Berna González Harbour, Belén Macías y Gerardo Herrero se encuentran en una conversación zendiana para hablar de cine. Tienen entre manos la adaptación cinematográfica de Verano en rojo, novela de González Harbour, que inició la saga de la comisaria María Ruiz.
Herrero cuenta en su currículo con la adaptación de conocidas obras literarias, como Territorio comanche (de la novela de Arturo Pérez-Reverte), La playa de los ahogados (basada en la novela de Domingo Villar), y tiene en su haber, por poner solo un ejemplo, la celebérrima adaptación de El coronel no tiene quien le escriba, en manos del director Arturo Ripstein.
Verano en rojo, cuyo rodaje está previsto para el verano de 2022, se sumerge en el difícil terreno de los abusos a menores. Reunidos Berna, Belén y Gerardo, hablamos del estado de este proyecto y del envés de una producción que nace desde las páginas de una novela.
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—Belén Macías: La historia parte de la lectura del libro, al leer la novela y ver todos los elementos que tenía y que, particularmente, me interesaba llevar a la pantalla. Una protagonista femenina: estupendísimo. Es una mujer muy fuerte, con un gran problema detrás, un trauma. Es algo que me parecía fundamental para tirar del hilo y darle un vuelo al guion. Y, sobre todo, lo que cuenta: una historia de crímenes que me interesan por el trasfondo que tienen, que es ese velo de la Iglesia colocado durante tantos años. Tenía todos los elementos, nos pusimos en contacto y se la hice llegar a Gerardo, al que también le interesó.
—Gerardo Herrero: Una de mis películas favoritas de estos últimos años es Spotlight. Me pareció que esta historia que me presentaba Belén tenía elementos para ser una película muy interesante, y desde el punto de vista visual me lo parecía también. De personajes y de trama está muy bien. Cada vez me interesan más las historias de personajes que de tramas. En esta novela todo estaba bien: personajes, trama y tema. Vengo de hacer una película con Uribe, que me ha hecho conocer bien a los jesuitas. Es una película que narra el asesinato de los jesuitas en El Salvador. Hace treinta años los mataron. Ha tenido lugar hace poco el juicio en España.
—Berna Gónzalez Harbour: Ellacuría.
—GH: Ellacuría, efectivamente. Por tanto, había hecho una relación muy fuerte con los jesuitas. Yo no tengo relación con los curas desde la época del colegio, entonces me había dado cuenta de que en algún momento, además, había hablado con ellos del tema. Tienen una comunicación perfecta. Ya quisieran muchas empresas españolas parecerse a los jesuitas. El tema me interesó por eso. Hay que tener en cuenta que Belén y yo habíamos trabajado ya juntos. Me gusta cómo dirige. Belén es una persona agradable, defiende sus ideas y es razonable para trabajar. Esto es algo muy importante para un productor, poder meterte en un proyecto en el que creas que quien te va a acompañar un año de tu vida (porque más o menos el tiempo que dura un proyecto es un año) sea alguien con quien te entiendes. Y a eso le sumas que la novela es estupenda….
—BGH: Pues a mí me resulta muy interesante esta fusión de tres espíritus libres que somos muy distintos, provenimos de distintas profesiones: productor, directora de cine, novelista y periodista… y cómo nos fusionamos en torno a un proyecto único y remamos juntos en ese proyecto. ¿Por qué me hace ilusión? Como escritora, lo sabéis, la escritura es un trabajo muy solitario y personal. Eres tú con tu ordenador, con tus libretas, de madrugada, a las seis de la mañana, en pijama, con el café… Y cuando empiezas a salir de ese círculo de aislamiento y conoces el trabajo de la edición, las opiniones de mi agente, que ha puesto esto en marcha, de los amigos, de los círculos que empiezan a ser concéntricos, pero también a extenderse cada vez más, y llegan a los editores, a los libreros, al público… Y que llegue a una cineasta a la que además admiro. He visto películas tuyas soberbias, muy íntimas. Creo que podemos cuadrar porque eres una cineasta de personajes, efectivamente, de historias muy compactas en torno a personalidades; y un productor se interesa… Se ha concitado una ecuación que va a dar un resultado distinto. Yo tengo asumido que la película no será la novela, pero me he leído ya el guion. Se está trabajando con varias versiones que van avanzando y siempre me siento identificada. Encuentro mi novela, Verano en rojo, en tu guion. Tengo asumido que la película es tuya y la novela es mía. Pero es verdad que este tema de la Iglesia, del velo… Yo no quería hacer una novela de pederastia, sino del velo que ha tapado la pederastia. Fijaos que estamos hablando de 2010-2012, y luego ha eclosionado todo. Es un tema que ha surgido ahora, a partir de las investigaciones en Estados Unidos, en España… Creo que se han ido dando muchos factores en esta ecuación que han casado bien.
