En El último lector, Ricardo Piglia escribió: «Quizá la mayor enseñanza de Borges sea la certeza de que la ficción no depende sólo de quien la construye sino también de quien la lee. La ficción es también una posición del intérprete». La novela de Javier García Cellino (La Felguera, 1947) titulada El cuarto hombre, es un ejemplo de la multiplicidad con la que el lector puede interpretar una ficción. Dependiendo de su bagaje literario podrá quedarse en una de las capas que la envuelve y con todas ellas disfrutará, aunque de un modo diferente.
Marcos es un policía disciplinado, discreto y eficaz al que acaban de ascender a jefe del Departamento de Homicidios en una ciudad norteamericana. Mientras mantiene un doloroso duelo por el fallecimiento de su pareja —que le lleva a un agradecido viaje por la memoria—, comienza a escribir una novela. La trama central de lo que escribe es el paradigma de la narración policiaca, manteniendo el suspense desde el principio. Todo gira en torno a una organización criminal liderada por Glendor que logra hacerse con el poder en la ciudad controlando grandes negocios y sometiendo con el miedo a otras bandas rivales. Utilizando flashbacks vamos conociendo los acontecimientos, los complots, los deseos y los miedos que fueron llevando a ese personaje, con su penoso pasado y su falta de escrúpulos, a reconducir su suerte y hacerse respetar por sus enemigos.
Pero esa lectura es quedarse solo en la superficie, porque es una novela que trasciende el género. La narración de García Cellino es un perspicaz juego literario que cuenta varias historias como si fueran una sola. Como en las muñecas rusas, un relato esconde otros en su interior y, a veces, tiene más peso lo metaliterario que la propia trama. Aquí, la ficción intrigante de crímenes bien contados solo es esa punta del iceberg que explicaba Hemingway, porque en el fondo subyace una trama más compleja en la que se van mostrando todas las dudas que surgen en todo escritor que asume la tarea de contar una historia: la búsqueda del estilo —esa segunda piel—, el planteamiento y psicología de los personajes o las diferentes posibilidades de enfocar la narración. Así deja al descubierto la cocina de la escritura cuya receta se va siguiendo a medida que avanzamos por sus páginas. En este juego de reflexión sobre la forma de abordar la obra literaria no faltan las alusiones a autores como Borges, Tabucchi, García Márquez, los hermanos Grimm, Kavafis, Onetti, Kafka o el propio Hemingway mostrándonos su actitud ante la escritura o, lo que puede ser lo mismo, ante la forma de ver y entender la vida.
En la narración podemos, además, apreciar constantemente la calidad del autor como poeta en momentos que iluminan la narración con sentencias de una inusual fortaleza. Los personajes se mueven con soltura y hay una fluidez en los diálogos que podría formar parte de un guión de cine. Tampoco falta un humor fino y bien dosificado. Con todo ello consigue que la narración descanse en determinados momentos, nos hace detenernos y nos permite saborear su lectura.
El cuarto hombre es, en definitiva, una novela de intriga, bien estructurada, que entretiene por su trama policiaca; pero es también una novela que nos muestra los andamios de su propia construcción revelándonos los mecanismos de la escritura. Creo que siempre veré a Javier García Cellino como el gran poeta que es, pero aquí nos demuestra, una vez más, que es también un magnífico narrador y que sabe utilizar los recursos llevándolos al límite en el arte de la ficción.
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Autor: Javier García Cellino. Título: El cuarto hombre. Editorial: Avant editorial. Venta: Todostuslibros y Amazon
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