Hacia el final de El tiempo recobrado, la séptima parte de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, quizá el ciclo novelístico que mejor piensa la relación entre arte y vida, entre biografía y escritura, Marcel, el narrador, escribe una frase iluminadora sobre el acto de leer:
“En realidad, cada uno de los lectores es, cuando lee, el propio lector de sí mismo. La obra del escritor es un simple instrumento óptico que ofrece al lector para permitirle discernir lo que sin ese libro tal vez no habría visto en sí mismo”.
Leer un libro puede funcionar como la apertura de una puerta que nos orienta a ver el mundo a través de otros ojos, pero que a la vez, y posiblemente ahí radique su mayor interés, nos muestra parcelas de nuestra propia identidad que no habíamos podido o querido contemplar. Según esta perspectiva, la lectura es uno de los vínculos más íntimos y profundos que dos seres humanos pueden establecer. El acto de leer, la comunión entre un lector y un escritor y la metáfora de la literatura como una puerta que se abre para mostrarnos los mundos ajenos, y devolvernos una imagen reconfigurada del mundo propio, están en el centro de El hombre no mediático que leía a Peter Handke, de Edgar Borges, la extraordinaria investigación novelada en clave de diario sobre el trabajo del escritor austriaco Peter Handke que Ediciones en huida publicó en 2012 y que ahora, con la nueva atención que el Premio Nobel le atrajo a la obra de Handke, tenemos la fortuna de releer en una nueva edición de Ediciones Carena.
Esta investigación novelada —o novela sobre una investigación— tiene como punto de partida la obsesión de un escritor con la obra de Peter Handke. El narrador de esta investigación, que también se llama Edgar Borges, es escritor y comparte muchos de sus rasgos biográficos, se tropieza al inicio del libro con unas carpetas donde lleva tiempo guardando todo lo que encuentra sobre el escritor austriaco: recortes de periódicos, apuntes, citas. A partir de este encuentro, la obra de Peter Handke empieza a invadir la vida privada del escritor y esta aproximación inicial, casi azarosa, terminará transformándose en una hondísima reflexión sobre las correspondencias entre un escritor y un lector, entre la escritura y la vida diaria, entre la literatura y la sociedad. Y también en una investigación doble: investigando la obra de Peter Handke, el narrador se investiga a sí mismo y su vida privada. A medida que el trabajo de investigación avanza, el aislamiento del narrador aumenta, al grado de casi no poder comunicarse con el resto del mundo. La única comunicación posible, o al menos la única comunicación verdadera es la que se establece con la obra de Handke; es decir, el vínculo entre el lector y el escritor. A medio camino entre el diario, la entrevista, el ensayo y la citación, la doble investigación sobre la obra de Peter Handke y sobre sus influencias en la vida privada del narrador toma la forma de un libro híbrido que se va construyendo ante nuestros ojos con un equilibrio y una delicadeza que rozan la perfección. Otro aspecto interesante en este juego de espejos entre el investigador y su objeto de estudio es nuestra propia participación como lectores. Mientras seguimos el recorrido frenético del narrador en torno a la obra de Handke, las secuelas que va dejando sobre su vida privada se vuelven nuestra propia obsesión y en este sentido el narrador que investiga a Handke se convierte en nuestro propio objeto de estudio. Casi sin darnos cuenta nos hacemos cómplices en su investigación, su encierro se vuelve nuestro encierro, su obsesión nuestra obsesión y terminamos también aislados, emprendiendo un viaje que se desliza de modo inexorable al terreno de la ficción. Aquí, como en otros trabajos de Borges, la idea del poder subversivo de la ficción adquiere una consistencia experiencial. De manera insospechada, la investigación se adentra en la esfera de la ficción y descoloca nuestras ideas premeditadas sobre la realidad circundante.
El hombre no mediático que leía a Peter Handke no está dividido en capítulos sino en 33 puertas que se abren a un aspecto específico de la investigación. Me parece que esta decisión estilística proviene de una frase significativa del propio Handke: “Lectura: sésamo en el pecho, ábrete”. La investigación propiamente dicha reúne entrevistas a importantes estudiosos de su obra como Vicente Luis Mora, Sandra Santana, Fernando Báez, Cecilia Dreymüller, Vicente Huici Urmeneta y Eustaquio Barjau. En estos textos lúcidos, que le agregan a la investigación una textura rica y compleja, se explora el trabajo literario de Handke, pero también el silencio al que lo arrastraron los medios de comunicación tras el escándalo por sus opiniones sobre la guerra de los Balcanes. Hay reflexiones interesantísimas sobre las distintas formas de censura de las que han sido víctimas los escritores, desde la memoria damnata en la Antigua Roma hasta la maquinaria mediática de la actualidad. En su defensa a la autonomía de la literatura, Edgar Borges nos da una clave para descifrar el título del libro. El narrador se autodefine como un hombre no mediático, porque no hay interferencia mediática entre él y la lectura, entre él y la obra de Peter Handke. En esta magnífica obra literaria solo hay puertas que se abren a la contemplación. Es un instrumento óptico de alta calidad que nos permite observar bajo una nueva luz las relaciones entre vida y literatura.
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Autor: Edgar Borges. Título: El hombre no mediático que leía a Peter Handke. Editorial: Carena. Venta: Amazon
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