De Planilandia a la Cuarta dimensión (Atalanta, 2023) es una antología de textos, elaborada y presentada por Jacobo Siruela, que suscitará un interés erudito acompañado de un sutil disfrute, fundamentado muchas veces en lo exótico y lo anticuario, o una más que justificada inquietud, mezclada con una intensa fascinación, entre quienes reflexionen tras una atenta lectura. Porque esto va de “atravesar espacios prohibidos”: Otro Sol, otra Atenas…
A la vuelta del siglo este fluido magmático de lo dimensional, pronto magnético, se instaló sin solución de continuidad en el corazón de las “vanguardias”. En 1886 se publica Más allá del bien y del mal, de Federico Nietzsche (1844-1900), donde en el aforismo 146 se dice: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti”.
¿Y acaso no es la Cuarta Dimensión un abismo perpendicular a todas las líneas de nuestro espacio?
Sucumbamos a la necesidad de exponer algunos datos biográficos sobre estos tres miembros de la oscura congregación… Edwin Abbott Abbott (1838-1926), londinense que adquirió conocimiento de la cultura clásica en Cambridge, se ordenó diácono en 1863 para convertirse en sacerdote de la iglesia anglicana. Es conocido fundamentalmente como autor de la novela Planilandia (Flatland, 1884), que el lector encontrará como primera aportación de esta compilación, siendo también creador de una nutrida obra teológica. Planilandia conocerá un revival exitoso a partir de los años cincuenta del siglo XX entre los aficionados a la ciencia-ficción, donde será considerada un clásico.
En 1883 tuvo lugar la explosión del volcán Krakatoa. Edvard Munch (1863-1944), ya en la primera variante de su cuadro El grito (1893), recogió uno de los extraños efectos de esta catástrofe telúrica, sin precedentes en la Historia humana conocida. «De repente el cielo se tiñó de rojo y sentí el aliento de la tristeza».
Charles Howard Hinton (1853-1907) fue un matemático británico, autor de Scientific Romances. En 1880 escribió un articulo titulado ¿Qué es la cuarta dimensión? Fue el creador del término “teseracto” para referirse al hipercubo, un cubo de cuatro dimensiones. Practicó la bigamia: una de sus dos esposas era hija de George Boole (1815-1864), el creador de la lógica matemática… e inventó una máquina para entrenar a los jugadores de béisbol (pitching machine). Murió de manera repentina en 1907 en Washington, año en el que se publicó una narración suya que era continuación de la Planilandia de Abbott. En el libro que nos ocupa el apartado correspondiente a este autor lo constituyen unos extractos de su obra La cuarta dimensión, publicado en 1904. El mismo año que El libro de la ley, de Aleister Crowley (1875-1947) que anunciaba el nacimiento de un Nuevo Eón. Postulaba este último, profeta de las postrimerías, el Iluminismo Científico que sintetizaba en la frase «el método de la Ciencia, el objetivo de la Religión».
En 1908 tuvo lugar en Siberia el también muy sonoro evento, referencia al Krakatoa, conocido como “bólido de Tunguska”: probablemente la explosión de un meteorito, un ingenio espacial o un cometa que cayó del cielo en una zona boscosa despoblada. En todo este asunto de traspasar los límites del mundo espacial que conocemos nos encontramos sumidos, muy a nuestro pesar, en el ámbito mismo de la vibración.
Claude Fayette Bragdon (1866-1946) arquitecto, escritor, escenógrafo y teósofo estadounidense, con inclinaciones contemplativas, pronto se vinculó por su profesión al estado y la ciudad de Nueva York. Bragdon se apartó de las corrientes dominantes arquitectónicas de su tiempo por disentir con sus tendencias individualistas, buscando con su obra armonizar, a partir de la geometría regular y la proporción musical, para favorecer una “cultura democrática consensuada”. Defendió la ornamentación frente a los postulados del “estilo internacional”. Sobre esta cuestión, vinculada al diseño gráfico, produjo una obra peculiar de la que da cuenta el ensayo aquí publicado: La ornamentación proyectiva (1915). Su aportación, complementada por ilustraciones propias, es especialmente brillante. Atalanta ha publicado muy recientemente, procedente también de este autor, el ensayo La fuente helada.
