Dos de mayo del año dos mil diecinueve. No es Mezquite pero podría: la misma tierra reseca, los mismos chivos que comen basura, las mismas tumbas polvorientas y esos dos niños muertos que una mujer guarda en unas cajas de zapatos. A ochenta kilómetros de la frontera, tengo la sensación de contemplar una imagen antigua, algo longevo como una tragedia o un dolor: el sufrimiento de los otros, la única noticia que nos llega de un mundo que en ocasiones nos resulta lejano, ajeno y hasta distópico. Es lo que tiene el Estado de bienestar, confunde.
De su marido no espera nada y por eso no lo echa en falta la noche en que desaparece. La verdad es otra y aún más grande: Angustias Romero ya no puede regresar —¿adónde si lo ha dejado todo atrás?— así que decide quedarse a vivir en el camposanto en el que sus hijos descansan. Tendrá que convencer a Visitación Salazar, un personaje estrambótico, excesivo, entre festivo y trágico, la síntesis perfecta entre piedad, compasión y resiliencia, una mujer que le permitirá trabajar, como mucho, a cambio de techo y comida. En el mundo en cuyos márgenes habita ella construirá uno propio.
Juntas, Angustias y Visitación forjarán algo parecido a una amistad. Se moverán en un territorio imaginario que bebe de aquel Comala de Juan Rulfo, remueve los resortes de la Antígona de Sófocles (por supuesto la de José Bergamín y María Zambrano también) y rastrea la estructura del viaje como gran alegoría literaria desde el inicio de los tiempos. Pensamos que habitamos un mundo inédito, cuando en realidad vivimos de prestado en una tradición. Desde Ulises, Eneas o Alonso Quijano hasta Emma Bovary, Hans Castorp o el joven capitán de La línea de sombra. Todos narran un viaje.
La particularidad de El Tercer País es el territorio donde ocurre: un lugar que separa la sierra Oriental de la Occidental; a los buenos de los malos; los vivos de los muertos o la verdad de la fantasía. A la manera de un western, El Tercer País narra la lucha de dos mujeres contra un paisaje hostil y violento en el que la única ley la dictan los que van armados y en el que el aguardiente, la droga y el tráfico de personas lo marcan todo. Ninguna de las dos se dejará intimidar por quienes intentan deshacerse de ellas. Ni Visitación Salazar, que tendrá que luchar por las tierras donde ha instalado su cementerio, ni Angustias Romero, que hará todo lo que sea para enterrar a sus hijos.
El Tercer País es una historia sobre la compasión y la piedad, sobre el sufrimiento del que huye y la desesperación del que escapa, pero también sobre la amistad y el coraje. Visitación Salazar y Angustias Romero pelean por la justicia en esa frontera dentro de otra en la que se juntan los vivos y los muertos, la leyenda y la realidad, el bien y mal. Son Antígonas en un territorio tiznado de polvo y miedo.
Aunque comencé a escribir El Tercer País en un mundo que aún estaba obsesionado por esquivar la muerte y la enfermedad, ya fuese escondiéndola o transformándola en un relato de una lucha que no es tal, el confinamiento que encerró a media humanidad a causa de la Covid aportó el silencio y la perspectiva suficiente para colocar en manos del lector una realidad que había olvidado por completo: la muerte está ahí, agazapada, completando la existencia como un punto final inesperado. Muchos dieron por hecho que enterrar a los suyos era algo normal, que se presuponía como parte de un duelo. La pandemia demostró todo lo contrario. Y como esa constatación hay muchas otras: el desposeimiento, la errancia, la urgencia de los que buscan un lugar para descansar en paz.
El siglo XXI está marcado por la migración: desde Siria hasta Centroamérica, desde México hasta Arizona, desde Venezuela hasta el Sur, pasando por Lampedusa, Siria, Gaza, los cayucos que desembarcan en Canarias desde Marruecos… Entraña una cierta frustración explicar que una novela es una novela. No imagino a Tolstoi haciendo la salvedad de que Ana Karenina es una alegoría o a Dostoyevski enumerando las razones por las cuales Raskólnikov asesina a la anciana. Las novelas no corrigen la realidad. No ejemplarizan. No lo han hecho jamás, así que voluntarismos los justos. Nos importan las travesías, y de eso trata El Tercer País, el largo trasiego de una mujer que quiere enterrar a sus hijos.
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Autor: Karina Sainz Borgo. Título: El Tercer País. Editorial: Lumen. Venta: Todostuslibros y Amazon
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