Con la función teatral El maleficio de la mariposa, Miguel da por terminado su ciclo en primaria. Ahora, en un pueblo de montaña, toca disfrutar de las merecidas vacaciones, y a ello se aplica, compartiendo sus despreocupaciones en días largos y sin horarios, con familiares y amigos. Pero al mismo tiempo, el joven asiste desde la confusión a la crisis matrimonial por la que atraviesan sus padres.
El tiempo compartido, sobre todo con su padre, hará que Miguel empatice con el mundo de los adultos, a pesar de que sobre él proyecta una mirada crítica.
A lo largo de El secreto de la hierba, los personajes quedan individualizados más por su carácter que por su aspecto físico, como la socarrona doña Paquita, secretaria del Ayuntamiento, o el abogado empeñado en disuadir a Mari Nieves (madre de Miguel) de emprender los trámites de divorcio con su marido. Y hay un personaje colectivo, el pueblo anónimo, que conduce al lector a extraer notas singulares de su idiosincrasia, cuyos habitantes asisten como un acontecimiento singular a la construcción del pantano, acuciados como están por la preocupante escasez de agua. No faltarán la indiscreción y habladurías de los vecinos, los bandos y pregones del Ayuntamiento, el intercambio de cromos, las fiestas de San Bartolomé, las campanas plañideras, los motes pintorescos de sus habitantes…
La llegada de sus primos de Barcelona añadirá nuevos alicientes a esos meses de verano. Con ellos, Miguel comparte aventuras y sensaciones agrestes no del todo reconocidas por sus allegados urbanitas, que no tardan en adaptarse a las bondades y beneficios de la vida rural.
Alejandro Melero presenta cada capítulo con una nota que luego vincula a la trama, en ese emblemático año 1992; informaciones extraídas de distintas y variopintas fuentes, que actúan como marco, no solo de la historia del protagonista, sino de todo un país. Son los tiempos de esplendor de los videoclubes y las cintas VHS, las pesetas, las olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, del furor que hacían grupos como Mecano. Esta ardua labor de contextualización viene colmada por medios de comunicación, pasajes bíblicos, anuncios publicitarios, textos normativos, canciones, revistas de actualidad como Pronto y la juvenil Super Pop, enciclopedias científicas y libros de texto, poemas, películas, etc.
Aparte de su función circunstancial, estos apuntes actúan como contrapunto temporal entre una acción y otra, donde el tiempo se acopla como evocación pero también como espolón que permite al lector entender otro tiempo, esta vez interior y psicológico del personaje, que aporta magistralmente más verosimilitud a lo narrado porque en El secreto de la hierba todo lo rige el presente como tiempo único y verdadero.
La muerte se presenta como un suceso natural, lo mismo que el lenguaje que adoptan los personajes, individualizados por su forma de hablar pero también como representantes de una colectividad que arrastra costumbres atávicas.
Si bien es cierto que el narrador declina adoptar el punto de vista de la omnisciencia a favor de la focalización externa, no es menos comprobable que cualquier perspectiva conduce irremediablemente al interior de Miguel, cómo el personaje percibe una realidad —sobre todo en su contacto con lo femenino— y asume esta con la incertidumbre de experiencias y sensaciones que a la postre habrán de forjar su carácter.
El título El secreto de la hierba está tomado de la intervención de Curianito, personaje lorquiano de su conocida comedia que Miguel representa en la función del colegio. Observador atento pero también doblemente actor, interrelaciona con su entorno superando la mera contemplación.
El carácter rural viene potenciado especialmente por la viveza de la historia, gracias a la singularidad que el autor aplica sobre los nombres propios. Así vemos acortamiento de antropónimos (Feli, Mari Nieves), el artículo antepuesto al nombre propio (la Claudia, el Luis), hipocorísticos (Luismi), apodos y diminutivos (Angelitas, doña Paquita, Encarnita), coloquialismos, adquiriendo precisamente un animal (el gato) el antropónimo más culto: Mefistófeles.
Hay veranos de la infancia que sentimos como una huella profunda, por lo que anticipa quiénes seremos, y en la que hasta lo desconocido nos parece igual de insólito, turbador como excitante. Así, de la magistral habilidad narrativa y psicológica de Alejandro Melero, El secreto de la hierba nos transporta a la maravillosa lucidez de la inocencia y al don siempre añorado de la placidez de la infancia, etapa que una vez trascendida se convierte en un recuerdo intemporal y, por tanto, mágicamente misterioso.
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Autor: Alejandro Melero. Título: El secreto de la hierba. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todostuslibros y Amazon
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