Planilandia es una novela no demasiado extensa, muy amena, con una vena satírica evidente que gira en torno a los límites y a los superadores de límites. Los misterios de un mundo tridimensional, como se supone es el nuestro, enseñados a los habitantes de un mundo con dos dimensiones. Por analogía convenimos que hay un entorno cuatridimensional por encima y que las pasiones y vicisitudes del “cuadrado amigo” de Planilandia podrán muy bien ser las nuestras si entrasen en contacto con nosotros habitantes de una dimensión superior. La traslación del protagonista a dimensiones superiores tiene mucho de arrebato místico, el descenso de los seres de dimensiones superiores a la nuestra, a las inferiores (la lectura fuerza esta analogía), raya con lo monstruoso… pero lo peor está aun por llegar, ya que la realidad, tras este recorrido ficticio formateado como sátira pedagógica, puede muy bien ser contemplada como una variante de papiroflexia. Recalcar que “superior” no implica una mejoría cualitativa, solo un ordinal más.
No voy a reventar su lectura exponiendo el argumento. Es preciso indicar sin embargo la procedencia religiosa de estas ideas sobre la Cuarta Dimensión. Rudy Rucker, en su monografía La Cuarta Dimensión, cita a Henry More (1614-1687), platónico de Cambridge, como predecesor. More, para explicar las Formas del Divino, los espíritus y los ángeles, que se hacen presentes cada dos por tres a los hombres en nuestro mundo, imaginó el concepto de “spissitude”, una cualidad oculta en estas entidades citadas, a las que consideraba cuatridimensionales, no meras abstracciones insustanciales. Siguiendo a Rucker, destacar cómo August Möbius (1790-1868), erudito de la universidad de Leipzig e inventor de la “cinta” del mismo nombre, descubrió en 1827 que es posible convertir un objeto en su imagen en el espejo mediante una rotación hiperdimensional. Gustav Fechner (1801-1887), estudioso de la misma universidad y padre de la psicofísica, escribió en 1846 el ensayo Por qué el espacio tiene cuatro dimensiones. Pero quien llegó mas lejos fue Johann Zöllner (1834-1882), profesor de astrofísica también en Leipzig, que popularizó la noción de que los fantasmas procedían de la Cuarta Dimensión. Zöllner se interesó por estas cuestiones tras un viaje a Inglaterra en 1875, donde visitó a William Crookes (1832-1919), inventor del tubo de rayos catódicos (elemento decisivo en la historia de la televisión), que calificó al plasma como cuarto estado de la materia y era un decidido creyente en el espiritismo.
¿Todos ellos miembros de la Hermandad de la Sabiduría Estelar, de la que habla en varias de sus ficciones Lovecraft (1890-1937)?
En el ensayo de Quinton encontramos referencias a la electricidad, el magnetismo o la gravedad, así como a la filosofía de Kant (1724-1804). Quinton señaló a su editor que «en los simples hechos del mundo material hay una clara y evidente prueba de una existencia más elevada, de la que no somos conscientes en nuestra cotidiana vida corporal». Postuló, para mejor representar especialmente su intuición, una estructura cúbica compuesta por cubos de madera. 36x36x36: 46.656 poliedros.
Proyectó sobre cada cubo una cuarta dimensión rotatoria, imperceptible a simple vista y perpendicular a las otras tres direcciones. Quedaba abierto el camino al teseracto o hipercubo. La asociación de las caras de los ocho cubos, límite del teseracto, con determinados colores permiten a Hinton, lo explica minuciosamente, representarnos de modo febril los tránsitos de dimensión.
