Óscar Martínez (San Salvador, 1983) es el jefe de redacción de una sección muy especial del diario El Faro, el digital más influyente de Latinoamérica. La sección lleva el tan inquietante como sugestivo nombre de La Sala Negra y se define como una unidad de investigación sobre violencia. Desde España podría sorprendernos tanta atención a lo que aquí llamamos «sucesos». Basta echar un vistazo a las cifras de muertes violentas en el país para entender la importancia de ese departamento. Como muestra, un ejemplo: en el muy violento 2019 hubo en El Salvador un promedio de 6,6 homicidios al día, un total de 2.398, en un país de apenas 6 millones y medio de habitantes. Para hacerse una idea, en España, con diez veces más población, se registraron 333 asesinatos en el mismo periodo. Esos datos convierten a El Salvador en uno de los países más peligrosos del mundo. En el primer semestre de este 2021, ya eran 658 los homicidios.
Martínez lo cuenta con el vértigo y la emoción propios de una crónica de sucesos. Es la prosa a la que está acostumbrado en sus artículos. Su estilo es descarnado, sobrecogedor, comprometido hasta el punto de que el periodista acaba por ser parte de las propias historias. Se desnuda en un intento de reflejar la realidad circundante y cómo se ve afectado por ella: «En estas páginas —explica— encontrará lo que sé sobre cubrir violencia. Lo que sé son estos errores, estas abundantes dudas y escasas certezas».
¿Qué es una pandilla?
Una muestra de su estilo queda reflejada en esta explicación tan precisa de lo que son las pandillas, esos grupos violentos que ocupan la parte principal del trabajo de la Sala Negra. «La gracia del pandillero es ser tumulto —aclara—. Cuando 30 hombres, la mayoría de ellos jovencitos, controlan comunidades de miles de salvadoreños, incluidos algunos que combatieron en la guerra civil, no lo logran porque sean más fuertes uno a uno. Lo logran porque son unos pocos, pero locos, como dicen. Unos pocos, pero dispuestos a todo. Y los otros son unos muchos que no están dispuestos a tanto. Un pandillero sólo es un hombre con tatuajes que puede estar dispuesto a todo, pero al fin y al cabo sólo un hombre de tristes circunstancias».
Óscar Martínez encabeza el libro con la conocida cita de Friedrich Nietzsche en Más allá del bien y del mal: «Aquel que lucha con monstruos debe cuidar de no convertirse él mismo en un monstruo. Cuando miras largo tiempo dentro del abismo, el abismo mira dentro de ti».
El periodista, efectivamente, se asoma al abismo. Se siente implicado y se indigna con la normalización de la tragedia. «Debido a que en los noticieros del país hay asesinatos casi siempre —cuenta—, esos programas están catalogados “para mayores de edad” por el Ministerio de Gobernación. Los sucesos nacionales no son aptos para niños, pues».
Y se indigna, sobre todo, con el rutinario ejercicio del periodismo. «El periodismo —escribe—, como la gente que sufre la violencia en los barrios más bravos, también se acostumbra, normaliza, nombra. Pero, a diferencia de esas gentes, a quienes les va la vida en ello, el periodista muchas veces lo hace por pereza a investigar, por presión de publicar, por incomprensión del oficio».
Entender, dudar, contar...
Explica su concepción del oficio, lo que es y lo que deja de ser la profesión, en una definición que debería estar en los manuales. «Nuestro trabajo no es estar en el lugar indicado a la hora indicada —advierte—. Ese es el trabajo de los repartidores de pizza o de los trenes. Nuestro trabajo no es decir cosas. Nuestro trabajo son otros verbos: entender, dudar, contar, explicar, desvelar, revelar, afirmar, cuestionar. Ninguno de esos verbos se alcanza solo con lo que sale de la boca de un policía tras un “enfrentamiento”. Pero tantos parecen aceptarlo con tanta normalidad».
Otro reproche a la profesión es esa altanería de criticar a diestro y siniestro, sin darse cuenta de que primero debiera sacarse la paja del propio ojo. «Es curioso —resalta—, pero casi todo lo que este gremio reclama a los malos políticos lo imitan los malos periodistas. Estos verbos: inflar, distorsionar, descontextualizar, simplificar, inventar, minimizar, malograr. Mentir. Todos cunden en el oficio. Y la mayoría pasamos de jóvenes por esas máquinas de simplificar que son generalmente los diarios. Y la mayoría se anquilosa y envejece ahí, como costras de barco sin rumbo. Pero bajarse no es fácil: el mar es bravo si no tenés un armatoste donde flotar. En fin…».
