En su novela En una habitación ajena, Damon Galgut realiza un ejercicio de exploración interior a través de tres viajes divididos en otras tantas partes a lo largo de la novela. En un primer momento, Damon se topa por azar en Grecia con un alemán, con el que siente la conexión de los apátridas. Dos almas solitarias que exploran el mundo y se sienten extranjeros en su propia tierra y deciden aprovechar la experiencia sin que el destino importe más que ellos mismos. ‘El seguidor’, así es como titula esta sección, muestra el romanticismo de la conexión y cómo dilatar este momento puede hacer que se den de bruces con la realidad de otra persona a la que realmente no conocían. Damon se muestra dominado por el carácter de Reiner, al que parece querer complacer, esperando ambos sin esperar a que la chispa prenda y a que lo que creyeron notar al verse a pie de unas ruinas se transformase en esa utopía de tropezarse con quien invita a lo desconocido. La segunda parte, ‘El amante’, lleva a un Damon más curtido, pero igual de perdido, a realizar un viaje en el que conoce a un pequeño grupo de extranjeros con los que se sigue encontrando y, aquí sí, desde un momento más maduro, será invitado a ese viaje con el que una vez soñó, para descubrir que la realidad tiene muchas más aristas que uno tiene que decidir si atraviesa o se desliza sobre ellas. Damon sigue siendo un apátrida de su propia esencia, capaz de explorar el mundo pero no de reconocerse a sí mismo. Ya ha dejado pistas suficientes al lector que se enfrenta al tercer viaje sabiendo que ‘El guardián’, así se titula, tendrá ese mismo regusto a decepción para el protagonista. Lo que si encontraremos en esta última parte es ese punto de humor negro que había caracterizado al escritor y que en las dos primeras partes se echaba de menos.
Destaca la novela por un narrador que deja ver al lector cómo el protagonista es siempre dominado en su mente, cómo se siente de algún modo perdido cuando llega el momento en que quizás debiera decidir por sí mismo, y para ello este narrador se desdobla entre una primera persona que se sitúa en el momento de los hechos, y una tercera que habla en plural observando desde la distancia que dan los años transcurridos la forma en que actuaba en cada momento. Es precisamente este juego narrativo el que convierte la lectura en una experiencia inmersiva en la que los pequeños detalles cobran vida para saber qué aprendizajes nos dejamos en el camino. Galgut diferencia entre lo que sintió y lo que recuerda haber sentido, dotando de este modo a la novela de un plano de profundidad en el que el lector es partícipe de lo que cualquier persona cambia con el paso de los años. Y es que el viaje, el verdadero viaje del que trata la novela, es precisamente ese enfrentamiento entre el entonces y el ahora que hace que la perspectiva cambie. Porque Grecia o África siguen allí, inmutables, pero igual que quien regresa al mismo lugar y al volver se fija en detalles que le pasaron desapercibidos, la vida hace que al mirar atrás nos demos cuenta de los miedos y las barreras que no fuimos capaces de saltar sin que supiéramos por qué. Simplemente estábamos entretenidos mirando hacia otro lado.
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Autor: Damon Galgut. Título: En una habitación ajena. Traducción: Celia Filipetto. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todos tus libros.
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