Este libro es inhumano, pues carece del humano defecto de la vanidad. Es el fiel retrato de un cerebro desnudo, una declaración de intenciones, que se resumen en decir la verdad, su verdad; o acaso aquellas nuestras, que callamos.
Sus notas: ideas desordenadas, sueltas, apuntes de un pensador que va por la calle y al escuchar una conversación que le atrae, ya sea por inteligente o por ser de una estolidez pasmosa, saca su cuaderno y las anota o comenta con mordaz ironía.
Nada en este libro puede tomarse al pie de la letra, ya que no es un libro de ficciones ni de confesiones ni de exposiciones de conocimientos: son simples notas como sentencias, cosas que tuvo ganas de decir y que dice como si estuviera hablando consigo mismo. El libro es, por un lado, de apabullante modestia; por otro, un ejercicio de egotismo.
Con la misma naturalidad aparecen referencias musicales, ¡cómo no!, y el lector, si no conoce a los artistas nombrados, teclea emocionado en el buscador nombres o títulos, se emboba escuchando, saboreando; si los conoce, no perderá la oportunidad de volver a ellos, revivirlos, pero ya desde la orilla de este libro.
García es, en realidad, un investigador de la vanguardia histórica (del Ultraísmo, por ejemplo) con unos cuarenta libros en su haber: todos ellos serios, prolijos. Sin embargo, aquí se suelta, es una persona, y no un adusto investigador. Pero mira todo y lo analiza: apenas hay cosa que se le escape, porque su naturaleza es usar la inteligencia para alimentar su inteligencia.
En varios renglones se asiste a la ejecución del lector o, cuando menos, de su pensamiento. Digo esto porque, verdaderamente, quien se adentre en los lagos pantanosos de este libro morirá. Será otro, a partir de entonces, el que ocupe su cuerpo. Otro, con muchas sentencias aprendidas de memoria. Escojo una al azar: “No comprendo por qué algunos invierten empeño y dinero en no conocer los países exóticos que visitan por pocos días, cuando podrían desconocerlos más económica y cómodamente desde su casa. Imagino que lo hacen para sentirse superiores a los «simpáticos y serviciales» autóctonos que los atienden, y destruir de paso el medio ambiente (no importa lo que digan, sino lo que hacen)”. “Sprachlos”, se dice en alemán, cuando uno se queda sin palabras.
García no es egoísta: comparte los títulos leídos, devorados quizás: “Mi tradición filosófica: algunos presocráticos (Heráclito, los atomistas), Aristóteles (no Platón), el estoicismo, ningún «padre de la Iglesia» y ningún santo, Descartes, un poco de Spinoza, mucho de Voltaire y más de Kant, Marx, Nietzsche, una pizca de Russell, mucho de Sartre y algo de Habermas. Con esa base, desafío a cualquiera a ser como yo”. ¡Iluso! El mundo está lleno de criaturas que han leído esos libros y no han aprendido a pensar, aunque quizás hayan tenido recursos, buenas intenciones, incluso talento… Y ya que hablamos de eso: “Talento puede tener cualquiera; lo difícil es saber usarlo”… Sprachlos!
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Autor: Carlos García. Título: Apuntes 2020-2021. Editorial: Albert editor. Venta: Librería Iberoamericana.
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