Emily Dickinson hacía brotar sus poemas con mano hábil y mirada precisa, desde ese espacio natural y edénico que fue para ella su casa en Amherst, ciudad de Massachusetts, EE. UU., en la que nació en 1830 y murió el 15 de mayo de 1886, donde rodeada de los bosques y prados recolectaba las hojas y flores que aprendió a clasificar siendo muy pequeña, durante su estancia en la Amherst Academy.
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Un sépalo, un pétalo y una espina
Sobre una común mañana de verano —
Un frasco de Rocío — una Abeja o dos —
Una Brisa — un brinco en los árboles —
¡Y ya soy una Rosa!
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No repararíamos en una flor tan pequeña —
salvo porque en silencio trae
el pequeño jardín que perdimos
de regreso al Césped.
Tan fragantes asienten sus Claveles —
Tan ebrias dan vueltas sus Abejas —
Tan plateadas arrancan un centenar de flautas
de un centenar de árboles —
Aquel que ve esta pequeña flor
por fe pueda observar claramente
los Charlatanes alrededor del trono
y los dorados Dientes de león.
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¡Ven despacio — Edén!
Labios no acostumbrados a ti —
tímidos — liban tus Jazmines —
como la desmayada Abeja —
llega tarde a su flor,
zumba alrededor de su cámara —
cuenta sus néctares —
entra — y se pierde en Bálsamos.
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¡Cambiar! Cuando lo hagan las Colinas —
¡Vacilar! Cuando el Sol
se cuestione si Su Gloria
es la Más Perfecta.
¡Saciarme! Cuando el Narciso
lo haga de Rocío
Como ella — Señor
Yo lo haré — de Ti.
1779
Para hacer una Pradera es necesario un trébol y una abeja
Un trébol, y una abeja.
Y un ensueño.
Bastará solo con el ensueño,
si abejas hay pocas.
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Autor: Emily Dickinson. Título: Herbario & Antología botánica. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todostulibros
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