La escritora Elia Barceló se encuentra enfrascada en la redacción de una serie negrocriminal ambientada en un antiguo balneario de talasoterapia a orillas del Mediterráneo. Serán cuatro libros, uno por estación del año. Es más, la autora decidió que cada uno de esos títulos rendiría honores a una tradición de la novela negra distinta. Ahora publica la segunda parte.
Elia Barceló lo explica en este making of sobre Amores que matan (Roca).
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Cuando en julio del 2020, después del confinamiento del coronavirus que nos tuvo encerrados en casa durante cuatro meses, conseguí por fin llegar a España a pasar el verano, como llevo haciendo desde que me trasladé a vivir en Austria en 1981, el impacto del clima y la vegetación del Mediterráneo fue incluso mayor de lo habitual. Siempre he sido muy amante de la luz, los árboles y las flores de la zona en la que nací y me crie, y el contraste con la región alpina en la que vivo hace que la nostalgia sea aún más intensa, a pesar de que la primavera en los Alpes es también un espectáculo para los sentidos.
Ese verano, nadando de espalda bajo un esplendoroso cielo azul en el que se recortaban las siluetas de las palmeras, nació en mi mente la idea de Santa Rita, un antiguo balneario de talasoterapia inaugurado en 1862, que a lo largo de los últimos ciento cincuenta años había pasado por varias fases —sanatorio de reposo para enfermedades nerviosas, hospital psiquiátrico femenino, manicomio de mujeres— siempre bajo la dirección de la familia Montagut. En esa gran casa, ahora propiedad de su última descendiente, Sophia O’Rourke, una escritora nonagenaria hispano-británica, vive una variopinta comunidad de personas de todas las edades —desde el pequeño Sergio, de tres años, con su madre, hasta gente de setenta y tantos, pasando por un grupo de universitarios de veinte—, unidos entre sí por el amor a Santa Rita, sus jardines y su forma amable y transgeneracional de vivir.
Es en ese ambiente, pura exaltación del Mediterráneo, donde decidí colocar una serie de crímenes “a mi manera” y, a la vez, un poco “a la manera de”. Mi plan era —y sigue siendo, porque Santa Rita es un work in progress— dedicar una novela a cada una de las cuatro estaciones, de modo que hubiese un crimen en cada una de ellas y unos cuantos secretos del pasado que se irían desvelando a medida que avanzan las novelas. Es decir, que en cada estación la parte presente muestra un asesinato recién cometido en el entorno de Santa Rita y la parte del pasado nos lleva una generación más atrás conforme avanza la serie, hasta que, en la cuarta, la correspondiente al invierno, se llegue a la fundación de Santa Rita y a los orígenes de muchos de los misterios y secretos que he ido dejando abiertos en cada una de las novelas de la tetralogía.
Y para hacérmelo un poco más difícil y lúdico —confieso que me encantan los juegos literarios— decidí que cada novela se inspiraría —de modo más bien vago, pero como guiño reconocible— en una conocida tradición de la novela negra, en una autora o autor, o en un personaje famoso en el género criminal.
Muerte en Santa Rita fue la primera novela de la serie, la de primavera, y se publicó en 2022. En ella se presenta a muchos de los personajes que acompañarán a lectoras y lectores durante tres novelas más. El guiño, como no puede ser de otro modo nada más leer el título, es a Agatha Christie.
La que presento ahora, Amores que matan, es la número dos de la serie, la novela de verano. En ella he decidido rendir homenaje a uno de mis referentes en la ficción criminal —el teniente Colombo—, de modo que quien la lea sabrá desde casi el comienzo quién ha cometido el crimen, y la tensión se deriva de si la policía será capaz de probar su culpabilidad y cómo. En esta historia, la parte del pasado sucede en 1930 y tiene relación con un misterio que se desarrolla en el mundo del arte, concretamente a través de unos cuadros de la escuela expresionista de Der blaue Reiter (El jinete azul), obra de Vasili Kandinsky, Aleksej Jawlensky y Marianne von Werefkin, artistas que existieron realmente y algunas de cuyas obras el lector interesado podrá admirar en el Museo Thyssen-Bornemisza, entre otros lugares.
No es necesario haber leído la primera novela para entrar en la segunda. He procurado dar suficiente información para que quien la lea no tenga la sensación de haberse perdido algo y me he preocupado también de que no haya detalles que puedan destripar el misterio de Muerte en Santa Rita si alguien quiere leer la primera después de haber leído la segunda.
Para Amores que matan me he documentado profusamente sobre el expresionismo alemán y he trabajado en especial sobre la obra y la vida de Marianne von Werefkin, porque me parece muy importante que el público conozca también la existencia de al menos alguna de las grandes artistas mujeres que han existido y que la sociedad patriarcal en la que vivimos ha intentado borrar de nuestro recuerdo.
En la novela las lectoras y lectores encontrarán de nuevo a los personajes de Muerte en Santa Rita tres meses más tarde y podrán ir siguiendo su evolución, mientras descubren a algunos nuevos y a otros que en la primera novela eran secundarios y aquí cobran protagonismo.
Uno de los elementos centrales que me propuse desde el comienzo de la creación de esta serie y que pienso mantener hasta el final es que la víctima del crimen siempre es un hombre. Al cabo de tantísimas lecturas de género negro en las que se mata a mujeres jóvenes y bellas de las formas más crueles y desagradables que se le han ocurrido al autor o la autora, yo me he propuesto asesinar a hombres que, además, de un modo u otro “se lo han merecido”, y con esto me refiero a que su muerte no nos causa a las lectoras y lectores demasiada lástima, porque su comportamiento ególatra, o maligno, o manipulador, los había abocado a una muerte violenta. Es uno más de mis juegos literarios que, además, permite reflexionar sobre ciertos comportamientos y juicios sociales de nuestro mundo actual.
En resumen, puedo decir que en Amores que matan nos encontraremos con una novela negra, pero luminosa, que sucede en pleno agosto, con sus palmeras y buganvillas, sus fiestas y sus comidas; donde los investigadores son policías serios y buenos profesionales, pero que no sufren de depresiones, ni alcoholismo, ni tienen grandes traumas, ni se obsesionan con los casos que llevan hasta destruir su vida y la de sus familias, como suele ser el caso en la novela nórdica. Hay humor, amor, odio, crimen, secretos y misterios antiguos que proyectan su sombra sobre el presente, referencias a otras obras literarias y pictóricas, fiestas, comidas, y muchas flores.
Yo he disfrutado muchísimo escribiéndola y espero que quien la lea se sienta transportado al Mediterráneo y disfrute de una especie de “vacaciones criminales”.
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Autora: Elia Barceló. Título: Amores que matan. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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