Este artículo es una simple percepción personal de los hechos acaecidos desde un 5 de mayo de 2015 cuando se votó una nueva Junta Directiva de ACE (Asociación Colegial de Escritores de España). Desde el momento que fui nombrada coordinadora de esta asociación todo han sido grandes momentos, después de arduas batallas. Había un emblema que funcionaba no sólo para los veintiún miembros que conforman la Junta Directiva, sino también para mí, nos encontrábamos en la tormenta perfecta, pero hoy, veintidós meses más tarde puedo decir que navegamos a favor del viento. La singladura no ha sido ni mucho menos fácil, pero la sensación de haber procurado en tan breve periodo de tiempo tantas y tan estimables mejoras me reconforta. El principio de una asociación profesional de escritores sin ánimo de lucro era y es la defensa de los derechos de autor, la transparencia absoluta respecto a nuestras cuentas y, no por ello menos determinante, la austeridad absoluta, si deseábamos reflotar el barco. Y, lo cierto, es que así ha sido, no sin la voluntaria, generosa y perspicaz ayuda del que en su día fue nombrado presidente, Manuel Rico. El primer paso fue escribir un decálogo de lo que iba a ser la asociación colegial de escritores del siglo XXI.
No hay que olvidar que la asociación nació en 1976 gracias a Ángel María de Lera, Raúl Guerra Garrido, Ramón Hernández y muchos otros escritores ilusionados por ayudar y defender los derechos de los escritores. ACE fue fundada en 1978 y a lo largo de estos casi cuarenta años ha sufrido momentos de luces y sombras. Pero eso forma parte del pasado, lo importante es que en la actualidad el presidente de ACE, Manuel Rico, es el portavoz de una plataforma formada por más de cuarenta asociaciones de gestión de creadores. De ahí que el nombre de la plataforma sea: “Seguir creando”. Ésta se ha reunido con todos los partidos políticos, con el presidente del Congreso, con la ministra Fátima Báñez, incluso con la defensora del pueblo, Soledad Becerril, defendíamos y defendemos algo tan de sentido común como que no se estigmaticen y penalicen económicamente a aquellos autores que obtienen un beneficio, una vez jubilados, por sus derechos de autor. Tal y como le dije al ministro Íñigo Méndez de Vigo, en Alcalá de Henares, el 23 de abril cuando le entregaron a Fernando del Paso el Premio Cervantes: una cosa son los ingresos por el trabajo y otra muy distinta los derechos de autor, que pertenecen exclusivamente al autor y que no pueden asimilarse como ingresos por trabajo. La literatura y en general cualquier creación es algo que los artistas queremos llevar a cabo, quizá por una pulsión vital, por una forma de estar en el mundo, pero no nos pueden castrar y mucho menos multar por esta forma de “estar en el mundo”. Mientras el gobierno estaba en funciones todo eran parabienes y buenas palabras pero creo que es imprescindible que las buenas palabras no sólo se hagan efectivas, que la ley se derogue y que se despenalice a aquellos escritores que han sufrido una caza de brujas, cuando precisamente están en el momento cumbre de su creación, de la sabiduría y de las experiencias acumuladas que pueden dar fruto, por ejemplo, a la segunda parte del Quijote, ya que Cervantes publicó su segundo volumen cuando ya había cumplido 65 años. Y para no remontarme tantos siglos atrás nuestra querida Ana María Matute tampoco hubiera podido escribir Olvidado rey Gudú; son sólo dos ejemplos entre miles.
También nos hemos interesado por crear sinergias con distintas asociaciones de escritores de distintas comunidades, de ahí, que en este tiempo hayamos organizado jornadas en Extremadura, Aragón y la Comunidad Valenciana, bajo el lema “Una ACE para el siglo XXI” el fin de estos encuentros era conocer las realidades de sus escritores, sus cuitas y sus dificultades, en ocasiones, para hacerse oír en el territorio nacional. El resultado fue la firma de acuerdos de colaboraciones.
