El adjetivo más apropiado para calificar la literatura de Luis Landero es cervantina. Cuando publicó Juegos de la edad tardía, su primera novela, en 1989, creó un personaje singular, Gregorio Olías, que es un escribiente anónimo en una empresa distribuidora de cajas de aceitunas y botellas de vino, que recurre a la fantasía literaria como forma de redimirse de la realidad mediocre en la que vive. Ese contraste entre los sueños y la vida de los protagonistas volvió a tratarlo en su segunda novela, Caballeros de fortuna, en la que también unos personajes vulgares tejen una maraña de sueños para salvarse de la atonía cotidiana. Desde entonces Landero ha reiterado ese esquema de la contradicción que viven los personajes entre sus imaginaciones y la realidad mostrenca: Matías Moro, en El mágico aprendiz; Emilio, en El guitarrista; Lino y las gentes excéntricas y quijotescas que le rodean, en Absolución; el fabulador Tomás Montejo y el fracasado Dámaso, de Hoy, Júpiter; Hugo Bayo, el joven que aprende que la vida está entretejida de ilusiones y de sueños rotos, en La vida negociable…
El protagonista de esta novela, Marcial Pérez Armel continúa la saga de esos personajes emblemáticos de Landero. Trabaja en una empresa de productos cárnicos, en un matadero; tiene escasa formación y una cultura superficial basada en curiosidades de internet. Él mismo es quien cuenta su vida en este libro, que, de forma complaciente, califica como un ensayo sobre sí mismo. En realidad es el cuaderno que escribe por sugerencia del doctor Gómez, para entender y justificar el caos que provocó en la casa de la mujer a la que ama, tal y como lo revela en las páginas finales.
Una historia ridícula está compuesta por 48 breves capítulos, que él califica como “disertaciones filosóficas”. Y ciertamente el texto tiene un carácter más expositivo que narrativo, porque las anécdotas que cuenta Marcial las emplea para refrendar los análisis de su comportamiento. “En mi discurso importa más la filosofía que la acción”, escribe. Sus especulaciones tratan sobre temas diversos: las ofensas, el odio, el rencor, el orgullo, la envidia, el desengaño… y el amor. Porque Marcial cuenta aquí esencialmente su historia de amor con Pepita desde que la vio y “sintió algo nunca vivido antes”: el vértigo del enamoramiento súbito, “sublime, bárbaro, doliente, absoluto y despótico”, fuera del cual “todo es acabamiento, espanto, ruina y desolación”, escribe con una incontenida retórica romántica. Ese amor es el que provoca su extraña actitud en el desenlace de la novela, cuya justificación es el motivo por el que escribe este libro.
Landero ha creado en Una historia ridícula un tipo literario peculiar, como hizo en las obras citadas antes. Marcial es orgulloso y manifiesta una confianza absoluta en sí mismo. Es un hombre concienzudo, empeñado en conquistar el amor de Pepita, a quien conoció casualmente en una feria de productos extremeños. Un ingenuo. Un engreído. Dice: “uno de los mayores logros de mi vida ha sido aprender a despreciar a los demás”. Marcial es un peligro. Sintetiza su comportamiento en esta fórmula: O + C = T, donde O es orgullo, C es cobardía y T, temeridad. Es peligroso porque el mundo que lleva en su cabeza no es el mundo real. La psicología moderna ha puesto nombre de patologías a lo que tradicionalmente se solventaba como una rareza. En este sentido, Marcial es también cervantino en su locura, con un modo de ser que le hace no encajar en el mundo.
Landero cultiva en esta novela la parodia. Como Marcial se siente un hombre cultivado, el autor le dota de un estilo barroco en las paradojas, en las contradicciones, antítesis, enumeraciones, epítetos y en el léxico que utiliza. Incluso, en la manera de plantear la narración, “porque en lo diverso está lo ameno”, reflexiona Marcial como si hablara por boca de Lope o de Cervantes.
Landero también emplea en esta novela la ironía, la caricatura, el humor y la sátira. Las divagaciones del narrador conducen a una apoteosis final, construida entre la astracanada y la escéptica sentencia cervantina de nada es lo que parece. En ese final explica el autor por qué se adapta esta novela a la época que vivimos: “porque así es la vida en estos tiempos, intrascendente y caprichosa…, y porque ya no hay historias que narren grandes hechos, altos afanes, hechos maravillosos, y de todo el pasado esplendor lo único que queda es eso, los desperdicios, y el poso amargo de un sueño, y poco más” (pág. 281).
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Autor: Luis Landero. Título: Una historia ridícula. Editorial: Tusquets. 2022. Páginas: 282 páginas. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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