Va una perogrullada: lo peor que le puede suceder a un entrevistador es que su entrevistado le deje plantado. Proponer en tu medio una entrevista a Fulano, que tu medio acepte, que Fulano acepte, te dé hora y lugar y que, instantes antes del encuentro, te venga con que la noche anterior fue abducido por extraterrestres, sometido a una colonoscopia jupiterina y que, por ello, se queda en casa maridando Hemoal y Netflix. Tu jeta de imbécil se dilata cuando constatas que Fulano te ha mentido. Que, al rato de dejarte tirado, confirma su asistencia en no sé cuál podcast de éxito o aparece aquí o allá, fulgente y pomposo, rodeado de feligreses. Ojo: cada uno es libre de putear a quien quiera y como quiera, nihil obstat. De casa se viene llorado: sé cuándo, cómo y con quién me estoy jugando los cuartos; que, en el cenagoso mundillo del periodismo cultural, la palabra dada vale menos que un periódico de anteayer. Ahora bien, la cosa jode. Y podría joder aún más, sobre todo, si eres un autónomo —recordemos que, ganes lo que ganes, Hacienda te sisa trescientos pavos al mes— que, con un trabajo más, puedes cuadrar las cuentas; con uno menos, acabar en números rojos.
El último ejercicio de malquedismo lo sufrí el pasado 17 de septiembre. Les cuento: el jueves 5, recibo el correo de una editorial en el que se anuncia que la influencer XY, que supera el medio millón de seguidores en Instagram, publica un nuevo libro o, más bien, una edición ampliada de un manual de autoayuda que sacó hace pocos meses. Guiado por el prejuicio —perdón—, asumo que no haré con ella la entrevista de mi vida, pero han pasado semanas desde mi última entrevista en Zenda y, qué narices, uno también piensa en la difusión, y si esa entrevista es leída, vista o clicada —me conformo con lo último— por medio millón de almas, pues, oye, medio millón de visitas que vienen a mi medio. Total, que pongo en copia al compadre Jeosm y la pido: “Buenas tardes, blablabla, quisiera entrevistar a XY, mándenme su libro para preparar la entrevista”, etcétera.
El lunes 9 no responde la editorial, sino su agente. Una tipa amabilísima. Nos propone hacer la entrevista el martes 17 a las 14:30, en la sede de la editorial. Vuelvo a pedir que me manden el libro. Entretanto, la autora, en redes, comenta que dentro de unos días presentará la obra y atiza a los “medios digitales” que están “poco acostumbrados a profundizar”. Je, je. El libro nunca me llega, por cierto. Cuatro horas después, ese mismo lunes, la agente, de nuevo: “XY me pregunta si es posible cambiar a las 15:30”. Aceptamos, sin problema.
El jueves 11, la agente de XY nos envía un correo sospechoso, invitando a Jeosm a hacer las fotos en la presentación, no en la entrevista, porque “a nivel de fotografía igual es más interesante”. Jeosm dice que nanay, y la agente responde que chachi piruli, que nos vemos el martes en el lugar y hora previstos. Llega el martes 17 y, a las 9:55, recibimos este correo: “Me acaba de escribir XY, que se ha levantado mala y que no podrá hacer la entrevista”. El malestar se le pasó a las siete de la tarde, cuando presentó su libro, en olor de multitudes, junto a una famosa presentadora de televisión, mostrando una lozanía y una satisfacción plenas. Al día siguiente, la editorial manda un correo diciendo que el evento ha sido la polla, vamos. El libro, por cierto, va sobre asuntos como la “reconexión contigo misma” o el “autocuidado y autoestima”, pero de pensar en los demás, supongo, no se comenta nada. En mi pueblo se dice: “Primero yo, después yo y, después, mi culo”. No sé si eso se incluye en el libro porque, como ya he apuntado, no lo he recibido.
Así pues, para sentirme un poquito menos idiota, para amortizar una mijilla el tiempo que empleé en preparar la entrevista, he escrito este artículo. Dejo para el final las preguntas que iban a ser formuladas en un cuestionario que nunca hice:
—La primera me la deja botando: ¿quién coño es XY?
—Los antiguos griegos que se plantaban en Delfos leían en la pronaos del templo de Apolo: “Gnóthi seautón”, o sea, “conócete a ti mismo”. ¿Cómo se conoció a usted misma?
—¿Y cuán fácil o difícil fue la tarea?
—¿Qué aprendió de sí misma durante este proceso?
—¿Y qué aprendió de los demás?
—Cuando echa un vistazo a su Instagram y ve que le siguen más de 560.000 personas, ¿qué piensa?
—La tarea de promover un estilo de vida que integre el bienestar físico, mental y espiritual ante tanta gente, ¿da vértigo? Ante ese paisaje, ¿cómo se digiere el proceso?
—Subraya en el libro la importancia del amor propio. Me acordaba de aquello que decía Cristo de amar al prójimo como a uno mismo. Si uno no se ama a sí mismo, ¿es capaz de amar a los demás?
—Luego está lo de amar bien. El infierno está lleno de buenas intenciones…
—Aboga por desprenderse de “creencias limitantes” y por eliminar miedos e inseguridades. ¿De qué creencias se desprendió? ¿Qué miedos e inseguridades eliminó?
—¿Y qué miedos e inseguridades permanecen?
—Vamos acabando, XY. ¿Qué queda de la joven que protagonizó aquel reality de Mediaset?
—¿Qué le aconsejaría a aquella joven?
—Y, para terminar, ¿qué tal la experiencia de escribir un libro? ¿Repetiría?
Matrícula cogida.
La mala educación campa a sus anchas y ¡ Palabras dada! ¿ Eso que es? En fin, lo que hay