—BM: El velo de la pederastia y también de los abusos. En la siguiente versión del guion quiero incidir un poco más en las conversaciones de ellos. Esto es algo que hemos hablado con Gerardo alguna vez. Prácticamente la inmensa mayoría de la población se ha enfrentado de alguna manera, se ha librado o ha entrado o ha estado a punto de ser una persona abusada, en diferentes grados. Esta es una reflexión interesante en la que quiero incidir en esas conversaciones de la protagonista con sus compañeros. No sólo la Iglesia, sino el hecho del abuso. Yo soy autora también de los guiones de mis películas. Tengo clarísimo que tenía que respetar, por supuesto, el espíritu de esa novela, porque era lo que me había llamado a mí la atención. Necesitaba que esa protagonista tuviese una vida personal, que no estuviese tan centrada (como en la novela) en esa culpa, en ese trauma, porque creo que eso no la haría atractiva al espectador si arrastramos en un relato de hora y media todo ese sentimiento. Creo que el que ella tuviera una vida personal basada en todo lo que sobre ella hemos leído le daba un poderío como personaje que es muy atractivo.
—GH: Eso también lo comenté. No es una novela que habla de la pederastia solamente. Es bonita esa imagen del velo de la pederastia. Además, está todo encuadrado en una investigación, una investigación desde el punto de vista de la policía y desde el punto de vista del periodista. Ahí se unen dos temas que me interesan: me gusta mucho el thriller (he hecho mucho thriller como director y como productor) y me gusta que no sea el único tema. No es esa película que va a hablar de los abusos, está dentro de una investigación de una serie de crímenes que hace que sea interesante y sea una película entretenida, algo vital para que una película tenga recorrido de mucho tiempo. Esta película no tendrá solo el recorrido del estreno: habrá pases de televisión, y creo que a lo largo del tiempo puede quedar como una producción que haya mostrado la España de una época, el verano de un Mundial. Esto es algo que me persigue, Berna, voy a estrenar otra película también ambientada en el verano de otro Mundial.
—BGH: ¿Pero de otro?
—GH: Sí, de otro. Mucho más atrás. Ese es el cóctel de ingredientes que hace que los tres tengamos el mismo interés, las mismas ganas de contar esta historia.
—BGH: Esto sucede con el trasfondo de los cuartos de final, semifinal y final del Mundial de 2010, el que ganó España en Sudáfrica, un momento en el que Madrid parece que está impoluto, todo el mundo pendiente de la Copa, de celebrarlo; las preocupaciones de la policía únicamente son que no haya muchos desórdenes por la celebración del Mundial y, de repente, aparece un cadáver en el Parque Juan Carlos I. Belén ha dotado a María Ruiz, a mi protagonista, de más vida privada, que se aclara más desde el principio que en mi novela. Verano en rojo, mi novela, es la primera de una serie que ya lleva cuatro títulos. En la novela está planteado de manera que siempre se intuye que hay un secreto, se ve que hay secreto en torno a la vida de María, pero está enfocado a que va a haber más entregas. Pero esto es una película única, un producto especial, único en sí mismo. Belén ha introducido más esa vida desde el principio.
—BM: El hecho de que esa mujer sea madre y que las víctimas sean adolescentes y estén cercanos en edad a su hijo hace que le ataña todo muchísimo más. Le da una preocupación. Esta preocupación aún la vamos a matizar más en la siguiente versión del guion. Fíjate hacia dónde lleva el relato: el monstruo va hacia lo que es más sagrado para ella, lo que ella más quiere. Y la pone en peligro. Eso hace que nosotros como espectadores suframos, sintamos más lo que ella sufre, lo que le está pasando.
—BGH: Esto afecta a todos, como dice Gerardo. Al final esta historia parte de un suceso real (no hubo asesinatos, pero sí abusos) en el que a un profesor de gimnasia, que era un hermano religioso de una congregación, le fueron trasladando de colegio en colegio cada vez que había denuncias de abusos. Le enviaron de Bilbao a Vitoria, de Vitoria a Madrid y, finalmente, la congregación religiosa le exilió a América Latina y es, creo recordar, en Chile donde la policía le pilla por un intercambio de archivos pederastas. Tenía grabaciones de niños de varios colegios españoles. Atañe a todos, a padres: a profesores, a congregaciones… porque ese señor durante muchos años estuvo grabando a niños. Cuando había rumores, o alguien decía algo, le cambiaban de colegio. Por eso hablamos del velo. La gente no va a encontrar nada explícito, sino que es el velo, la hipocresía que cubre este tipo de situaciones y que atañe a familias, a niños, a profesores.
