El periodista Bru Rovira salta por primera vez al ruedo novelístico con Matar al director, una ficción en la que imagina el asesinato del director del diario más importante de Barcelona, y en la que pone al mando de la investigación a una mossa de esquadra, Matilda Serra, que había sido periodista, pero que cambió de profesión cansada de tanta irrelevancia.
En este Making Of, Bru Rovira desgrana la génesis de Matar al director (Navona).
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Después de más de treinta años trabajando como periodista, un día me llegó una propuesta de despido improcedente. “O te apuntas o irás en el próximo ERE”. El ERE estaba mucho peor pagado, así que me acogí al despido improcedente, como hicieron también tantos otros compañeros de tantos otros medios de comunicación que fueron purgados durante la llegada del periodismo digital y la remodelación de las redacciones.
Me encontraba en un buen momento profesional y mi ilusión era ir de corresponsal al continente africano. Decidí coger el dinero, arreglar mis asuntos personales y marchar a África por mi propia cuenta. Me instalé en Dakar, donde traté de ganarme la vida escribiendo un par de libros y algunas colaboraciones periodísticas. Pronto comprendí que fuera de una empresa sólida, el reporterismo es una ilusión. Ni ganas lo suficiente para costearte los viajes, ni tienes la libertad de escribir —y pelearte—, por tus temas. Comparado con una redacción, el mercado es un congelador. En una redacción al menos puedes —podían, dicen los que allí están— pelear tus temas. A menudo se pierde, pero se ganan muchas más batallas que siendo un freelance, obligado a vender tus textos para un comprador que no está dispuesto a discutir. En una redacción tienes, tenías, tus derechos.
Agraviado, cabreado, en Dakar empecé a escribir mi venganza: me iba a cargar a un director de un diario, y me iba a cagar en la madre que los parió a tots plegats. No tardé en descubrir, sin embargo, que el cabreo no funciona bien para la literatura. Al menos no me funciona a mí. Así que aquel proyecto se quedó en un cajón. Hasta que el Covid llegó a nuestras vidas y a mí me encontró con un nuevo tempo para la escritura, y el cabreo domesticado.
Un día, durante una comida con Sergi Pàmies y mi amigo, el doctor Jaume Ollé, —supongo que yo me estaría quejando por mi ego herido: “yo que he estado en tal y cual guerra, yo que patatím patatám…”— Sergi se me quedó mirando, circunspecto: “a ti —dijo— no te han despedido por lo que seas o dejes de ser. O por lo que escribas. Ni siquiera por lo que pienses. A ti te han despedido por el Excel”.
¡El Excel, claro!, se abrió la luz: unos tipos encorbatados, salidos de una escuela de negocios, generalmente jóvenes, a quienes nada les interesa ni nada saben del periodismo, les encargan “racionalizar” los gastos de un diario. Así que cogen el Excel. Empiezan a tachar nombres. Poco importa de quién se trate. Ni lo que haya hecho. Lo único que importa es “ahorrar”. El debe y el haber. “Tú no eres nadie, solo un número”, sentenció Pàmies. Tampoco importa si se trate de un diario, una empresa de baterías o una granja de vacas. A los hombres de la corbata solo les guía el Excel. (Recuerdo que mientras escribía, la antigua empresa pública francesa France Télécom fue absorbida por Orange. Hubo despidos masivos y varios trabajadores se suicidaron. “Si no sales por la puerta, tendrás que salir por la ventana”, le dijo uno de los hombres de la corbata a un trabajador reticente a firmar su propio epitafio laboral).
Matar el director empezó a encontrar su camino: hablaría del periodismo, de los enormes cambios sufridos en muy poco tiempo, de cómo el reporterismo y la información resultan demasiado caros y muy poco atractivos para el poder y el negocio que hoy domina los medios de comunicación. De cómo los viejos periodistas resultan demasiado torpes y recelosos para las redes sociales que mandan sobre los comprobados, el trabajo de campo, la investigación, la calidad literaria y el buen gusto.
Inventé una antigua reportera de guerra convertida en policía, Matilda Serra, personaje que me permitió desdoblarme y transitar al mismo tiempo por la Barcelona del barrio del Raval donde viví, los amigos de la época, los tertulianos de Casa Leopoldo y la peña La lamentable, mezclando una trama ficticia —el diario Las Noticias, su director, sus redactores, las relaciones con el poder, el asesinato…—, con unos personajes reales de la ciudad que, en el libro, salen con sus nombres y apellidos y tuvieron o tienen un peso importante en mi propia vida.
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Autor: Bru Rovira. Título: Matar al director. Editorial: Navona. Venta: Todos tus libros.
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