Fue el premio Nobel de la Generación del 27, y quizá el miembro de la misma más apegado a los movimientos de vanguardia europeos que los precedieron, particularmente al surrealismo. Reproduzco Ven, siempre ven, de Vicente Aleixandre.
Ven, siempre ven, de Vicente Aleixandre
No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente,
tu encendida frente, las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún me da se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después
a ya una dura vida de lucero.
No quiero que vivas en mí como vive la luz,
con ese aislamiento de estrella que se une con su luz,
a quien el amor se niega a través del espacio
duro y azul que separa y no une,
donde cada lucero inaccesible
es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.
La soledad destella en el mundo sin amor.
La vida es una vívida corteza,
una rugosa piel inmóvil
donde el hombre no puede encontrar su descanso,
por más que aplique su sueño contra un astro apagado.
Pero tú no te acerques. Tu frente destellante,
carbón encendido que me arrebata a la propia conciencia
duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,
de quemarme los labios con tu roce indeleble,
de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.
No te acerques, porque tu beso se prolonga
como el choque imposible de las estrellas,
como el espacio que súbitamente se incendia,
éter propagador donde la destrucción de los mundos
es un único corazón que totalmente se abrasa.
Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro
que encierra una muerte;
ven como la noche ciega que me acerca su rostro;
ven como los dos labios marcados por el rojo,
por esa línea larga que funde los metales.
Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante
que luces como una órbita que va a morir en mis brazos,
ven como dos ojos o dos profundas soledades,
dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.
¡Ven, ven muerte, amor; ven pronto, te destruyo;
ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;
ven, que ruedas como liviana piedra,
confundida como una luna que me pide mis rayos!
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