—BM: El alcance, como ha hablado Gerardo, es muy importante. Hay muchas películas sobre la pederastia. ¿Habéis visto El Club, de Pablo Larraín? Es una película salvaje.
—GH: Cuando hablabas de lo de Chile, es precisamente donde acaba. Es brutal.
—BM: Es brutal. Es una película que hay que ver como ejercicio cinematográfico. Es maravillosa. Son cuatro exiliados, cuatro personas acusadas de pederastia, que están en un acantilado, en una casa en un pueblo de Chile. La película narra la convivencia y cómo aparece, de pronto, uno de los niños abusados, totalmente ido, y cómo se establece una relación entre ellos. Es una película durísima, pero es muy necesaria. Esa no es la idea de esta película. Esta película, Verano en rojo, quiere tener un alcance para todos los públicos y convertirse en un lugar para la reflexión, no solo de la Iglesia…
—BGH: Es muy social.
—BM: …sino también de lo que significa, cómo está desprotegida la infancia. Por eso para mí era importante que la protagonista tuviera que aferrarse a una vida familiar, porque si estaba sola la capa no le traspasaba. Es importante que a la protagonista le traspase y le afecte personalmente. Los directores siempre nos identificamos. Siempre lo digo: Urbizu, por ejemplo, sus protagonistas tienen la imagen de José Coronado. Me identifico con la comisaria Ruiz en todo, en cómo he criado a mi hijo, cómo lo he sacado adelante…
—BGH: Esta comisaria Ruiz va a ser el resultado de Berna y de Belén.
—BM: Sí. Eso son las adaptaciones. Yo lo que quiero es que tú estés satisfecha en el hecho artístico. Que no nos pase como, por ejemplo, en El resplandor. Kubrick hizo una película y Stephen King la odió.
—BGH: O Javier Marías, que llevó a juicio a Gracia Querejeta y a su padre. Ella era la directora y él el productor.
—BM: Sí, es verdad, El último viaje de Robert Rylands.
—BGH: Eso es. Esta es mi primera experiencia con el cine y me ha sorprendido mucho para bien la gran diferencia. Lo que a los escritores nos cuesta crear una atmósfera, por medio de varios párrafos. No puedes decir: «María entra enfadada». No. Al revés, hay que crear una atmósfera, transmitir estados de ánimo… Cuesta un montón de palabras. Me encanta ver en el guion que dice: «María entra enfadada» [risas]. Son dos mundos absolutamente distintos. Lo veo con curiosidad. Otro tipo de escritor igual no lo ve con la misma curiosidad. Entiendo que puede haber autores que sientan resquemor. Yo no, lo estoy viendo con curiosidad intelectual, con placer intelectual, viendo que además lo estás respetando… Me siento reconocida en las distintas versiones. Luego puede haber pequeñas cosas que podemos arreglar.
—BM: Claro, pero eso lo tenemos que hacer después.
—GH: Para introducir algo de polémica en nuestra conversación, Belén al principio me dijo que quería que tú, Berna, estuvieras contenta, y yo dije: «Bueno, hasta un punto», porque tú tienes que defender lo que quieres hacer.
—BGH: Es un punto equilibrado.
—GH: Le dije que faltaba algo de la parte personal del personaje, porque en todas las películas se necesita que del protagonista conozcas más allá de sus asuntos profesionales. Creo que está muy bien: para mí es un guion que ha ido mejorando mucho en el proceso creativo y que todavía tiene para mejorar…
—BM: Claro.
—GH: Belén me ha enviado unas notas de cómo mejorar el guion que me han parecido muy buenas. Se incorporó además un guionista…
—BM: Sí, Elio.
—GH: …que está haciendo un buen trabajo de mejora. Al fin y al cabo, la película es una cosa distinta al libro. Tengo muy buenas relaciones, tengo muchos amigos escritores, mantengo amistad con los escritores con los que he hecho alguna película. Hay un punto en que tienes que hacer propia la historia. Belén tiene que hacer propia la historia, y ya es su película.
—BGH: Es su película.
—GH: Es su película. Berna, tú eres partícipe como lo soy yo. Es su película.
—BGH: Eso lo tengo claro, ya lo digo, y lo sigo con curiosidad. Dicho eso, sí me importa, de hecho, me encanta, que se mantenga el título.
—BM: Sabía que era importante
—GH: Además es bueno, es un buen título.
