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Una luz en alquiler

Con frecuencia, todos lo sabemos, el fin de una historia de amor lleva aparejada una mudanza. Nos vamos al mismo tiempo de esa relación y del lugar donde la vivimos, de forma que la separación física y emocional conlleva además un efecto secundario: la ocupación más o menos traumática de un nuevo territorio, de un espacio doméstico desconocido que inaugura el futuro que vendrá. Partiendo de las propias experiencias cada cual puede echar la vista atrás y trazar un itinerario personal compuesto por los distintos destierros de su propia vida que ha ido sufriendo y de las invasiones de otros hogares donde todo resulta extraño al principio que llegaron después. No es raro que en ese trance recurramos al pensamiento mágico y tratemos de convencernos de que el cambio forzoso de domicilio equivale a dejar atrás, instantáneamente, un periodo de la vida que se desea dar por zanjado. No es habitual, sin embargo, que se cumplan esos pronósticos tan optimistas y el corte por lo sano con el pasado sigue sangrando a veces, a menudo, o, en el peor de los casos, casi siempre.

"No deja de resultar encomiable la honestidad con la que la narradora asume las imperfecciones de su labor como madre, la aceptación de sus contradicciones"

Podría decirse que algo parecido le sucede a la narradora de Territorio de luz, la delicada novela de Yuko Tsushima sobre el abandono y la transición hacia otra vida de una joven japonesa que de pronto ya no es la esposa de nadie pero igualmente se ve obligada a afrontar un traslado en el que acarrea el dolor de la separación y una maternidad que la encadena para siempre al hombre que la dejó por otra. Es el libro de una transición silenciosa que se percibe a través de pequeños detalles en los que solo la protagonista parece reparar, a los que solo ella da valor. Pero la metamorfosis interna que va gestándose a fuego lento en el tercer piso al que se muda llega acompañada de una rebelión total del personaje, que transgrede a menudo cada límite que antes se le imponía. En este sentido, y teniendo en cuenta que la autora escribió la novela hace casi medio siglo, en el seno de una sociedad tan tradicional como la japonesa, no deja de resultar encomiable la honestidad con la que la narradora asume las imperfecciones de su labor como madre, la aceptación de sus contradicciones, del propio deseo sexual y de la necesidad de ser libre que pasa por no aceptar la vuelta del esposo, por mucho que a veces lo añore, ni la consiguiente resurrección forzada de su historia.

"El título del libro y el de capítulo inicial apuntan, pues, a esa casa, un territorio luminoso donde la protagonista vivirá sola por primera vez en toda su vida"

Así, en cada breve capítulo la protagonista, cuyo nombre nunca llegamos a conocer, va mostrando con una desconcertante sinceridad destellos de esa nueva etapa, tan extraña, en la que se entremezclan el disfrute de una libertad desbocada y el sufrimiento que ocasiona una soledad igualmente avasalladora. En el primero de ellos, por ejemplo, cuenta cómo elige mudarse a un bloque impersonal porque interpreta como una señal del destino el mero hecho de alquilar de una vivienda en ese edificio llamado Fujino, que es justamente el apellido de su ex marido, como si aún se resistiera a perder del todo el vínculo que tenía con él. El título del libro y el del capítulo inicial apuntan, pues, a esa casa, un territorio luminoso donde la protagonista vivirá sola por primera vez en toda su vida. La luz que incendia su enorme azotea se reviste de un valor simbólico, a priori positivo. Puede interpretarse que representa el consuelo que le queda a la mujer abandonada, que sigue avanzando poco a poco aunque la oscuridad envuelva sus pasos, pero también es una implacable reveladora de abismos. En el pequeño ático la joven irá protagonizando una pequeña odisea cotidiana, la de arreglárselas por sí misma para superar los innumerables obstáculos que aparecen en su camino cada día de la semana. La enloquecedora rutina de levantarse a tiempo para dejar a su hija en la guardería, llegar más o menos puntual a la biblioteca donde trabaja, mantener la cordura todas las tardes mientras calma los frecuentes berrinches de la niña entre las cuatro paredes en las que viven son solo algunos de ellos. A ratos se olvida de sus deberes como madre y trabajadora respetable, y entonces se abandona a sus impulsos, buscando recomponer su vida afectiva a base de salidas nocturnas furtivas, un exceso de alcohol y diversos amantes ortopédicos. Se convierte en una criatura errática que vaga cada tarde por la ciudad y arrastra su condición de madre a tiempo completo, asediada por los consejos de amigos y conocidos que le aconsejan que regrese con el esposo que la repudió, sin dejar nunca de buscar algo que no sabe a ciencia cierta qué es. Para seguir adelante se aferra al simbolismo de los sueños que la acechan cuando al fin se duerme, como si guardaran un mensaje oculto que debe descifrar al abrir los ojos por la mañana. Otras veces se refugia en la contemplación de la belleza de algunas cosas aparentemente nimias (la silueta de un solitario barco rosa avistado en el horizonte, el fuego casi artificial en su esplendor de una explosión en una fábrica cercana que rompe en dos la calma de una noche, los paseos de madrugada por el apartamento vacío del segundo piso), como si en cualquier momento pudieran salirle al paso señales que van indicándole hacia dónde dirigir esa búsqueda incierta. Lo onírico y lo prosaico, lo mínimo y lo trascendente se alían en ese conglomerado de imágenes y acontecimientos nimios que la asedian y que ella consigna con una prosa impresionista que en muchas ocasiones tiene la virtud de reverberar en el interior de quienes la acompañamos en la lectura, como si los destellos de vida y sueño que relata fueran también eco de los nuestros y alcanzaran a recordarnos instantes de la propia existencia, que habíamos olvidado. No se nos brindan una explicación prolija ni interpretaciones cerradas de esos sucesos minúsculos, de esas visiones, simplemente porque no es necesario. La intuición guía la creación del sentido y las palabras justas del personaje, ceñidas a lo que va aconteciendo, son capaces de encender todas las luces en esa casa abandonada que es a ratos nuestra memoria.

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Autora: Yuko Tsushima. Título: Territorio de luz. Editorial: Impedimenta. Venta: Todostuslibros

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