Oh, qué alegría, lector. ¿Ya han pasado dos semanas desde nuestro último encuentro? Quizá sea cierto eso que comentan de que el tiempo pasa volando cuando disfrutas. Y sí, yo lo estoy haciendo gracias a vuestras lecturas y comentarios. En este artículo quiero abordar un tema que daría para muchos textos, por lo que toca sintetizar y dároslo todo comprimido en uno solo. Es un tema de por sí, quizá, ya demasiado mitificado. Señoras y señores, con todos ustedes: el ADN.
Y es que nuestro amigo Ácido Desoxirribonucleico aparece en toda novela, en toda serie de televisión o en cada película en la que hay investigación policial. Es un recurso que sirve, en muchísimos casos, para resolver crímenes imposibles y que nos da una información valiosísima sobre quién o quiénes pueden ser los autores de un crimen. Es, digamos, como nuestro código de barras. Único.
Pero como siempre hago en esta sección, trataré de desmontar algunas de las afirmaciones que se nos muestran y que nos hacen creer que todo es tan fácil y tan bonito. Y como siempre también, lo haré a mi manera. Que vuelen los dados.
—¡Oh, un cabello! ¡Ya tenemos ADN del asesino!
Con esto hay que llevar cuidado. Trataré de explicarme de manera coherente para no dar lugar a confusiones. Para extraer ADN de un pelo, éste tiene que tener la raíz intacta pues la muestra sólo se puede extraer de ahí. Y además en muy poca cantidad si comparamos el tamaño de ésta con el resto del pelo. Es por eso que para poder tener una fuente fiable de extracción, necesitamos que el pelo sea arrancado, ya que de esta forma se arranca también la raíz. Los que caen por su propia naturaleza, en muy raro caso lo hace con la raíz, por lo que nos muestra el género policial en la ficción, no es del todo así. Que sí, que se generaliza para no ser tan tiquismiquis. Pero yo sí lo soy, jeje, si no, no estarías leyendo estos artículos.
—Este vaso tiene ADN porque el asesino bebió en él.
Igual que antes, este supuesto es digno de matización. Sí, un vaso en el que se ha bebido puede tener ADN. El problema es que muchas veces nos lo muestran tratando de explicar que el ADN se encuentra en la saliva del maleante. No, nada más lejos. El ADN se encuentra en las células de la propia boca, en constante renovación. La saliva contiene esas células y de ahí se obtiene la muestra necesaria. Seguro que muchos recordáis —aunque creo que todavía hay— los sellos que hemos puesto toda la vida en las cartas. Pues bien, el ADN que queda incrustado en ellos cuando los chupamos son las propias células de lengua. Puede parecer lo mismo que decir que el ADN está en la saliva, pero como veis, no es así exactamente. El ejemplo de la saliva no es aplicable al semen, por ejemplo, ya que éste, además de contener células de aparato reproductor es capaz de tener ADN de por sí, ya que el esperma tiene un perfil similar al del propio individuo que lo ha generado.
Ya que me he extendido en este ejemplo, os diré que también se puede extraer ADN de la médula de los huesos de un individuo. Esto es muy útil para la identificación de cadáveres que han sido encontrados muchos años después —incluso con las técnicas más avanzadas se ha logrado extraer ADN de Neanderthales—.
—Toma, una muestra de ADN, mientras tomo un café, dime quién es el asesino.
Este es, quizá, el error y mito más común extendido dentro del mundo del ADN. Y es que la televisión ha hecho mucho daño en este aspecto —te reconozco que yo mismo caí en este error cuando escribí mi segunda novela: La profecía de los pecadores—. Parece ser que el criminalista de turno le da la muestra al trabajador del laboratorio —normalmente con una pinta de rata de biblioteca que tira para atrás (sin querer ofender a nadie, pero es así)— y mientras el primero utiliza el súper ordenador de cientos miles de dólares que reconstruye un rostro entero en menos de dos minutos a partir de un milímetro de piel que se ha encontrado en la escena y que se ha aumentado de repente al clavar él su vista —ufff, necesito respirar—, el del laboratorio le da los nombres y apellidos del malhechor que resultaba ser el primo del hermano de la cuidadora de los hijos del vecino del abuelo de la víctima. Y todo así.
