La gloria es ser Kafka a estas alturas…
(Y el quererlo explicar es Babilonia, Javier García Rodríguez)
Empiecen (y despiecen) por el principio, sigan por la Tierra Media (Dios mediante) y acaben por el final (cual lemmings en un acantilado). Este es el consejo del mostrenco prologuista de estas Oviedades, libro fascinante y hacinante donde los haya, deudor —por decirlo de alguna manera— tanto de Oviedo como de Ovídeo. Ya puestos, suban al funicular de Valparaíso, bajen en el batiscafo a la Fosa de las Marianas, olviden el Everest, recuerden lo que decíamos ayer, lean en voz alta [esto último es una orden] y ganarán el Premio Nacional de Loquesea, que en La España somos mucho de ganar la lotería de navidá y/o el partido del siglo de la semana. Y sí, digámoslo de una vez: “Alabí, alabá, alabim bombá” es frase morisca que significa “Adelante, equipo, todo va bien”.
No se precipiten —este es otro consejo, complementario del que acompaña al párrafo anterior—: lean primero en el índice (o en el pulgar) los cuarenta y ocho títulos de los cuarenta y ocho artículos que conforman este batiburrillo, que poco tiene de burrillo, y Batman solamente pasa por aquí de vez en cuando. Una fiesta para ir abriendo boca con consonantes y vocales, vaya. Subyugación, sin yugo ni flechas, garantizada. Despiporre a la carta, certificada sin porra ni despiste.
Luego —o después, si lo prefieren— cierren la compuerta del batiscafo y desciendan.
Encontrarán a la Vieja Chispita (Old Sparky) —la silla eléctrica de Ikea a montar con llave Allen— o al Rey León de la Riva, alcalde de Pucela a la sazón, en siendo “alcalde” el que en el tresillo y otros juegos de naipes da las cartas y no juega. A Cameron de la Isla, producto político-culinario bien conocido por un versículo maléfico: Here’s to a brighter future for everyone. Y…
STOP! ¡No más spoilers prolongados en el prólogo! Hay tanto aguafiestas…
(más puntos suspensivos y nos ganamos el suspenso)
Mostrenco = sin dueño. Esto es lo que hay aquí: nada con dueño (la autoría es otra cosa), pero todo con poderío, todo con toda la risa, nada con el aburrimiento (no hace falta comprar flotadores, pues). ¡Y seriedad sin límite! Abarquen como puedan, remen contracorriente, lean al margen, rían en la ría de reír, lloren (poco) a moco tendido, y una advertencia (no sé si decirlo está de más): haz versos, pero no odas.
Prologando y prolongando hasta aquí vamos llegando. Procedan. Pasen (y vean) página tras página. Recuerden que, en alemán, “tranvía” se dice “Subanestrujenbajen” (¡los sustantivos siempre con mayúscula!). Hagan de su capa un rayo, que estamos ante un articulista (quiten lo de “culista” si quieren y quédense con lo de “arti” si tal) de marcar época. Se lo dice el humilde prologuista que, de esto, no tiene ni idea. O sabe un rato (“ratón” en gallego), vaya usted a saber.
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Autor: Javier García Rodríguez. Título: Y el quererlo explicar es Babilonia (Oviedades, 2014-2017). Editorial: Eolas. Venta: Amazon.
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