Una delicada caja de música puede encerrar simplemente recuerdos, aquella melodía que relacionamos con un momento íntimo o inolvidable, pero también puede ser testigo de terribles secretos, como una suerte de metáfora de la propia vida.
La gran baza de La caja de música es su extraordinario y poderoso guión, obra de Joe Eszterhas, de origen húngaro, cotizado guionista —Instinto básico— en el Hollywood de los años 80 y 90. Un guión que exhibe una enorme capacidad para dotar de estructura vertebral a una trama, cuyo centro, pero sólo el centro, es un proceso judicial en la que las idas y venidas de esa trama, con sus giros y sorpresas, nunca nos apartan del suspense moral del que depende, por un lado, la inocencia o culpabilidad del padre de la abogada; por otro, nuestro propio juicio moral respecto de lo que vemos y se nos cuenta. Es asimismo en la galería de personajes, bien pertrechados de razones y palabras, de silencios, de mentiras o de ardientes reproches, como la trama desvela su sentido. Costa-Gavras domina el tempo, ni apresurado o histérico ni contemplativamente moroso, mediante una limpia, casi transparente puesta en escena de marcado sentido clásico, en la que, a menudo, una mirada, un silencio, nos descubre los meandros de aquello que no se quiere decir o decidimos ocultar.
La habilidad del guión de Eszterhas, junto con la punzante dirección de Costa-Gavras, convierten a La caja de música en una película muy especial, intrigante, misteriosa, provocadora. Es inútil permanecer neutral, la película no hace prisioneros. Anhelas la inocencia de Laszlo, atrapado en una monstruosa conspiración ideológica de los comunistas, tanto como le detestas si se probara de lo que le acusan: horribles, despreciables, terribles crímenes cometidos a la vera de un Danubio nada azul, como parte de la Gendarmería de Budapest aliada de corazón con los nazis. Ann Talbot atraviesa una peregrinación física y moral en la defensa de su padre, y nosotros con ella: una verdadera peregrinación puede ser camino de purificación o finalizar en el Gólgota. Esa es la extraordinaria apuesta que ofrece La caja de música, ese tipo de película que recuerdas siempre con dolor, con admiración, con emoción indignada.
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La caja de música (Music Box, 1989). Producida por Irving Winkler. Dirigida por Costa-Gavras. Guion de Joe Eszerhas. Fotografía de Patrick Blossier. Música de Philip Sarde. Montaje, Joëlle van Effenterre. Interpretada por Jessica Lange, Armin Mueller-Stahl, Lukas Haas, Frederic Forrest, Donald Moffatt. Duración: 124 minutos.
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