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Una expresión literaria de la esquizofrenia

Una expresión literaria de la esquizofrenia

Melancolía, de Jon Fosse (Haugesund, 1959), es una expresión literaria de la esquizofrenia. Su protagonista, Lars Hertervig, es bipolar. Jon Fosse (y quizá por eso haya recibido el Premio Nobel de Literatura), con su escritura, ha sido capaz de hacer carne literaria la enfermedad que sufrió el pintor noruego a lo largo de su vida y que le fue diagnosticada cuando empezó a estudiar en la Academia de Arte de Düsseldorf. Hans Gude, su maestro, también aparece en la novela. Y en Wikipedia. Como enfermo bipolar, Lars Hertervig, muestra a lo largo de la narración las dos formas opuestas que pueden tomar las melancolías. Así, la obra, se estructura en dos extensos capítulos: «Melancolía I» y «Melancolía II», como su título original, Melancholia I -II.

La primera melancolía (la formuló Philippe Pinel como médico dedicado al estudio y tratamiento de las enfermedades mentales) se asocia a un orgullo excesivo y a la idea de poseer. Es la que nos enseña Hertervig cuando aparece, de hecho, como un pintor ambicioso. Vive en una habitación, frecuenta a una adolescente que desea poseer, sobrina del casero, sobre la que siente una atracción erótica muy fuerte. No solo la considera (a Helene) un juguete sexual, sino que sobre ella despliega una telaraña de celos que le impide calibrar cuál es la realidad de la pareja. Además, y por esta fuerza de la primera melancolía que sufre como esquizofrénico, la relación que mantiene hacia sus compañeros de academia es altiva, soberbia y vanidosa. Le traerá muchos problemas. El desprecio insistente y altanero hacia el trabajo y las obras de los demás estudiantes de pintura, provocará encendidas mofas; finalmente, será reducido al escarnio.

"Fosse consigue lo que el Hertervig esquizofrénico hizo con esos troncos de árboles que pintaba en vida, que eran retorcidos y parecían doloridos, como los que dibuja en Landscape"

La segunda melancolía se caracteriza por el abatimiento y la pusilanimidad hasta la desesperación y consternación del protagonista. Durante la segunda parte («Melancolía II») se reviven extrañas relaciones, familiares o no, que sin ninguna duda configuran quién llegaría a ser Lars Hertervig y que explican el talante esquizofrénico del pintor noruego.

Así, con estas coordenadas, esquizofrenia, deseo sexual, escarnio público, relaciones paterno filiares, enajenamiento mental, ingreso en psiquiátrico y final con retrete, Jon Fosse precisa y necesita una forma, aunque sea de botella, para contener tanto jugo literario. Una forma donde pueda encajar el contenido de su literatura y con la que pueda tejer un tapiz, o esta conjunción de circunstancias comburentes.

Entiendo que, quienes otorgan el Premio Nobel de Literatura poseen la capacidad para intuir que no todos los escritores alcanzan a combinar el fondo y la forma en sus obras, pero Jon Fosse lo ha conseguido, aunque solo le haya leído Blancura y ahora, Melancolía, pero es evidente que ha sido muy capaz de coserle un traje al contenido y a la literatura que despliega en Melancolía.

"Se despliega tantas veces y de tantas y diferentes maneras que las posibilidades de combinación entre enunciados quedan agotadas. Pura esquizofrenia, pero desde la forma"

¿Cómo lo ha conseguido? Con una oda al estilo indirecto libre, pero en presente del indicativo, que lo hace más raro aún. Fosse consigue lo que el Hertervig esquizofrénico hizo con esos troncos de árboles que pintaba en vida, que eran retorcidos y parecían doloridos, como los que dibuja en Landscape. Así, el estilo indirecto fluye como una herencia directa del quehacer dramático de Jon Fosse, donde el monólogo teatral lidera y entreteje los afanes de los protagonistas. Un estilo indirecto entremezclado con episodios donde el monólogo interior y la corriente de conciencia reflejan la bipolaridad y esquizofrenia del protagonista. El ajuste entre el fondo y la forma me parece de premio Nobel.

"Netflix no sé si sería capaz de idear una serie con los datos que ofrece Wikipedia sobre Lars Hertervig, pero seguro que le resultaría imposible adaptarla a partir de lo escrito por Fosse en Melancolía"

Melancolía podría considerarse también una obra surrealista porque la enfermedad del protagonista demanda, desde un punto de vista formal, la exageración de la recursividad de la voz del narrador. Se despliega tantas veces y de tantas y diferentes maneras que las posibilidades de combinación entre enunciados quedan agotadas. Pura esquizofrenia, pero desde la forma. Esto es genial. A nuestra razón, según avanzamos en la lectura, le cuesta entender algunos párrafos y episodios de locura porque son eso, metáforas y símbolos que ingenia un enfermo mental y por eso abruman a nuestra lógica: cuando las telas, cuando las gaviotas, cuando la piel del párpado que crece, cuando unos ojos se convierten en ciénagas. Nuestra razón no soporta el despliegue de tanto tropo donde la reina es la bipolaridad.

Netflix no sé si sería capaz de idear una serie con los datos que ofrece Wikipedia sobre Lars Hertervig, pero seguro que le resultaría imposible adaptarla a partir de lo escrito por Fosse en Melancolía. En esta pequeña joya literaria, donde un padre puede aparecer debajo del agua fumándose una pipa mientras una babosa (y enferma) mente piensa cómo podría retorcer mejor un pezón de Helene, sucede la esquizofrenia.

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Autor: Jon Fosse. Traductora: Sofía Pascual Pape. Título: Melancolía. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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