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Un paseo por la Historia

Un paseo por la Historia

Creo no equivocarme al afirmar que la Historia nos brinda un camino, firmado con la tinta de la gloria y las lágrimas de un lamento. Un sendero por donde hemos transitado mediante riesgo, unas veces medido y otras no tanto; de valentía, en ocasiones forzada y a veces temeraria; e incluso lo hicimos entre brumosas dudas.

Las huellas son nuestro pasado, y sus pisadas las vivencias de quienes nos precedieron. Momentos reales, aunque a veces tergiversados por intereses o por desconocimiento. Bien sea una cosa u otra, aprender de la Historia evita repetirla… aunque quizá dicha sentencia no sea del todo válida para el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Por fortuna, el afán de conocimiento nos guía hasta el faro que alumbra un libro, y digo alumbra en el doble sentido de la palabra, el del nacimiento y el aprendizaje.

Dicho motivo une a treinta y cinco autores, pertenecientes a la Asociación de Escritores con la Historia, a relatar lo acontecido en Historias de la Historia y otros cuentos. Una obra que, al poner negro sobre blanco, ilumina sombras y descubre más luces.

El resultado lo ha recogido en orden cronológico la editorial Almuzara, quien junto a los escritores ha realizado una labor soberbia. En esta reseña se encontrará una referencia de cada escritor con su relato, aunque agrupados de forma diferente a la recogida en el libro.

Como ya sabemos, un cuento en ocasiones es inventado, otras manipulado y siempre narrado. Así pues, y porque no podía ser de otro modo, iniciamos camino allí donde se contaron las primeras historias, es decir, alrededor de un fuego prehistórico. La muerte del fuego, de Antonio Pérez Henares, abre páginas e invita a caminar o a seguir escuchando historias. La antología continúa entre los descendientes del diluvio: De cómo Tubal, nieto de Noé, pobló Asturias, de Matilde García Mauriño. Después el sol secó las tierras y la noche trajo la Maldita Luna, de José Zoilo, para ofrecernos la visión de un viejo campesino en una gran ciudad del 2000 a.C.

Hablando de ancianos o, lo que viene a ser lo mismo, de sabiduría y experiencia, tenemos los relatos de Santiago Castellanos, con Abuelo, ¿de dónde vienen esos barcos?, y Ramón Villa García, con El arca de las santas reliquias de Spania. Cabe destacar que Ramón, caminante entre libros, aunque siempre como mero observador, inicia su propia andadura tomando la pluma del escritor.

Cuentos donde también anidan los recuerdos. En Mi nieto, el príncipe Miguel, de Domingo Buesa Conde, el señor y el secretario confiesan los golpes de una vida, desde la perspectiva que a cada uno le ofrece su posición. En el relato de Jorge Molist unos ojos clavados en el azul mediterráneo nos hablan de que Jamás serás libre, si no te temen.

Pero no solo fueron protagonistas quienes las vivieron, sino quienes las difundieron. Un mundo donde encontramos juglares, como el de Isabel Abenia en El cantar de Carlomagno. Monjes bibliotecarios como Fray Toribio y un rey destronado en el monasterio de Sahagún con El juramento, de Marcos López Herrador.

No obstante, no debemos olvidar que los recuerdos viven entre quienes sobrevivieron porque otros, los guerreros, perecieron, vencieron y conquistaron. En este punto encontramos a Obdulio López con Honras fúnebres militares, donde las gestas de Asdrúbal y Aníbal son los protagonistas. En El collar, de Fernando Martínez Laínez, descubrimos a los tercios españoles en el Amberes de 1585, fieles a la consigna de rozar el cielo con sus picas. Otro relato de valientes guerreros es el de Jesús Maeso de la Torre, con La guerra de Rodrigo Centellas, un muchacho en la Guerra de la Independencia.

Dentro de este tema, Yeyo Balbás trae Jesús y adentro. Vientos, epopeyas y velas de barcos con batallas durante los años de los Reyes Católicos. Mucho más adelante en el tiempo, el relato de David Gómez Domínguez con el desastre de Annual en Bigotes. Aguerridos soldados todos ellos, al igual que el muchacho con la escasa fortuna de cumplir el servicio militar en ultramar de Los deseos de Jerónimo Blanco, de José Manuel Sala.

