Japón nos fascina. Numerosos artistas occidentales le han dedicado obras, como Alessandro Baricco con su Seda. También hay abundantes referentes en la música. La banda de heavy metal Iron Maiden acaba de publicar Senjetsu, la particular aproximación de Steve Harris —el fundador, bajista y principal compositor del grupo, que realizó una brillante adaptación musical de los versos de Tennyson, dedicados a la Batalla de Balaclava, en The Trooper— al archipiélago volcánico. Y, por supuesto, en el cine con películas como Black Rain, de Ridley Scott, o Yakuza de Sydney Pollack. Quizás la explicación a este gran interés la encontramos en su rechazo durante siglos al extranjero, en su aislamiento histórico. Hasta el siglo XIX, con la llegada a la costa de Edo —el nombre de la antigua Tokio— de cuatro barcos a vapor norteamericanos, el país había vivido de espaldas al mundo, sobre todo durante los últimos 200 años. El final del shogunato propició la apertura de la nación, pero el recelo a Occidente siempre ha estado ahí, proporcionalmente inverso a la atracción que intelectuales, escritores, artistas y, también, turistas han sentido por Japón y sus tradiciones. David Peace es uno de los autores que quedó atrapado por la cultura nipona. El alumno aventajado de James Ellroy comenzó su trilogía de Tokio en 2007 con Tokio, año cero —obra ahora reeditada por la editorial Hoja de Lata en una cuidada edición— . La continuación de este relato fue Tokio, ciudad ocupada. Peace cierra la serie con Tokio Redux —publicada también en la misma editorial—, una novela negra clásica que ha tardado 10 años en escribir, y que pone el punto final a su magnífica trilogía ambientada en el Japón de posguerra.
El autor británico vuelve a tomar como protagonista de su novela a un serial killer, como ya hiciera en Cuarteto de Yorkshire, basada en el caso de Peter Sutcliffe. Después de retratar a la sociedad británica de la época de Margaret Thatcher en GB 84, su obra más política, y de sacar los trapos sucios del fútbol inglés en The Damned United, Peace regresó a la novela negra, y lo hizo desde Japón, donde vive desde hace varios años. Tokio, año cero está ambientada en una época de miseria, deshonor, rabia y dolor para Japón. Después de la II Guerra Mundial, y de las bombas atómicas de Nagasaki e Hiroshima, la nación vivía en la ruina económica y padecía la humillación de la derrota. Un año después de la rendición, en Tokio reina la confusión y el caos. En el parque Shiba aparecen los cuerpos de dos mujeres que han sido violadas y estranguladas. Pronto aparecerán más víctimas. El detective Minami, un oficial de policía cínico, adicto a los calmantes, y con un código ético más que discutible, será el encargado de encontrar al culpable. A medida que avanza en su investigación, Minami irá descubriendo al lector su peor cara, sus terribles secretos y adicciones. ¿Qué diferencias hay entre el asesino y su perseguidor? En ocasiones parece que no hay ninguna.
David Peace consigue crear desde la primera frase de su obra una atmósfera opresiva, con onomatopeyas que taladran y desconciertan. El escritor pone una bolsa en la cabeza al lector y no afloja hasta la palabra «fin», 414 páginas después. Peace se inspiró en un caso real —el de Yoshio Kodaira— para elaborar un noir impactante y vanguardista, en el que describe con maestría la situación de desgobierno, vacío y desolación que atraviesa Japón después de la gran guerra. Tokio, año cero no es una novela fácil de leer, exige concentración y paciencia, pero la recompensa es enorme: un relato descarnado sobre las consecuencias de la guerra en el ser humano, un análisis terrible sobre el mal.
—————————————
Autor: David Peace. Título: Tokio, año cero. Editorial: Hoja de Lata. Venta: Todostuslibros y Amazon
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: