A mí me brota la ironía por cada poro. Tengo una que es sorna pura y que de común genera en quien la escucha lo menos una sonrisa, lo más una carcajada retumbona. La cosa es que hago la coña con la esperanza de que alguna de las damas suelte al oírla un “pero Pery, hombre, si no es verdad, estás cañón”. Pero no pasa, nunca, jamás de los jamases. Cruelísimas sin quererlo, acabo por perdonarlas y colectivizo la sonrisa del perdedor, máscara de mis adentros más perversos (mal rayo os parta, brujas del averno).
Total, desde ese día en Palma de Mallorca ya tengo confirmado que por no tener no tengo ni jeta de bueno. Lo de ser honrado en mi caso no tiene mérito, es sólo control de riesgos, porque acabaría en el trullo antes siquiera de pensar en atracar la relojería donde luce el Panerai de mis desvelos.
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