Podría decirse sin miedo a equivocarnos que Amor libre, la octava novela de Tessa Hadley (Bristol, 1956), es una glosa al último y enigmático verso del poema de Rilke “Torso arcaico de Apolo” (1908). Al final de ese soneto, el poeta de las Elegías de Duino traslada una reflexión al lector a modo de admonición. En verdad no llega a verso entero; es el último tramo, y desde entonces muchos han sido los que han sucumbido a su embrujo. Nadie espera que el poema termine con esas palabras, pero cuando llegan no queda otra que cuestionarse quiénes somos y adónde vamos: “Has de cambiar tu vida”, “Debes cambiar tu vida”, rezan otras traducciones, pero el efecto es el mismo. Y es devastador, todo sea dicho. Del Walter Benjamin de Dirección única (1928) en el que se lee que “únicamente quien supiera contemplar su propio pasado como un producto de la coacción y la necesidad sería capaz de sacarle para sí el mayor provecho en cualquier situación presente, pues lo que uno ha vivido es, en el mejor de los casos, comparable a una bella estatua que hubiera perdido todos sus miembros al ser transportada y ya sólo ofreciera ahora el valioso bloque en el que uno mismo habrá de cincelar la imagen de su propio futuro”, hasta el Woody Allen de Otra mujer (1988), cuando el narrador habla de las manchas producidas por lágrimas a la altura de ese verso en el ejemplar de Rilke que manejaba su madre, todos ceden al hechizo de las palabras del poeta. Henry Thoreau ya lo advirtió en Walden (1854): “Vive tu vida deliberadamente”, sin coacción ni apremiado por la necesidad, pues cincelar tu destino es posible. Pero es Rilke el que agota cualquier atisbo de duda. No queda otra. Y el cambio ha de ser ahora.
Phyllis, la protagonista de la última novela de esta escritora tardía (Hadley no publicó su primera novela hasta los 46 años), se dice a sí misma en un impecable estilo indirecto libre hacia la mitad de la obra: “Tengo que cambiar de vida, pensó. No puedo seguir así. Pero cambiarla era imposible. Vio cuán fatalmente Roger, los niños y su hogar —el edificio doméstico de su vida en común— la mantenían dentro de su estructura, de manera que no podía cambiar su propia vida sin derribar la de todos los que la rodeaban”. En esa tesitura se encuentra, tratando de lidiar con la incontrolable onda expansiva que la decisión que ha de tomar generará en su mundo, pero dispuesta a asumir la incertidumbre que el acto conlleva y a asumir las consecuencias de abrazar la libertad que supone su elección. Y todo por un beso.
En una calurosa noche de 1967, un joven invitado, hijo de una vieja amiga de la familia de los Fischer, besa a la atractiva ama de casa Phyllis —en crisis sin saberlo—, aprovechando la oscuridad durante un paseo por el jardín. Él es Nicholas Knight. Lo que todavía no sabe el joven osado es que con ese gesto se han empezado a tambalear los cimientos del mundo de fastuosa e ilusoria felicidad en la que Phyllis vive junto a Roger, un diplomático en el Ministerio de Asuntos Exteriores inglés, su solitaria, lista y torturada hija Colette, y el pequeño Hugh, a punto de ingresar en el internado para su formación integral. Hasta entonces todo había sido rutina sin sobresaltos y comodidades más allá de lo habitual. Tras la cena, todo cambiará. Un beso que es la tormenta perfecta para que se desplome el mundo de apariencias con el que se conducían los Fischer hasta entonces. Nicholas es un bohemio que hace propio el mundo contestatario de Joan Baez, Bob Dylan y los jazzmen libérrimos que rondan los suburbios de la ciudad de Londres a modo de banda sonora en la que se cifran los sueños de toda una juventud inconformista y valerosa a la que desea adscribirse Phyllis con el apego que da su nueva situación vital. Rompe con todo y nada le importa ya, ni su marido, ni su pequeño, ni su hija adolescente, ni los rumores que corren de boca en boca en una ciudad que hace del chisme la guinda en las pastitas del té de las cinco.
Phyllis atesora todos los momentos posibles con Nicky, a sabiendas de que lo suyo no puede durar mucho. Pero la decisión ya está tomada. Luego vendrán sorpresas, claro. Y no pequeñas. Es ahí donde Amor libre roza el culebrón, aunque se escapa de él con elegancia, sin cargar las tintas demasiado en lo moral de esta historia de revoluciones interiores y jugadas del destino en una época, finales de los sesenta, en el que la contracultura se abre paso entre las vísceras embalsamadas de los valores burgueses, el capitalismo ya caduco y el clasismo perpetuo. Y todo por un beso. El beso que puede hacernos cambiar de vida.
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Autor: Tessa Hadley. Título: Amor libre. Editorial: Sexto Piso. Traducción: Magdalena Palmer. Venta: Todostuslibros.
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