Entre 1957 y 1966, Samuel Beckett escribió cuatro textos menores que fueron a parar a su libro titulado Residua. Los residua venían a ser los materiales que sobraban tras las transformaciones alquímicas, algo así como una basurilla cósmica o las volutas de serrín que se le caen al carpintero mientras trabaja. Parece que el filósofo esloveno Slavoj Žižek quiera ir por este camino cuando nos explica lo que son sus “enjutas” filosóficas, y cita un fragmento del cuento de Beckett en la introducción de este libro que ha traducido Damià Alou. El concepto tiene miga: “El término “enjuta” se originó en la arquitectura (donde designaba la superficie angular curvada que dejaba en un cuadrado el círculo inscrito en él) y luego se lo apropió la biología evolutiva, donde indica los rasgos de un organismo que, más que como adaptaciones, surgen como subproductos que no suponen un claro beneficio para la salud y la supervivencia del organismo”, rasgos que luego se convierten en factores imprescindibles para el desarrollo de la criatura concreta.
Incontinencia del vacío, decíamos, es un tratado que se propone unir la reflexión política y económica con la sexual y psicoanalítica. Estas zonas intermedias entre disciplinas que se han relacionado poco entre ellas forman las “enjutas” de evolución conceptual que se proponía salvar y explorar el autor. Este como cemento intersticial ha sido organizado básicamente dos partes: una dedicada a la actualización de Lacan, y otra dedicada a Marx. Por lo tanto, repetimos, Žižek no ha elaborado un libro menor o recopilatorio, como los residuos de azogue o plomo de los alquimistas, sino una reelaboración de dos clásicos como fue, por ejemplo, Spinoza subversivo (2000), de Antonio Negri. Aquí hay más estructura y arquitectura de la que el autor declara en el prólogo. Arquitectura y hormigón subversivo que pesan y conforman un libro nutrido y generoso, y especialmente denso.
Confieso que hay dos cosas del pensador esloveno que me hacen poner cara de Spock: una, su profecía de que el comunismo llegaría inmediatamente después de la pandemia, popularizada hace dos o tres años en redes; la otra es Lacan, que no es santo de mi devoción. Sin embargo, las obras de Žižek tienen una virtud muy estimable: son buenas brújulas a la hora de intentar entender dónde estamos, y por qué. De la ontología y de la revisión de Marx descendemos al pasado reciente para intentar comprender qué está pasando, qué nos está pasando, o qué se nos está pasando, porque Žižek realmente elabora visiones originales sobre fenómenos recientes, y esto no es decir cualquier cosa, es decir que siempre es capaz de superar los tópicos y brillar con ingenio propio, como un sol y no como una luna. Veámoslo: “La Revolución Francesa se convirtió en un acontecimiento de la historia mundial de importancia universal solo gracias a su repetición en Haití, donde los esclavos negros llevaron a cabo una triunfal rebelión con el objetivo de fundar una república libre igual que la francesa; sin esa repetición, la Revolución Francesa habría seguido siendo un suceso idiosincrásico local. Lo mismo se puede decir del gobierno de Syriza en Grecia: se convertirá en un acontecimiento universal solo si pone en marcha un proceso de “repetición”, de movimientos semejantes que ocupen el poder en otros países; de lo contrario, no será más que un fenómeno griego local”. Esto fue escrito en 2017, ha llovido mucho y mal, y ya Žižek era bastante pesimista para con las izquierdas europeas. Basta echar un vistazo sobre la crítica a los “liberales de izquierdas” que dicen escandalizarse del trato que reciben los refugiados de guerra sirios, porque su timidez hipócrita no hace más que alentar los populismos racistas (pág. 220). Como es notorio, los ultranacionalismos racistas son el auténtico enemigo del pensador esloveno, así como el capitalismo irracional que amenaza con devorar todas las ideas y sentidos comunitarios para dejarnos sin ideas y sin capacidad de reacción.
Y aquí es donde seguimos: en un escenario especialmente confuso para una izquierda varada que no sabe hacia dónde caminar, porque ha caído en lo que Hegel llamaba “Alma Bella”, es decir, catedraticismo estético. ¿Qué hacer? Algunas ideas: “Lo que Badiou está diciendo aquí es exactamente lo contrario del ‘Atrévete a ganar’ de Mao: debería darnos miedo ganar (hacernos con el poder, fundar una nueva realidad sociopolítica) porque la lección del siglo XX es que la victoria acaba en restauración (regreso a la lógica del poder estatal) o queda atrapada en el círculo infernal de la purificación autodestructiva”… “Purificación autodestructiva” que parece ser el emblema de la izquierda inquisidora de hoy… “Por eso, Badiou propone reemplazar la purificación por la sustracción: en lugar de “ganar” (hacerse con el poder) hay que mantener cierta distancia con el poder estatal, crear espacios sustraídos al estado, pero, ¿es adecuada esa solución?” (pág.345).
La discusión está servida. Franco “Bifo” Berardi parece coincidir con Badiou cuando propone una noción de “comunismo” que renuncia a “transformar”, que sólo “interpreta”, para que nadie caiga de nuevo en la tentación de restaurar algún tipo de razón totalitaria desde la izquierda. ¿Es el futuro de la izquierda radical convertirse en una especie de vigilancia civilizatoria con poder de presión? Por lo demás, encontraremos aquí a Žižek en estado puro: un excurso sobre la física cuántica de Bohr, junto a los referentes saltarines de siempre: Mao, Sade, Stalin, Lenin, Wagner, Kant, Benjamin, Deleuze, Alenka Zupanzic,… Los sospechosos habituales.
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Autor: Slavoj Žižek. Título: Incontinencia del vacío. Traductor: Damià Alou. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.
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