Muy buenas, querido lector. Una vez más nos vemos las caras y me apetece, antes que nada, darte las gracias por tu respuesta al artículo anterior. Fue una auténtica locura las muestras de cariño por tu parte. Además, ver que esperas con expectación mi nueva trilogía de novela negra me da alas para seguir volando. No sabes lo importante que es eso.
Pero, cambiemos de tema radicalmente. Vamos a lo que nos ocupa, que es seguir hablando del procedimiento policial real. Hoy te traigo algo que estoy seguro que te va a sorprender. Ya me darás la razón en cualquiera de mis redes sociales, ya verás.
Para meterte de lleno en el meollo, no se me ocurre mejor ejemplo que nombrarte una película que hizo famoso lo que te voy a contar. ¿Recuerdas El silencio de los corderos? Si no la has visto, para de leer, póntela y después sigue leyendo. No es indispensable para entender el artículo, pero, joder, es que te estoy hablando de una de las mejores películas de la historia del cine —puede que a ti no te lo parezca, pero, ¿quién está tecleando? Muha. Jajajaja—. Bueno, que me voy, aparte de mostrarnos a un Anthony Hopkins legendario y a una Jodie Foster inigualable —no, en la de Hannibal, Julianne Moore ni le hace sombra—, nos topamos con un rol policial del que poco habíamos oído hablar hasta la fecha. La agente especial Clarice Starling trabajaba en la unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI.
Pero, ¿qué es eso? El propio nombre dice mucho de ella, la unidad de Ciencias del Comportamiento se dedica a fisgonear por los recovecos del cerebro humano en busca de características que le hacen actuar de una forma u otra. ¿Y esto es útil en la lucha contra el crimen? Por supuesto, entender qué es lo que lleva a alguien a cometer un determinado acto te puede llevar a intuir, nunca saber a ciencia cierta, cuál será su siguiente movimiento. Dicen que nos movemos por una serie de patrones según nuestra forma de actuar, y eso es, precisamente, lo que la unidad de Ciencias del Comportamiento se dedica a estudiar. Desde su nacimiento, en la década de los 70, se dedicaron a estudiar y recopilar información de los criminales más complejos de la historia, con ello elaboraron una base de datos con características comunes por un lado y únicas por otro, que les sirvieron para establecer pautas de comportamiento en futuros casos. Y vaya si dio resultado.
Y, esa Unidad, ¿está presente en España?
Sí, desde 2011. Se les conoce como SAC (Sección de Análisis de la Conducta) y es una unidad muy pequeña dentro del Cuerpo Nacional de Policía. Y digo pequeña porque a fecha de hoy la integran cinco personas. ¿Pero cómo nació? Era evidente la necesidad de crear una unidad especializada en comprender no sólo el cómo, sino el por qué de ciertos comportamientos criminales. Es por eso que en el año 2011 y tras una larga lucha del que ahora es su inspector jefe, Juan Enrique Soto, se logró que el Ministerio del Interior aprobara la formación de la unidad. Cabe destacar que todos sus miembros son policías y psicólogos, un requisito necesario para poder formar parte de ella. Gracias a la investigación que estoy llevando a cabo para la nueva trilogía, he tenido la oportunidad de charlar con él y conocer más a fondo el funcionamiento de la SAC. Creedme, es alucinante.
Para entender lo apasionante de su trabajo, hay que obviar que, por desgracia, se ocupan de psicopatías. Sé que no es fácil hacerlo, pero hagamos el esfuerzo de centrarnos en la parte positiva de su trabajo. Una vez lo conseguimos, debemos entender que lo que hacen es meterse en la propia cabeza del criminal gracias a la recreación de sus propios actos. Y es que, además de las evidencias físicas que se dejan en una escena, como hemos visto en artículos anteriores, también se pueden dejar evidencias conductales. Esas evidencias son vestigios psicológicos que quedan reflejados en el modo en el que el criminal comete su delito. Eso puede abarcar desde la víctima elegida —en caso de homicidio, agresión u otro tipo de incidente con personas de por medio—, el lugar donde la aborda, el tipo de heridas, el orden en el que las realiza…
Una de las principales ventajas que se tiene en este tipo de elaboración de perfiles es que las evidencias físicas pueden desaparecer, dependiendo de la avidez del infractor, pero las psicológicas no. Incluso, yendo más allá, el mero hecho de hacer desaparecer los indicios físicos indican pautas psicológicas por parte del criminal.