—BM: Es que hay una película de género que se llama Verano rojo. Si ahora lo buscas es muy probable que encuentres esa película.
—BGH: Estuvo a punto de caer el título. No solo es que me importa el título, es que además reconozco la historia, ahí están Alejandro, Samuel… Los personajes están, el espíritu está, ese espíritu de thriller social. Todo eso está. Está el carácter de María, su relación con el comisario Carlos, con el periodista Luna, con Tomás… Las relaciones básicamente están, y bien. Ahora deseo verla.
—BM: Y el equilibrio de la Iglesia: hay personajes maniqueos, tenemos al padre Damián. No son todo monstruos, ni mucho menos, solo es un sector, un 7 o un 9% de la gente, y el resto no. Eso es importante para que la gente religiosa y cercana a la Iglesia no se vea ofendida. Hay un documental muy interesante en Netflix, Examen de conciencia, que habla de esto. El hilo conductor es un chico abusado por uno de los monjes de Montserrat. El monje más entusiasta, el monje que los llevaba más de excursión y que cantaba con ellos.
—BGH: En España, a diferencia de otros países, las víctimas no han podido salir porque esto lleva un trauma terrible. En otros países sí se fueron formando asociaciones de víctimas y aquí no. Ha costado mucho. Este chico por fin ha creado una asociación de víctimas. Aquí está todo todavía por descubrir. En Francia acaban de publicar un informe independiente…
—BM: Pone los vellos de punta.
—BGH: Aquí es la Iglesia la que lo investiga. Todavía nadie se ha atrevido a hacer un informe independiente. La Iglesia no lo permite y el Gobierno no lo ha impuesto. Por eso es una historia que tendrá recorrido, es una historia larga, porque esto ni ha empezado en 2010 ni acaba en 2021 o 2022 cuando salga la película.
—GH: Y está muy presente en la sociedad. Hace poco salió un editorial en El País hablando del tema.
—GH: En los periódicos está, y está en la sociedad. Se habla de este tema, del que antes no se hablaba. Todo eso dentro de la investigación de la novela. Es muy original que te hayas planteado dos investigaciones, por parte de una policía y por parte de un periodista, que además conectan.
—BM: En el guion son tres puntos de vista: el punto de vista de ella, el de Elena y el del monstruo. Una de las cosas más difíciles de la adaptación para mí ha sido eso, quitar esas voces anteriores y aunarlas en su espíritu: como descripción de personaje, cómo se comporta, qué relaciones tiene… hemos tirado también del superior, del padre Clemente. Lo de Francia el otro día lo pensaba y decía: «Madre mía, cuántas familias, cuántas personas han tenido que rehacer su vida con ese trauma». Estamos hablando de 500.000, ¡una barbaridad!
—BGH: Fijaos que Vargas Llosa en sus memorias, El pez en el agua, cuenta un episodio leve, si se puede decir eso, un episodio único con un sacerdote. Ahora que volvió a salir ese tema, a raíz de unas declaraciones que hizo se ha armado más escándalo, porque ahora hay más sensibilidad. Él mismo intenta quitarle importancia. Sin embargo, vemos cómo le ha condicionado la vida porque es algo que nunca pudo decir a sus padres, que le cambió su visión de la Iglesia católica. El impacto de un solo episodio, que no llegó a más, le cambió la vida. Imaginemos todas las situaciones que son continuadas, son personas que han quedado totalmente tocadas. Esta asociación del chico de Montserrat de momento es un latido casi personal.
—BM: Fíjate la responsabilidad de la imagen, la responsabilidad que tenemos. Este chico, que es psiquiatra infantil y trabaja en Londres, cuenta en el documental que viendo una serie de televisión le llegó el recuerdo y el trauma de nuevo. Nosotros con esta película es un poco lo mismo. Es una responsabilidad grande y creo que interesantísima.
—GH: Pensando en esta producción, la verdad es que yo he adaptado muchísimo como productor, como director… De hecho estoy trabajando en un proyecto con un antiguo periodista de El País, Tomás Bárbulo, que publicó una novela que me ha encantado. Estamos en el proceso de escritura de guion con una guionista; le mando páginas del guion para que me pase notas, porque hay mucha información que él tiene más como periodista que como escritor, lo cual me sirvió mucho para el proceso de escritura. El proceso de relación del cine con la literatura es inevitable. Habrá muchas películas, series, basadas en novelas y otras que no. Es muy normal que sea así. En España pasaba mucho lo de la autoría de los directores, ese querer hacerlo todo, pero yo creo que muchos directores con sensibilidad, como el caso de Belén, se han dado cuenta de que formando un equipo tienen a veces más posibilidades de que ese proyecto salga bien, que de eso se trata. Veo a los escritores como colaboradores, su aportación es a veces de detalles. Por eso, Berna, todo lo que tú quieras aportar…
—BGH: Claro.
