Que nadie se lo tome a mal —y mucho menos la autora de esta novela, finalista de la pasada edición del Premio Planeta— si uno comienza por decir que Corín Tellado, fallecida en 2009, sigue aún entre nosotros. Fue, conviene recordarlo, la novelista más famosa de todos los tiempos, con la posible excepción de Miguel de Cervantes. Y, acaso, mientras no se demuestre lo contrario, la más prolífica, con unas cinco mil novelas en su haber. Y todo ello, a pesar de haber contado con muchos detractores —su marido, entre ellos— a lo largo del tiempo en el que se mantuvo activa.
Muchos años después, su ejemplo aún sigue vivo. Y así supo agradecérselo un escritor, tan distinto, tan distante, como Vargas Llosa, que apreció sus cualidades y sus muchas virtudes para componer una obra, dejando a un lado el material sobrante y estéril. Cristina Campos, que, por su juventud, quizá no conozca a Corín Tellado ni haya tenido ocasión de leerla, también va a lo esencial, ahorrándose descripciones inútiles, rodeos innecesarios, y tomando el camino más recto, evitando las veredas, para lograr en el lector el efecto que se propone.
Historias de mujeres casadas es una novela, sobre todo, divertida, escrita con un lenguaje sin demasiadas pretensiones ni alambiques: claro, directo y sencillo. Al tiempo que exhibe toda una gama de personajes de distinta condición, entre los que destaca Gabriela, la mujer yerma y deshabitada, que está justo nel mezzo del cammin de su vida. Una mujer madura que lucha denodadamente contra los impulsos de su corazón.
Y se trata, además, de una novela en donde fluye el sentimiento de la amistad, de la complicidad entre la propia Gabriela, Silvia, que se debate entre su vida matrimonial y la atracción por las personas de su mismo sexo, y la sorprendente Cósima, fina representante de la aristocracia catalana, casada con Bosco, “un pobre niño edípico herido por su padre y poseído toda su vida por su madre sobreprotectora y sutilmente manipuladora”.
La obra, por su acción trepidante, por el ritmo acelerado en el que se mueven sus personajes, por su expresión tan visual y colorista, se parece a una de esas típicas comedias americanas —con boda por todo lo alto, con suegras que te amargan la fiesta, con cuernos como rosas de un jardín, con líos morrocotudos entre parejas, con festejos galantes entre gente guapa, con lujosos vestidos y viajes a la isla de Formentera—, aunque, en el caso de la obra de Cristina Campos, no falte un bien medido y oportuno toque de atención con una crítica, no velada del todo, a ese mundo un tanto fantasioso e ilusorio por el que se mueven sus criaturas. Críticas, por ejemplo, al feminismo mal entendido y peor interpretado. Críticas a ciertos artistas —Cósimo se convierte aquí en su representante más genuino— que no son sino impostores que ensucian un oficio tan noble.
Gaby, o Gabriela, la dama madura que se apodera del relato y que ensombrece al resto de hombres y mujeres, asume su papel, toma conciencia de sus carencias y logra superarse a sí misma hasta convertirse, ya en las últimas páginas, en novelista, en creadora, y ofrecernos así todo un recital teórico, como una improvisada poética, que nos remite a las ideas de la propia autora de este libro: “La literatura —leemos en estas páginas—, cuando se parece demasiado a la realidad produce vértigo en el lector y esto… a la larga, se convierte en un inconveniente”. De ahí que, una y otra vez, Cristina Campos nos recuerde que “sin conflicto no hay historia”.
La novela concluye con un largo listado de películas y canciones citadas. Entre estas últimas —no faltan las de Iggy Pop, Alanis Morissette, Joe Cocker, Stan Getz o Sopa de Cabra— aparece «Feeling Good», de Nina Simone. Aquella inolvidable, hermosa y emotiva canción en la que la genial intérprete norteamericana aseguraba sentirse bien con el mundo y consigo misma. Como, probablemente, se habrá sentido la propia Cristina Campos mientras escribía esta obra.
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Título: Historia de mujeres casadas. Autora: Cristina Campos. Editorial: Planeta. Páginas: 460.
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