La vida, desde muy temprana, se pobló para mí de aventuras imaginadas. Pronto, las islas misteriosas y las selvas impenetrables fueron robando el protagonismo a los universos color de rosa que me estaban destinados. No sabía leer y ya me quedaba extasiada contemplando los grabados de los libros que acompañaron mi infancia y llenaron sus días de emoción e infinitud. Andando el tiempo, la vida me dio la oportunidad de hacer realidad aquellos sueños infantiles y, gracias a mi profesión, he podido recorrer paisajes afines a los que tantas veces transité con mi imaginación infantil.
Pasaron unos años y una nueva publicación me vino a refrescar la historia, que no había olvidado. Se trataba del libro The Discovery of Jeanne Baret, de Glinys Ridley, que vio la luz en 2007. Lo leí con interés y me fui forjando una imagen de aquella mujer que, contraviniendo las normas de su tiempo y sin permiso del rey, se embarcó en una aventura sin precedentes. Empecé a madurar la idea de narrar su historia.
El primer obstáculo con el que me topé fue la falta de datos. Ella no dejó nada por escrito y para recomponer su odisea debí echar mano de la mirada ajena: la de aquellos que compartieron su epopeya. Los diarios de viaje de los integrantes de la expedición, la correspondencia del botánico Commerson, así como las biografías disponibles de los personajes que jalonaron su vida, se convirtieron en el hilo conductor del relato, que me permitió trazar una cronología y llenarla de contenido. Para recrear el escenario debí recurrir a algún plano de la época, como el de Turgot de París (1734-1736) o el contemporáneo de Port Louis en Isla de Francia (actual Mauricio), y a los libros de viajes. Recuerdo ahora los de Roucher de 1788 y 1791, de deliciosa lectura, que me permitieron situarme en Batavia (actual Yakarta) y en Ciudad del Cabo en la segunda mitad del siglo XVIII. Los enciclopédicos tratados de geografía, de botánica y de navegación, así como los diccionarios náuticos o alguna cartilla marítima de los siglos XVIII y XIX me permitieron contextualizar la narración y huir de anacronismos. Sobre este mundo real debí crear algún personaje ficticio con vocación de arquetipo que me permitiera moverme con libertad literaria en los episodios menos documentados de la historia, y así lo hice.
Lo más fascinante para mí fue dotar a Jeanne Baret de vida, de sentimientos. Me embarqué con ella en una aventura de ciencia y descubrimiento, de mares y tierras inexploradas, y juntas, con la botánica como compañera, nos fuimos a dar la vuelta al mundo. Lograr trasmitir lo que ella pudo vivir y sentir, se convirtió para mí en el gran reto.
Tras escribir Sin permiso del rey, me siento una mujer afortunada. La literatura me ha permitido, ya adulta y tras muchos años de realidad, soñar de nuevo con aventuras extraordinarias que ahora suceden a través de la odisea de una mujer valiente y transgresora que, en una vida sin tregua, nos abrió caminos de libertad y esperanza. Se probó a sí misma y sobrevivió. ¿Se puede vivir mejor hazaña?
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Autora: María Teresa Telleria. Título: Sin permiso del rey. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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