No.
Los análisis de ADN no duran tan poco tiempo.
En la actualidad, tener identificado un perfil en condiciones puede tardar un par de días si hace de manera correcta. Después de la toma de muestras, debe extraerse el ADN y purificarlo, para a continuación cuantificarlo para saber cuánto tenemos, ya que debemos trabajar en un rango determinado, para evitar falsos negativos o sobreamplificaciones. Una vez cuantificado, se debe amplificar, y finalmente pasamos a la fase de detección, en la que se obtienen los resultados que tienen que ser analizados por los especialistas y con los que confeccionan el informe pericial. Otro cantar es que cuando la muestra llega a laboratorio, en la mayoría de casos y a no ser que sea de extrema urgencia hacerlo cuanto antes, se suele dejar aparcada por la cantidad de trabajo que hay y suele salir de ahí con resultado pasado, fácilmente, uno o dos meses —esto también es debido, a veces, a que los especialistas hacen varias revisiones para su cercioramiento definitivo—.
Los cotejos de ADN suelen hacerse a tres niveles. Para ello, se utiliza un programa llamado CODIS —COmbinated Dna Index System, cedido por el propio FBI a las fuerzas del orden de España—, que sirve básicamente para buscar coincidencias entre perfiles. Estos tres niveles son:
1) A nivel interno, como os he comentado en lo del primer día, para descartar posibles contaminaciones por los propios trabajadores.
2) A nivel local, con todas las muestras que tienen los cinco laboratorios de ADN en España la Policía Nacional, o el que tiene la Guardia Civil en Madrid. Dependiendo de qué entidad esté trabajando.
3) A nivel estatal, con los laboratorios de genética forense acreditados de todo el territorio español. Es decir, Mossos d’escuadra, Ertzaintza, Policía Foral de Navarra, el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y Guardia Civil o Policía Nacional, dependiendo de quién esté haciendo la búsqueda. En este mismo nivel, saltarían también las coincidencias con los laboratorios firmantes del tratado de Prüm, como pueden ser: Francia, Alemania, Austria, Lituania, Portugal, Reino Unido, etc.
Tras hacer los cotejos pueden pasar varias cosas:
- a) Que no salte ninguna coincidencia, por lo que se trata de un cotejo negativo.
- b) Que salte una o varias coincidencias con otras muestras desconocidas (dubitadas), lo cual no nos aportaría el nombre del asesino, pero a efectos de investigación nos puede dar muchas pistas de cómo, dónde y cuándo ha actuado esa misma persona.
- c) Que salte una coincidencia con un perfil conocido o muestra dubitada, es decir con una reseña genética de la persona que se haya grabado en el aplicativo con motivo de una detención previa. Este tipo de coincidencias son las más valiosas, ya que no sólo ubican al asesino como la anterior, sino que, tras el intercambio de información, aportan los datos de filiación.
Como puedes ver, este artículo ha dado mucho de sí hablando de una sola cosa. Y, como digo, está muy sintetizado ya que esto abarca muchísimo. No quiero despedirme de ti, amable lector, sin dar las gracias a la persona que ha hecho posible este artículo con una fidelidad y rigurosidad que hasta asusta. Muchas gracias, @AgenteSmint, porque no sólo me estás ayudando con esto, sino que además lo estás haciendo para que mi próxima novela plasme de manera fidedigna el proceso policial de la investigación de un asesinato. Y, joder, yo sin darme cuenta te acabo de dar una pista sobre de qué irá mi próximo trabajo editorial. Ahora imagina que en un próximo artículo se me escapa el título de la novela… Espero que en el próximo no me pase…
Por lo demás, nos podemos ver, si quieres en Twitter, donde encantado atenderé tus críticas —y si me alabas tampoco te voy a poner trabas, jaja— y responderé a todas tus inquietudes. Recuerda, es @BlasRGEscritor.
Nos vemos pronto, amigo. Lleva cuidado de dónde dejas tu ADN.
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