Valientes ellos y valientes ellas, pues las mujeres juegan un papel importante en la antología. Así, encontramos a Francesca, una prisionera en tiempos del papa Inocencio, bordando Un extraño tapiz cátaro de Isabel San Sebastián. Otra mujer guerrera es la que reconocemos en Olor a pólvora, de María Pilar Queralt del Hierro, con los últimos días de Agustina de Aragón. Y mujeres enamoradas de un amor complicado, como la de María Nieves Michavila en Siempre seré tu Marie.

Por supuesto, también tienen su papel las reinas. María Tudor llega de la mano de María Vila en El legado de una reina. La autora, además, es un pilar fundamental de esta antología, pues es de ley reconocer su gran labor en la elaboración de este volumen para hacer llegar al lector Historias de la Historia.

No echaremos de menos a la gran Isabel la Católica, que a veces con el rey Fernando y otras sin él la podemos ver en distintas etapas de su vida. Por ejemplo, durante un embarazo en La canción de la reina Isabel, un relato de Eva Díaz Pérez. Isabel I de Castilla fue una mujer que nació, parió, conquistó y murió junto a su esposo, como nos relata José Calvo Poyato con Una muerte regia, en la que pudo ser la última conversación entre ellos.

Reyes que pasaron a la Historia, sobre todo por el Nuevo Mundo, un lugar del que algunos regresaron, como sucede en La dama del Perú, de Rafaela Cano, con el apresamiento de Francisco Pizarro en el puerto de Sevilla. Aunque hubo quien marchó para nunca volver. Es el caso de Catalina de Bustamante, la primera maestra de niñas indígenas en México, historia narrada en Pan y letras, de Olga Luján. Igual sucede con Catalina e Isabel, pobladoras del estrecho, un relato lleno de lírica firmado por Daniel Arveras.

Hubo quienes hicieron historia por sí solos y quienes contribuyeron a cambiarla. Este es el caso de los relatos relacionados con las revueltas. En la noche cordobesa del 23 de diciembre de 1235 tenemos Álvar Colodro y la conquista de Córdoba, de Luis de Carlos Bertrán y Luis de Carlos Sebastián.  A continuación, Begoña Pro-Uriarte nos habla del asedio de Navarra por los aragoneses en Yo, deservidor. Por otro lado, con El conflicto de las Carolinas, de Juan Eslava Galán, nos adentramos allende los mares.

Motines históricos son el de Esquilache y el de Aranjuez en Las capas del rey, de Santiago Mazarro, y El bocadillo del tío Pedro, de José Luis Gil Soto, respectivamente.

Pero no solo de letras vive el hombre, sino también de arte en general. A nivel pictórico está presente desde la portada, obra de Augusto Ferrer-Dalmau. Continúa con el relato de Begoña Valero en La pintora de la Corte, autora que nos relata la difícil tarea de retratar a un príncipe como Carlos, hijo de Felipe II. Otro pintor célebre, esta vez ya anciano, es el de Alicia Vallina en El viejo lobo de mar.

La poesía figura con Las pasiones de Gustavo Adolfo Bécquer, de Almudena de Arteaga, y a su vez llega con los Versos en el bolsillo, de María Reig, autora que relata los inicios de un grande que primero quiso ser periodista.

No podía faltar la música, vibrando a través de las letras de Gonzalo Giner en El Maestro de Pájaros.

Guerras, arte, ciudades, hombres y mujeres cierran sus historias mediante la arqueología En busca de los Tartessos, de Manuel Pimentel.

En definitiva, los autores de Historias de la Historia y otros cuentos pretendemos que un camino nacido desde el principio de la incertidumbre no termine con un final imperfecto.

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Autores: VV.AA. Título: Historias de la Historia y otros cuentos. Editorial: Almuzara. Venta: Todostuslibros.

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