Por primera vez en, más o menos, un lustro, como propósito de Año Nuevo, no me he marcado ningún objetivo profesional que suponga un ascenso en mi estatus periodístico/literario. Quiero decir: durante el curso —divido mi vida en cursos, como cuando era estudiante— 2019/2020, intenté escribir el mejor libro posible sobre Raúl del Pozo; durante el 2018/2019, conseguí entrevistar a Jesús Quintero —les parecerá una tontería, pero la interviú que le hice en Zenda fue la primera que El Loco de la Colina concedió en siete u ocho años—; durante el anterior, me ocupé de mi poemario de juventud —que hoy tanto modificaría, ay—, y así.
En general, las entrevistas y artículos que publico tienen como percha el lanzamiento de una novela o de un ensayo. Cuando estos caen en mis manos, los leo de principio a fin. Motivos: uno, por respeto al autor; dos, por respeto al medio que me da de comer, y tres, alérgico como soy a los remiendos y a los hilos sueltos, por tener bien controlada la situación. En estas, llevo desde finales de enero sin sumergirme en un libro por ocio —El cine según Hitchcock, de Truffaut, recomendado por el compadre Bunbury—: ha sido el negocio el que ha justificado todas mis lecturas de los últimos dos meses. Ojo cuidao: no me quejo en absoluto. Me encanta mi trabajo, creo que el periodismo es el mejor oficio del mundo, sólo valgo para esto, etcétera. Ahora, no voy a negar que, en ocasiones, le cae a uno una obra que invita a santiguarse varias veces antes de abordarla.
Me pregunto si he leído El Tercer País (Lumen, 2021), de Karina Sainz Borgo, por ocio o por negocio. Sabía que no podría entrevistar a la autora venezolana ni en Zenda ni en Libertad Digital —se me adelantaron, respectivamente y con brillantez, María José Solano y Luis Herrero Jr.—, ergo su lectura no tenía un requerimiento profesional. Por otro lado, una pulsión secreta e indescifrable —tome nota, señor psiquiatra— me exigía referirme, como fuere, a la última novela de mi compañera zendiana.
Total, que esta perorata que estoy soltando es la excusa barata e infame que he encontrado para poder escribir sobre El Tercer País. Sainz Borgo escribe a balazos, con estructuras cortas —ya sean frases, párrafos o capítulos— efectivísimas que atrapan y queman como tragos de absenta Rodnik. Austera en metáforas, cuando las utiliza, refulgen —la coprotagonista, Visitación Salazar, “tenía el aspecto de una Virgen morena extraviada en un basurero”—. En la novela, que transcurre en un escenario de violencia terrible e implacable, no hay rastro de sentimentalismo barato ni de piedad; sí episodios que supuran humanidad y una ternura desbordante. En un momento dado —permítaseme el spoiler—, Visitación y Angustias van a enterrar al hijo de una mujer ciega. La segunda reprocha el exceso de cuidados a la primera, y esta responde: “Parece mentira que no sepás lo que siente una mujer al enterrar a un hijo. ¡Que huela a jabón! ¡Que al tocar su pelo esté húmedo! ¡Como si acabara de salir de la regadera!”. La escena es impresionante.
La relación que forjan Visitación y Angustias, dos mujeres buenas, heridas y valientes, en un ecosistema de asesinos, caciques todopoderosos, alcaldes alfeñiques y terroristas “irregulares”, en el que los niños “abandonaban los estudios y acababan como sicarios”, en el que las galleras sustituyen a las escuelas y los paritorios parecen morideros, vertebra una novela magnífica que, en dos tardes, engullí con mucho gusto. Enhorabuena, querida K. No te ibas a librar de mí tan fácilmente.
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Autor: Karina Sainz Borgo. Título: El Tercer País. Editorial: Lumen. Venta: Todostuslibros y Amazon
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