Oh, si estás otra vez por aquí, lector. No sabes la alegría que me produce tenerte por aquí de nuevo. Aunque a veces no sé si preocuparme, pues no sé si lo que buscas es encontrar la clave para cometer ese crimen perfecto. Antes que nada: no, no existe. Espero que sigas ahí.
Si es así, querría agradecerte tu fidelidad. Tus preguntas en los comentarios, tu interés por un tema cada día más mancillado por series, películas y cómo no, literatura. Como soy un escritor complaciente y me has hecho muchas preguntas interesantes, lector, trataré de responderlas. Pero como siempre con mi toque. Sea cual sea.
Creo que, siguiendo los pasos lógicos, hoy sería conveniente saber algo más de la labor de la Policía Científica en la escena.
Antes que nada querría comentar algo que a su vez me comentó un lector. Este lector conoce de primera mano el trabajo en la escena del crimen y me ha contado que muchas veces ni se sigue el procedimiento establecido y que aquí os cuento. Supongo que esto es como todos los trabajos, al final son personas las que lo realizan y en ellas está el seguir los pasos obligatorios o no. Me comenta que en muchos casos ni se colocan el traje estéril obligatorio, que los primeros en entrar —aunque esto es de lógica, para constatar qué ha pasado— son los propios agentes patrulleros y que muchas veces se contamina así la escena, o que la autoridad del juzgado ni se persona. Obviaremos todo esto con el único fin de conocer el verdadero procedimiento, el que se debe hacer y en muchos casos se hace. Aunque sí, me enfada que no se haga el trabajo de manera correcta. Recordemos que en este preciso punto puede radicar la diferencia entre atrapar o no a un asesino —o en algunos casos, atrapar al correcto—.
Procedamos pues con parte del trabajo de la Policía Científica.
—Entraremos a oscuras y permaneceremos así todo el tiempo, como buenos detectives que somos.
Es raro no toparse con esta escena en tv, cine o papel —el autor se encarga de sumergirte en esa negrura que experimenta el detective o inspector de turno—. Siempre se entra a oscuras. Además, al parecer siempre los crímenes se cometen a oscuras, pues no creo que el asesino se entretenga en bajar las persianas y preparar el ambiente para la posterior investigación. Eso nos hace pensar, también, que matar con luz y claridad está mal visto en el mundillo de los psicópatas.
Obviemos todo esto.
¿Qué tiene de cierto que la Policía entre a investigar a oscuras y con linternas?
La ficción nos lo muestra como algo casi necesario. No lo es. No pasa nada porque se entre con toda la claridad del mundo, con las persianas levantadas hasta su tope y con las luces encendidas. ¿Esto quiere decir que se desmitifica del todo?
No. Ni mucho menos.
Hay una técnica de búsqueda de pruebas en la que la poca luz favorece su realización. Y sus resultados. Te pongo en situación con un ejemplo. En el salón de tu casa, coloca una moneda —si puede ser lo más pequeña posible, mejor— encima de algo y que a su vez se tenga un foco de luz encima. Ahora sal de la estancia y vuelve a entrar. Tú ya sabes dónde está esa moneda y tu vista se irá hacia ella. Pero si una persona te acompaña y no lo sabe, su vista no se irá directa hacia ella. ¿Esto por qué es? Porque la luz da directa encima del objeto y no proyecta sombra alguna. Al ser tan pequeña, es lógico que esa persona no se fije a no ser que pases tan cerca de ella que sea inevitable. Si pruebas a hacer lo mismo con la luz apagada —o con una luz muy tenue— y al mismo tiempo con una linterna, cuando la luz de ésta dé en la moneda, la sombra que proyecta sobre el objeto que descansa se verá de forma evidente, aunque sea pequeña.
Esto, traducido al mundo de la búsqueda de pruebas, rastros o evidencias se traduce en que se pueden ver objetos, por pequeños que sean —hablamos de incluso cabellos, restos de fibras o lo que tu mente sea capaz de imaginar—. Para su más fácil encuentro, la técnica que se utiliza se la conoce como “Técnica de luz rasante”, y consiste en acostar la linterna para que la luz proyecte de forma casi paralela a la superficie y así sea más sencillo el encontrar rastros.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Se desmitifica o no?
La parte en la que lo hace obligatorio, sí, nos la cargamos. No, no hace falta entrar con esa oscuridad y trabajar todo el rato con ella —hasta la labor del forense la hace con esa iluminación—.
Pero como ves, hay una técnica utilizada con esa poca luz en la escena, por lo que no podemos desechar del todo esa imagen del investigador —en este caso sólo la Policía Científica, no el inspector—, linterna en mano, en busca de algún rastro para analizar.
Puede que no haya profundizado demasiado todavía en la labor de la Policía Científica, pero me parecía un aspecto interesante para analizar y que podría romper muchas imágenes mentales. Cómo no, en la próxima entrega seguiré con la labor de estos jabatos y veremos las distintas formas de recoger muestras en la escena —huellas, el mitificadísimo ADN y otros rastros—. Espero que sigas ahí. Y sobre todo, que me comentes qué te ha parecido el artículo. See you soon.
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