La última novela de Eva Piquer, Aterrizaje, cuenta la historia de una mujer que viaja a Islandia para fotografiar el fuselaje de un avión caído en la playa de arena negra de Sólheimasandur en 1973. Pero en el corazón de esta ficción late una segunda historia que habla del duelo, de la supervivencia y, sobre todo, de la necesidad de renacer.
En este making of Eva Piquer da alguna de las claves ocultas en Aterrizaje (Tránsito).
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La historia de Aterrizaje nace en un lugar que ojalá no conozcas. Un lugar inhóspito que no se menciona ni se ve ni sale en los mapas. Un lugar impermeable al ruido de la calle, a la vida que vive.
Me obsesioné entonces —la escritura, o por lo menos mi escritura, surge de la obsesión— con los accidentes sin víctimas mortales. Porque yo no estaba muerta, todavía no. Vaya paradoja: conocemos más detalles de los accidentes con muertos (el Titanic, el Challenger, el Concorde, Germanwings) que de los accidentes en que todos sobreviven para contarlo.
Supe por casualidad que existía un avión que había caído en Islandia en 1973. Se había estrellado en mitad de la nada y el fuselaje seguía en el mismo sitio medio siglo después, convertido en destino de turistas intrépidos. Se había estrellado, pero en cierto modo había sobrevivido. Localizar al piloto que comandó la nave durante aquel aterrizaje de emergencia no parecía imposible.
Ya tenía metáfora, ya tenía proyecto. Me fui a Islandia con tres desconocidos, me puse en contacto con Gregory Fletcher, llegó una pandemia, empecé a dar forma a la novela. Suena tan raro como inevitable: renací.
Aterrizaje narra un aterrizaje literal y un aterrizaje emocional. La construcción tras la destrucción, el resurgimiento tras la catástrofe. Gregory hace un pacto con la narradora que es también el pacto de la autora con los lectores de la novela: os contaré mi catástrofe como pueda y hasta donde pueda.
No somos las catástrofes que hemos sufrido, o no queremos ser las catástrofes que hemos sufrido, pero con frecuencia tenemos la sensación de llevar la catástrofe estampada en la cara. Nos confunden con ella, nos obligan a revivirla a traición. La superviviente más joven del Titanic, que solo tenía nueve semanas cuando embarcó y que perdió a su padre en aquel naufragio, dijo muchos años después: «A veces me miran como si yo fuera el Titanic».
La narradora de Aterrizaje se sostiene en los libros que lee. Olga Tokarczuk, Primo Levi, Simone de Beauvoir, Julian Barnes, C. S. Lewis, Anna Starobinets, Vivian Gornick, Kazuo Ishiguro, Paul Auster, Albert Cohen o Maria-Mercè Marçal son autores que la ayudan a aterrizar en el mundo de los vivos.
Podría contar más cosas, pero hay un esfuerzo de contención en Aterrizaje que no quisiera echar a perder ahora con más palabras de las necesarias. Me parece que la novela recoge todo lo que quería y podía explicar. Diría que es el mejor libro que he escrito, y creo que se acerca mucho al libro que me propuse escribir.
El piloto de mi novela saca una lección importante de su accidente: en una situación límite, solo debes preocuparte por seguir volando. Y a mí —la idea me da alas— me toca preocuparme por seguir escribiendo.
Continuará. Eso espero.
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Autora: Eva Piquer. Título: Aterrizaje. Editorial: Tránsito. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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