revuelta, que el escritor recrea con indiscutible maestría.
El relato de Revolución, cargado de acción, inteligencia y una profusa y exhaustiva documentación, como acostumbra el autor, describe en detalle los escenarios, ambientes, costumbres, formas y giros del habla del tiempo histórico en el que habitan los personajes y a donde traslada al lector, que se ve sumergido de manera casi hipnótica en los hechos narrados, desde la toma de Ciudad Juárez, una de las primeras grandes victorias revolucionarias, hasta la batalla de Celaya, donde las tropas carrancistas y de Obregón doblegaron a los villistas, pasando por la batalla de Zacatecas y la célebre entrada de la División del Norte y el ejército zapatista en la Ciudad de México.
Otra de las cualidades de Pérez-Reverte como narrador y que en esta novela resplandece sin lugar a dudas es lograr que sus personajes principales cobren una dimensión casi mítica a ojos del lector, que enseguida identifica su dimensión humana, forjada a base de sinceridad, valentía, lealtad, amor, miedo, contradicciones y dudas, características que sirven al escritor de baremo para afincar los rasgos del elenco que los acompaña, en este caso soldados humildes, militares de todo rango, burgueses y empresarios, y un trébol singular de mujeres en los que se recoge la ternura, el deseo, la belleza y la fortaleza del carácter cuando se vive en un mundo de hombres.
Pérez Reverte maneja los diálogos con maestría y cada giro, como es el caso de Revolución, donde está muy bien empleado el lenguaje coloquial mexicano, acompaña perfectamente la psicología de sus personajes y la refuerza, la hace palpable. Martín Garret, el héroe de esta nueva historia de Pérez-Reverte, se ensucia las manos y vive la gran gesta mexicana del siglo XX, sus contradicciones, los momentos críticos de la contienda, las traiciones, los balazos, los desfallecimientos, las muertes y las penurias, así como el amor y el desengaño, para convertirse en un hombre distinto y pasar de ser un testigo de los rudos acontecimientos, de ser solo un hombre que mira, a alguien que «busca que lo truenen» intentando «comprender las cosas», sumiéndose en la guerra, deambulando por el entramado de una extraña geometría donde la sangre, la carne herida y el ser humano son, como escribe el autor, solo factores secundarios, hasta que va asumiendo de forma cada vez más serena cuánto horror, incertidumbre y dolor encierra la natural combinación mexicana de la vida y de la muerte, como un aprendiz de ajedrez que, a sus veintiséis años, observa el desarrollo de una partida implacable y va comprendiendo con dolor y resignación las reglas del juego, hasta acabar convirtiéndose en «un hombre de güena ley», un «gallo jugado, tan valiente como el primero que se comió un zapote prieto».
Revolución cuenta con una puñado de personajes secundarios que más bien ejercen de coprotagonistas en esta novela, como Diana Palmer, reportera gringa del New York Evening Journal, la North American Review y Life, quien sigue los acontecimientos con entereza, curiosidad y frialdad, como un notario que deja testimonio de cuanto se ha dicho y hecho; Maclovia Ángeles, una adelita fiel, atenta, ruda y callada que comprende su destino al lado de los soldados que se juegan la vida cada día; y Yunuen Laredo, la mestiza de rasgos indios y ojos azul cuarzo, una burguesa cuya vida está marcada por los compromisos de la sociedad a la que pertenece y que atrapa los pensamientos más íntimos de Garret. Junto a ellos, los hombres que se rifan la vida en la contienda: del generalísimo Pancho Villa, a quien Pérez-Reverte da vida devolviéndole su personalidad valiente, decidida, honrada e idealista; Genovevo Garza, lugarteniente del Centauro del Norte, quien se convertirá en el compañero de fatigas y compadre de Garret hasta la muerte, y los auténticos secundarios de lujo que se tornan humanos, demasiado humanos, como Francisco I. Madero y su hermano Raúl; Tom Logan, mercenario gringo de origen irlandés que se hundirá con la revolución por su amor a México; Jacinto Córdova, un federal rival en amores que acabará admirando el sentido del honor de Garret y su sincera manera de ver y estar en el mundo; y el indio Sarmiento, un soldado de Villa que se revelará ladino y traicionero, en una lucha en la que todos estaban resueltos a matar y morir con sencillez, pagando el precio del riesgo y la pelea en una revolución que se había disuelto casi desde el comienzo en traiciones y mentiras, y donde los ricos volvieron a ser los de antes y los pobres, también, porque como decía Pancho Villa, «los puercos de antes no pierden el olor, son los puercos de siempre».
No obstante, un halo casi mágico lo envuelve todo en esta novela de Pérez-Reverte. Lo afirma su personaje principal: «Me he enamorado de esta revolución y su gente», gente cruel y tierna, como define Garret a los mexicanos; y México, señala, es «un país singular. Un lugar violento y raro» al cual el autor describe con frases cortas, precisas, que retratan al país, un país «siempre enfermo de sí mismo», «un perpetuo sobresalto», la absoluta «geometría del caos».
¿Demasiada injusticia y hambre acumulada, demasiada desesperación? Esos parecen ser los motivos que empujan a todos a hacer las revoluciones. Sin embargo, las tragedias heroicas, nos dice Pérez-Reverte en esta magnífica novela, suelen acabar en vodeviles grotescos, beneficiando a los de siempre. Y a pesar de todo, nadie puede negar que la palabra es bonita: revolución. Una de las más hermosas del mundo.
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Autor: Arturo Pérez-Reverte. Título: Revolución. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros.
Sí, revolución es una palabra preciosa. Igual que lo son guillotina, checa, terror, gulag, ejecuciones en masa, tribunales populares, destrucción, devastación, etc. Ahora en serio. A ver si os enteráis de que Villa fue financiado por los yanquis (que ocuparon Veracruz, el puerto de México) para rebelarse contra Huerta, porque el segundo presidente indio (siempre representado como un villano por Hollywood) cometió el pecado imperdonable de abrir la explotación del petróleo mexicano a los europeos. Es más de lo que podía tolerar el gringo.
Excelente semblanza de Rubio Rosell