—GH: No te cortes. Después ella asumirá lo que le interese o no, pero eso es muy normal y va a seguir pasando. En Hollywood hasta Faulkner escribía guiones. Y mira que su literatura no es muy visual. Chandler sí que lo era.
—BGH: Truman Capote fue un gran guionista. Creo que debe de tener más guiones que novelas. Siempre se ha dicho que son peores las películas que las novelas, pero he estado repasando: El hombre que pudo reinar, de John Huston, El Señor de los Anillos, Doctor Zhivago, Millennium, Mystic River, Trainspotting, El talento de Mr. Ripley… Mr Ripley tiene varias adaptaciones. La de Jude Law sí me gustó, es una buena adaptación.
—GH: ¿La de Alain Delon? Era estupenda.
—BGH: Sí, la vi hace poco. ¿No os gusta la de Jude Law?
—GH: También, pero creo que no son las novelas de Highsmith que más me han gustado. Estaba bien.
—BGH: A sangre fría tiene una peli que está muy bien. No ha sido tan famosa como la novela…
—BM: Mira L. A. Confidential, salió un peliculón. Ellroy también escribió guiones.
—GH: Es una gran película.
—BGH: Es una obra maestra la novela y una obra maestra la película. Por ir a lo español, tenemos Los santos inocentes, un pedazo de novela y una gran película que pasa a la historia del cine.
—BM: ¡Treinta películas hizo Mario Camus!
—BGH: ¡Un grande!
—BM: Estuve el otro día con Sigrid Monleón, que ha hecho un documental sobre él. Ha estado un año yendo a entrevistarlo a Santander.
—BGH: ¡Qué bueno!
—BM: Volviendo al proyecto de Verano en rojo, una de las cosas que ha quedado fuera es la voz interna del personaje. Berna se detiene muchísimo en narrar cómo se sienten los personajes, y eso lo tengo que condensar en momentos de vida donde todo se arrastra. Esto es una cosa complicada. En el caso de Berna, como ella iba y venía constantemente con la voz interna de los personajes, la línea de investigación, si la dejas, queda un poco previsible: “Llegan, encuentran una cosa… encuentran otra pista”. Ese es el trabajo más complicado, y por ello he llamado también a Elio, para que todas las pistas de la investigación no sean previsibles, no te lo esperes. En la novela no pasa: lees y de repente estás con Luis Ángel y con su mundo, su infancia, los recuerdos de su padre…
—BGH: Es una novela muy coral. Va saltando de voces.
—BM: Nosotros no contamos eso, contamos la línea de investigación, y si la saca de ese contexto está todo dado. Esa es otra de las dificultades que nos hemos encontrado. Pero con las diferentes versiones vamos afinando. Ahora estamos con la parte del monstruo, que se tiene que asentar algo más. Ella ya está brillante, ¿te parece?
—BGH: Sí.
—BM: Nos falta también lo de las casualidades. El cine de Medem está lleno de casualidades y él fuerza y juega con ellas. Pero muchas veces las casualidades, a nivel narrativo, restan en vez de sumar. Quiero limpiar un poco eso: que Luna no tenga a la víctima trabajando con él, por ejemplo.
—BGH: ¿Qué queda fuera? La literatura. Entra otra disciplina artística, el cine. Con un mismo elemento son dos obras de arte distintas.
—GH: Dos lenguajes diferentes. A veces los escritores se ponen muy nerviosos cuando les quitas cosas, pero es que las tienes que quitar. Nosotros también tenemos unas reglas: debe durar entre hora y media y dos horas como máximo. Tienes que eliminar cosas, quieras o no quieras, pero tienes que hacerlo. El director quiere exprimir el jugo al libro, pero no contar el libro. Tiene que ver con lo que te pide el guion.
—BM: Sí, pero en este caso la historia es tan potente que he querido respetar todos los personajes dentro de una ficción que sea atractiva. No quiero inventar nada, ya está inventado. Hice una primera versión pensando en ti, Berna.
—BGH: Pero nos íbamos a tres horas. Estaba todo.
—BM: Entonces te das cuenta de que no puede ser.
—GH: Espero que cuando hagamos la película a Berna le guste y le guste sobre todo al público.
—BM: Lo que tiene que venir es al rodaje, para que siga viendo el proceso.
—BGH: Yo, encantada.
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