Hace 19 años que falleció la escritora estadounidense Lucia Berlin, pero aún hay textos por descubrir, y eso es lo que propone Una nueva vida, un libro hecho por su hijo Jeff Berlin donde encontrar quince relatos inéditos en español escritos por esta mujer «increíble» que nunca se sintió «víctima».
A Jeff, uno de los cuatro hijos que tuvo la escritora, hablar de su madre aún le cubre los ojos de lágrimas, pero en este caso son de alegría porque gracias a ella, y a sus escritos, ahora es un editor literario encargado de dar a conocer todo lo que aún no se ha leído de ella, como los relatos «Manzanas», su primer cuento, o «Las aves del templo», incluidos en este tomo (Alfaguara).
«Fue una mujer feliz, pero también tenía problemas porque su vida fue una locura. La gente solía pensar en ella como si fuera una mujer que tenía una vida llena de aventuras, pero realmente no lo eran porque de repente caía en situaciones que se iban haciendo peores. Para mis hermanos y para mí nuestra infancia fue como un estado constante de ansiedad», dice Jeff, actualmente jubilado y encargado de la obra literaria de su madre, en una entrevista con EFE.
Pero aunque en su infancia siempre estuvieron «mareados», con la sensación de «¿qué es lo siguiente que nos va a pasar?», siempre tuvieron claro que su madre fue una persona «honesta» con ella misma y con las personas que la rodeaban.
«Reconocíamos y respetábamos mucho su escritura, entendíamos lo bien que lo hacía. Es verdad que nos resultaba difícil leerla a veces porque era extremadamente personal, pero creo que ahora tenemos una perspectiva totalmente distinta», dice al tiempo que adelanta que ya prepara un libro sobre las «miles de cartas» que Berlin escribió a familiares y amigos.
Eso sí, hasta que este descubrimiento se publique, en estos nuevos relatos inéditos en nuestro idioma lo que podemos ver es a una Berlin en gracia, pese a que su vida fuera una cadena de malos trabajos, hombres que no la trataron como debían o, incluso, una violación siendo adolescente.
«Adorábamos a nuestra madre, desde luego, pero a veces la liaba un poco. No sabíamos si iba a desaparecer en medio de la noche, si iba a volver a casa, si la iban a arrestar, o si iba a perder su trabajo», recuerda Jeff sobre su infancia y adolescencia.
Aunque, reconoce, «hace falta ver la vida con distancia» para darse cuenta de que «Lucia Berlin tenía una cabeza brillante». Una mente de la que salían textos «extremadamente personales» porque todo lo escrito nace de su experiencia, como así pasó con su mayor éxito Manual para mujeres de la limpieza, donde retrata a esas mujeres que conoció cuando ella también se dedicó a este oficio.
«Vivía mucho las cosas en la vida y luego las intentaba poner en sus propias palabras», dice acerca de su fuente de inspiración, su vida, la de las personas que la rodearon, sobre todo mujeres.
Aunque Jeff afirma que su madre no se sentía feminista, porque pese a que la «trataron muy mal muchos hombres y gente de la familia» ella nunca se vio como una «víctima».
«Ella misma decía que lo que le pasaba era por su culpa. Pero era una mujer increíble, perdonaba a todo el mundo, perdonaba todo, no tenía muchos enemigos, no odiaba a sus padres, ni a sus maridos o novios, solo decía cosas buenas de absolutamente todos», matiza.
En concreto, una de los cuentos inéditos en español de Berlin que aparecen en este libro, «Manzanas», fue el segundo relato escrito por ella en 1957 —cuando tenía 20 años— para un curso de escritura creativa. Un texto que no gustó a nadie, pero siempre fue uno de sus favoritos aunque estuviera cargado de tristeza.
Y es en este punto de la entrevista cuando el hijo de Berlin encuentra una explicación a por qué su madre encontró tantas complicaciones para publicar su obra.
«Las agencias, las editoriales —lamenta— normalmente eran llevadas por hombres y no querían ni oír hablar de absolutamente nada de eso que mi madre contaba».
Ser feminista no es ser una víctima. Es tener conciencia de que todo lo que se ha conseguido y logrado en el plano de igualdad y respeto no se pierda. No hay que bajar la guardia. Siempre están los que quieren mandarnos a las labores del hogar, los que agreden a las mujeres por tener más fuerza y esa necesidad de ser más que alguien y los que piensan que nos estamos pasando con nuestros derechos o reivindicaciones. También están las mujeres infantiloides que de cualquier cosa hacen una cruzada. Sólo el sentido de lo ético y cuando esto sea algo endogeno en el ser humano algo ya muy procesado y asumido se podrá dejar de estar en guardia.