Virus, zombies, extraterrestres… Recibida en loor de multitudes como el primer e indiscutible éxito cinematográfico tras la pandemia, Un lugar tranquilo 2 (estrenada exclusivamente en salas) demuestra la pujanza del relato post-apocalíptico en el Hollywood actual. Da igual el motivo, reducido de nuevo a mero Macguffin: desposeer a los protagonistas de hogar o propiedades y reducir su objetivo a la pura y dura supervivencia parece algo casi connatural a nuestros tiempos de crisis, de cuestionamiento de nuestra propia responsabilidad como seres humanos, y uno diría incluso al propio pacto del relato dirigido a un espectador capaz de distinguir el bosque tras los árboles.
La película retoma la historia de los Abbott supervivientes justo allí donde la dejamos en la primera película. Obligados a huir de las criaturas que lo oyen todo, la familia huye de su silo hacia otro refugio subterráneo, donde se encontrarán de bruces con Emmett (Cillian Murphy), un viejo conocido del que solo más tarde decidiremos si es antagonista o aliado, una nueva figura paterna o bien un traidor en busca de recursos.
Krasinski narra la película con una economía narrativa ejemplar. En tiempos de descompresión narrativa por la pujanza de las series televisivas, todo en Un lugar tranquilo 2 es absolutamente preciso, económico, específico. Que Krasinski no abunde en diálogos interminables (no puede) o subtramas innecesarias (los supervivientes de la isla, o los atacantes en el puerto, sin ir más lejos) no significa que la película, esencialmente un relato de acción y terror dramático, no abunde en detalles. Las escenas de acción resultan un prodigio de planificación y el filme ofrece el suficiente espectáculo en menos de 90 minutos como para plantearse qué es una serie B cuando ésta cae en buenas manos.
Además, el preludio en el que se relata el primer momento de la invasión, y que por tanto podría calificarse de flashback, sirve para anunciar la presencia de personajes que se incorporarán más tarde y por tanto de ampliación a un mundo capaz de expandirse en spin-offs y más secuelas (el primero de ellos llegará de la mano de Jeff Nichols, el responsable de Take Shelter). Dicho de otro modo, Krasinski ha logrado evitar la repetición de lo logrado en pos de enriquecer la idea original, poniendo pieza a pieza los mimbres de una épica de terror totalmente inesperada.
Todo queda de nuevo subordinado a las imágenes, pero sobre todo a la extraordinaria labor de montaje encadenado de la película, que se construye en gran parte como un tour de force consigo misma buscando el crescendo continuo en distintas acciones paralelas. En Un lugar tranquilo 2 sucede poco, pero todo resulta intenso. Y efectivamente, la ausencia de sonido en sus secuencias clave refuerza otros aspectos cinematográficos, por no decir el suspense y el impacto de los sustos. La cámara sigue a sus protagonistas y construye sencillos pero gráficos significados que ahondan en la psicología de los personajes y, en esta película en particular, derivan en una épica con aroma a cierta reconstrucción colectiva y personal, no tanto a elegía familiar tradicional como en la anterior. Aunque lo verdaderamente importante es que dotan de emoción a una película que, al final, convierte lo sucinto de su sinopsis en un elemento totalmente dúctil.
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