La forma de procesar la información psicológica que ofrece un delincuente suele ser muy parecida a cómo se hace con las físicas. Las evidencias tienen que ser reconocidas, identificadas, recogidas, documentadas, individualizadas, comparadas y reconstruidas. Vamos, que no dista mucho de cuando se encuentra una huella en un escenario.
Otra cosa a tener en cuenta en los miembros de esta sección es que están sometidos a un gran reto emocional e intelectual, porque hablamos de indagar en la mente de un psicópata, no olvidemos eso.
Los informes que elaboran son, en la mayoría de casos, tan aproximados a la realidad del criminal que ayuda a cercarlo y darle caza con suficientes garantías. Hay una frase que dijo Robert Ressler, uno de los pioneros de la investigación psicológica criminal, que resume a la perfección el trabajo de esta unidad: “Si logras entrar en la mente de un asesino en serie, puedes llegar a predecir su siguiente crimen”.
Hay que remarcar que sólo intervienen en un caso si se les solicita ayuda. Suelen desplazarse un mínimo de dos personas en cada requerimiento, intentando casi siempre que uno de los dos sea inspector de rango, para responsabilizarse del servicio.
¿Quieres un caso famoso que se haya resuelto gracias a su intervención?
Seguro que te suena el caso de José Bretón. Mató a su hija y a su hijo y luego quemó los cuerpos para intentar hacer desaparecer las pruebas. Él, a los investigadores les contó la patraña de que los niños se habían perdido en un parque. Ante la imposibilidad por parte del equipo que lo investigaba de dar con el paradero de los niños, se recurrió a la SAC, que gracias a sus métodos logró desenmarañar el caso y hacer que José esté en estos momentos en la cárcel —y ahora me apetece hacer una apreciación personal y desear que no salga jamás a la calle, pero ya digo, es personal—.
¿La parte negativa de todo esto? Que la ley que tenemos hace que las evidencias conductales pierdan peso en un juicio, por lo que son consideradas herramientas de investigación. Una lástima —a mi modo de ver—, pues en muchos casos serviría para que las condenas fueran acordes al nivel de psicopatía —y por supuesto al acto en sí— del autor.
Y, como siempre, ¿hay algún mito o algo que no sea verídico en lo que nos suele mostrar la ficción acerca de esta unidad?
Claro. Como siempre. El ejemplo más claro que me viene a la cabeza es la serie estadounidense Mentes Criminales. He de reconocer, según he podido investigar, que los métodos que utilizan para la elaboración de perfiles se acerca bastante a la realidad. Eso no lo puedo negar. Pero, como siempre, los guionistas se toman una enorme licencia haciéndolos policías todoterreno, unos Juan Palomo en toda regla que muestran cómo ellos solitos crean el perfil y detienen al autor del crimen. Eso no es así, el trabajo de las unidades de conducta y comportamiento acaba cuando entregan las pautas a seguir al investigador que se encarga del caso. Ellos, incluso pueden asesorar sobre detenciones o interrogatorios. Pueden estar presentes, eso sí, pero en ningún caso —salvo una emergencia extrema— lo realizan ellos mismos. Es por eso que un capítulo de la serie muestra el trabajo real de esta unidad hasta la mitad de un capítulo, el resto, no corresponde con lo que en verdad ocurre.
Pero, claro, ¿y lo que nos gustan los superhéroes? Pues no nos vamos a quejar por esto, hombre.
Y hasta aquí el artículo de hoy. Espero que hayas disfrutado tanto con él leyéndolo como yo escribiéndolo, si es así —y si no, también—, házmelo saber utilizando la vía que prefieras. Tienes mi Twitter (@BlasRGEsritor) y mi correo (BlasRuizGrau@Hotmail.com). También es bueno que sepas que en una semana relanzaré la que fue mi primera novela: “La verdad os hará libres”. La he reescrito por completo, era una deuda que tenía pendiente conmigo mismo. Nos seguimos viendo, ¿no?
¡TALUEGO!
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