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Veinte años de viaje en diez días

Veinte años de viaje en diez días

Veinte años duró el viaje de Mark Twain y veinte también los del propio río Misisipi, aunque lo que se relate aquí, en esta deliciosa edición de Reino de Cordelia con las ilustraciones de la edición original, de 1883, transcurra solo durante unos diez días. Porque aquí el viaje son en realidad esas dos décadas que pasan entre la última vez que el entonces aún desconocido escritor lo surcó y el momento en que, ya famoso, decide volver a bajarlo. Mientras tanto, ambos han cambiado: el autor y el río, que lo ha hecho no solo por las razones políticas mencionadas en la contraportada —la postguerra de Secesión— sino también económicas e incluso biológicas. Así, numerosas son las ocasiones en este segundo trayecto en que Twain cree que una ciudad aparecerá a la izquierda cuando de repente aparece a la derecha; desconcertantes también los momentos en que augura que está a punto de verla cuando ya la ha pasado.

El río también ha cambiado: lo han hecho cambiar sus corrientes y, claro, también la evolución económica que ha experimentado. Atrás han quedado los barcos de vapor, jubilados por el ferrocarril, como antes retiraron aquellos a las barcazas. Twain descubre con estupor entonces que el mundo en el que se crió no solo ha desaparecido ya sino que duró apenas unos años, los de su propia juventud: “El tráfico de barcos a vapor en el Misisipi nació alrededor de 1812; al cabo de treinta años había alcanzado unas proporciones impresionantes y ¡en menos de treinta más estaba muerto! Una vida curiosamente breve para una criatura tan majestuosa”.

"El prestigioso escritor que ahora es Twain no deja de asombrarse ni una sola vez por todo lo que va viendo"

Todos esos cambios otorgan a este gran reportaje una tensión hipnótica, como la que va de la vigilia al sueño y de este a aquella y vuelta a empezar. El prestigioso escritor que ahora es Twain no deja de asombrarse ni una sola vez por todo lo que va viendo, por lo que se mantiene intacto —poco—, por lo nuevo —aunque tiznado ya del carbón que todo lo deja antiguo— y por lo que se intuye que está por venir. Porque lo que en el fondo constata en su viaje es que este río, que ha venido a considerarse “el cuerpo de la nación”, aunque cambiado, sigue estando muy vivo y sigue alimentándose de lo que siempre lo había nutrido: por supuesto, de esas aguas cenagosas que, como muy bien se aprecia en estos textos, corre también por las venas el autor de Las aventuras de Huckleberry Finn —obra que, por cierto, escribiría después de su reencuentro con el río—, pero, sobre todo, de las múltiples y multiformes historias, anécdotas con vocación de parábola, que jalonan también estas páginas, muchas de las cuales escuchó tal cual Twain en su juventud, mientras que otras se le revelan ahora como maravillosa, proféticamente deformadas.

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Autor: Mark Twain. TítuloLa vida en el MisisipiEditorial: Reino de Cordelia. Venta: Todostuslibros y Amazon

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