Por supuesto, no hemos dejado aparcado un asunto que hoy está en su momento cumbre y es la convergencia de la crisis iniciada en 2008 con el auge del pirateo (somos el país europeo donde más se descargan libros de forma ilegal). Motivo por el cual organizamos el pasado 22 de noviembre en el Instituto Cervantes una mesa redonda bajo el título: El escritor y el ciberespacio, las redes sociales y los blogs. Fue una mesa tan interesante que nuestro objetivo es llevar a cabo al menos dos jornadas más en colaboración con el Instituto Cervantes para seguir hablando de este asunto que a ningún escritor novel le deja indiferente. Uno de los aspectos más llamativos de los que se dijo en la mesa es que pronto un ordenador podrá escribir una novela. Esta cuestión creó una gran controversia, personalmente no creo que la condición humana pueda ser recreada por una máquina, pero se dejó sin terminar de debatir este asunto tan controvertido. Nuestro interés es, además de crear sinergias, conocer la realidad de las demás asociaciones que no tienen carácter estatal como la nuestra.
En este más de año y medio hemos creado la página web: www. acescritores.com y ahora hemos desarrollado la plantilla de la decana República de las Letras, que por ahora saldrá sólo en digital y cuyos textos a publicar, siempre remunerados, serán determinados según su calidad por el consejo de redacción.
El número de socios se ha incrementado exponencialmente, la base de datos de asociados se ha puesto al día, éstos han recibido su nuevo carné y nuestra asesoría fiscal y jurídica gratuita y la promoción y el fomento de los libros de los socios en la página WEB son factores que han ayudado a que esta ACE del siglo XXI se haya consolidado, cambiando la sede a la Casa del Lector-Matadero, debido a la inestimable generosidad de la Fundación Sánchez Ruipérez y, por supuesto, todos los proyectos antes mencionados han podido llevarse a cabo gracias a la ayuda inapreciable de CEDRO y también del Instituto Cervantes y el Ministerio de Cultura.
Sólo espero y deseo que sigamos creciendo y mejorando, el trabajo del escritor nos coloca en un lugar bastante esquizofrénico ya que es una labor ardua y solitaria, pero parece que los autores estamos empezando a ser conscientes de que debemos defender nuestros derechos a partir de muchas voces que son una sola: ACE.
Los retos son infinitos y ahí estaré porque todo lo dicho hasta ahora ha sido mi trabajo como coordinadora de cara al exterior, pero lo que no he mencionado y quizá, precisamente, porque me lacera aunque me gratifica son el sinfín de llamadas que recibo diariamente de escritores o personas que lo quieren ser que están confundidas, sin nadie a quien acudir, con dudas respecto a si el contrato de autoedición por el que le piden, de media, 3.000 euros, es correcto y legal o no. Me llaman para desahogarse porque una editorial ha publicado un libro suyo con el nombre de otro autor, el elenco de situaciones, casi siempre desesperadas, es inmenso. Me preguntan por agentes literarios porque cuarenta años atrás publicaron un libro y, ahora, quieren publicar el segundo. Hay aquellos que han llegado tarde y en un momento en el que el volcán editorial supura lava, está en plena ebullición y reconversión me piden que les recomiende una editorial donde enviar su manuscrito o un agente a quien llamar a la puerta, o una imprenta para imprimir su libro. ¿Qué decirles? Sólo darles ánimo, diciéndoles que envíen su obra a un premio, que entren en la página escritores.org pero poco más. Aún así, al colgar el teléfono, no me encuentro; tantos deseos frustrados, a veces, me hacen pensar en lo afortunada que fui y en la impotencia que me produce no poder ayudar a tantos y tantos con deseos de ser escuchados, en esta época de silencio. Salvo que seguiremos batallando por la defensa del autor, sus derechos y su dignidad.
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El viernes pasado, 16 de diciembre, se celebró en Madrid el Primer Encuentro Estatal de Asociaciones de Escritores.
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