Se abría el camino no tanto para la conquista de los cielos como para confundirlos con la existencia, hasta entonces ignorada o secreta, de un altillo espectral. Lo que se ha dado en llamar “nueva física”, cuyas nefastas consecuencias no hemos hecho más que empezar a paladear, se deslizaba ya entre la floresta…
Recurramos a Rucker para ir aclarándonos. “El cubo es el rastro de un cuadrado que se mueve en un espacio de tres dimensiones. Y el hipercubo un rastro de un cubo que se mueve en un espacio de cuatro”. “¿Podría ser un hipercubo hueco de piedra la prisión de un ángel caído?”.
La reluctancia de Hinton a utilizar el concepto de lo espiritual, aunque afirmase que el alma existe y es cuatridimensional, y su deseo de aprehender el mundo superior de un modo “objetivo” son inquietantes, producto de una manera especial de entender determinadas imágenes pedagógicas de Platón. «Debemos aprender a reconocer las formas de los objetos en ese mundo de la humanidad superior… de modo que podamos aprender algo sobre su experiencia cotidiana, sus pensamientos acerca de los objetos materiales, sus máquinas».
¿Percibiríamos a un ente hipercúbico en nuestro espacio como un cuadrado de Malevich?
Hinton nos habla de un éter cuatridimensional del cual muy posiblemente sea originaria la materia. Nuestra relación con el espacio tridimensional es de confinamiento, debido a nuestra limitada condición física. Se abre el camino para la compresión interior del espacio y para la elaboración de una noción de “superespacio”. Ouspenski, citado por Rucker en su libro La cuarta dimensión (1908), señala: “Si existe la cuarta dimensión y nosotros sólo poseemos tres, esto significa que no tenemos existencia real y que sólo existimos en la imaginación de alguien, y que todos nuestros pensamientos, sentimientos y experiencia ocurren en la mente de algún ser de una dimensión superior, que nos imagina”. Borges (1899-1986) por entonces tenía nueve años…
Bragdon siente que carece de un lenguaje de la Forma adecuado a las necesidades de su tiempo, proponiendo la arquitectura y la ornamentación como dicho lenguaje. Con ello pretende atenuar el desierto urbano. Vincula los modelos ornamentales con los estados de ánimo psicológico y considera que edificar y embellecer van de la mano. La ciencia, proclama, ha pasado de la acumulación de los hechos a la contemplación de misterios. La materia es hiperdimensional y confía en pasar de la aprehensión sensorial a la mental. Para Bragdon el teseracto ilustra la perspectiva de la perspectiva. La ornamentación proyectiva que propone, basada en poliedros y poliedroides, se manifiesta en nuevos patrones decorativos. Numerosas y sofisticadas lustraciones de estos patrones se encuentran, como hemos señalado, en su aportación. La influencia de los cuadrados mágicos, de formas surgidas de los juegos de cordel, de nudos entrelazados… a veces presentes en las cruces célticas, por poner algún ejemplo, dan cuenta de su propuesta. Todo ello relacionado con la armonía cósmica y el problema filosófico del orden del mundo.
Un arte del futuro que lo abarque todo y que sólo podrá desarrollarse por medio de la cooperación de muchas mentes es el leit motiv de su trabajo. «La ornamentación proyectiva, por derivar directamente de la geometría, tiene una naturaleza universal y es una nueva expresión de la verdad trascendente. No es un compendio patrones, sino un sistema para crearlos».
Nos movemos en el horizonte de una simbología profunda no de convenciones. La percepción crea, la percepción tiene un destino, cita a Emerson (1803-1882).
¿Cómo puede una nueva belleza nacer en el mundo si no es por medio del despertar de una nueva percepción?
Las propiedades del espacio y su conexión con dimensiones desconocidas nos pueden permitir mediante la ornamentación despertar la belleza durmiente…
Como señalaba Lovecraft:
«Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares del infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de sus disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas. Algunos teósofos han sospechado la majestuosa grandeza del ciclo cósmico del que nuestro mundo y nuestra raza no son más que fugaces incidentes…».
Y ahí lo dejo.
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Autor: Edwin A. Abbott, Charles H. Hinton y Claude Bragdon. Título: De Planilandia a la Cuarta Dimensión. Editorial: Atalanta. Venta: Todostuslibros.
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