Sin cantinelas, con una prodigiosa contención narrativa digna de serie B, técnica de espectáculo pirotécnico de clase A y una noción de la familia y el sacrificio alejada de cualquier comentario irónico, Un lugar tranquilo (2017) se apuntó un tanto dentro del cine de terror y ciencia ficción americano de los últimos años. La jugada más o menos se repitió con la segunda parte, que reprodujo las cifras de taquilla de la anterior pese al contexto pandémico, confirmando a su director y protagonista John Krasinski como un talento a considerar delante y detrás de las cámaras. Y ahora su primera precuela o spin-off, Un lugar tranquilo. Día 1 se aleja por primera vez de la familia Abbott para contemplar a dos nuevos personajes, Sam (Lupita Nyong’o) y Eric (Joseph Quinn), que, en un nuevo contexto urbano y de manera nada inesperada —y con permiso de Frodo, el gato llamado a sustituir a los cánidos en la cultura popular del blockbuster americano— se convierten en el gran e inolvidable arma de la (formidable) nueva película.
El nuevo director Michael Sarnoski, que en realidad ya había rematado esta misma jugada emocional en Pig —cuya premisa, con Nicolas Cage a la caza de quienes raptaron a su cerdo, carecía también de toda guasa— incrementa la apuesta espectacular con escenas donde, ahora ya sí, la saga se interna en territorio La Guerra de los Mundos. Pero pocas películas con ánimo de hacer taquilla pueden presumir de orbitar en torno a una enferma terminal de cáncer y un hombre trivial profundamente aterrado. Nyong’o y esa absoluta revelación que es Joseph Quinn crean los dos héroes más desamparados y vulnerables vistos en una película de Hollywood reciente y la actuación de ambos dota de tensión física a las escenas de terror y potencial emotivo a las dramáticas.
Por lo demás, todo sigue igual. Pese a la mayor dosis de espectáculo pirotécnico el film sigue caracterizándose por una economía imposible de encontrar en tiempos de series televisivas y taquillazos épicos que compensa la pérdida de frescura de la idea. Los monstruos que lo escuchan todo y persiguen el ruido son una mera imagen para representar la Muerte, la noción abstracta de ese Final obligado al que uno ha de enfrentarse con una actitud definida por nosotros mismos o la pura fatalidad, y ese concepto perdura. Día Uno, blockbuster de apenas hora y media, apenas añade un detalle trascendental al lore de la saga, que aquí no revelaremos, y que en todo caso no tiene derivada alguna salvo seguir explotando esas escenas de persecución que recuerdan a la memorable persecución de los velocirraptores de Jurassic Park.
Sarnoski lo hace bien también en los detalles. El entrañable gato, guiño inolvidable para los nuevos dueños de internet y nosotros, sus esclavos, es una herramienta narrativa para mostrar al espectador aquello que los personajes no deberían o podrían ver. Y si las dos películas películas de Krasinski versaban sobre el duelo y la comunicación, Un Lugar Tranquilo. Día 1 es la persecución de un recuerdo y su representación en un espacio, ese lugar tranquilo que finalmente configura nuestra memoria. El final es extraordinario y da todo el sentido del mundo al título de una franquicia que sabe explotar el folletín respetando al público, y sin abandonar su modestia original.
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