Óscar Martínez ofrece sus respuestas a cuestiones que a diario se plantean los reporteros en todo el mundo. ¿Ser un lobo solitario o colaborar con los colegas? «Un periodista —responde— no puede hacer su carrera sin ayuda de otros periodistas. Pero tampoco puede hacerla siguiendo a los periodistas. Un montón de periodistas viendo desde el mismo ángulo es al menos una situación para dudar… Qué decir de una escena con cuatro cadáveres».
«No lo repitan, cuestiónenlo»
Reacciona contra las frases hechas, contra los tópicos que florecen en esta profesión tan aficionada a los lugares comunes. «Creo que ser periodista no es el mejor oficio del mundo. Eso es ya un eslogan. No lo repitan, cuestiónenlo». Y añade: «Prefiero lo que dijo Guillermoprieto, que es un oficio que te da un privilegio inmenso y una enorme responsabilidad: atestiguar el mundo en primera fila. Aunque, a veces, casi siempre, el espectáculo sea nefasto. Esto último lo digo yo».
El libro está salpicado de alusiones a las voces más idolatradas por la profesión, y Martínez, en una autocrítica generalizada, sostiene que no hay que endiosar a los periodistas, que todos tenemos defectos en esta profesión de endiosados y deberíamos reconocerlos. «Creo que [el fotógrafo Kevin] Carter fue débil, al menos en esto: escuchó a newyorkers acomodados que le quisieron explicar desde Manhattan qué era ser un buitre en una hambruna africana. Kapuściński fue cínico a veces: contó como testigo en el lugar donde no estuvo. Capote tenía la extraordinaria capacidad de interesarse con igual intensidad y el mismo día en las historias de un asesino que en un cóctel con baile». Y concluye: «Todos imperfectos, todos incoherentes por ratos, dudosos, cínicos. Todos muy gente».
No todo van a ser críticas. El periodista salvadoreño también ofrece su visión, siempre matizando que es su visión particular, de a lo que debe aspirar el reportero. «A mí —y recalco ese “A MÍ”— no me importa mucho si ese periodista lo hizo porque es un buscador de la justicia o porque quiere ser famoso. A mí me importa mucho si lo hizo bien. ¿Fuiste? ¿Volviste? ¿Fuiste lo suficiente? ¿Viste, oliste, escuchaste, sentiste? ¿Anotaste, grabaste? ¿Podés demostrar? ¿Puedo seguir el rastro de tu investigación? ¿Encontraste? ¿Con cuántos hablaste? ¿Te faltaron fuentes? ¿Insististe al asesino? ¿Cuestionaste a la viuda? ¿Dudaste del padre? Nunca preguntaría: ¿lo salvaste? ¿Lo hiciste sentir bien? ¿Incomodará a los lectores?».
La curiosidad debe ser el motor que mueva al periodismo. Y ese es el caso de Óscar Martínez. «Hambre y sed, así vivo el periodismo, con hambre y con sed todo el puto rato —confiesa—. Nunca satisfecho. La curiosidad es un animal insaciable. Se sacia. Duerme un rato. Se levanta y pregunta: Y hoy, ¿qué comeré?».
Sería misión imposible dejar registro de todas las reflexiones sobre el periodismo que brujulean por las páginas de Los muertos y el periodista. Quedémonos con una que puede resumir todas y que responde a la pregunta decisiva: ¿qué es el periodismo? «Son mis márgenes asumidos: ser obstáculo y dejar registro, atrapar momentos. Cambiar cosas es la utopía. Tener dudas es la esencia, el motor primario, la incomodidad constante, la búsqueda sin fin».
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Autor: Óscar Martínez. Título: Los muertos y el periodista. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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Reflexiones sobre periodismo
Óscar Martínez ofrece un amplísimo abanico de ideas sobre la práctica del periodismo. Algunas, propias, y otras sacadas de periodistas notables a los que admira. Esto es sólo una muestra:
- «La verdad oficial es una mentira con corbata. Desanudar una corbata mal amarrada es molesto, pero con paciencia siempre se logra».
- «La libreta es la biblia; la grabadora, la homilía».
- «Decir “los lectores” es tan demagógico como cuando los políticos dicen “el pueblo”».
- «Hacer que lo importante sea interesante” (Cita de Tomás Eloy Martínez)
- «La ira, creo, es una de las sensaciones periodísticas más delicadas y habituales: puede llevarte extasiado a lugares donde no viaja la mesura; puede conducirte durante una investigación a hacer estupideces que rozan entre lo auténtico y lo delictivo…»
- «Mis preguntas son brutales porque la búsqueda de la verdad es como una cirugía. Y las cirugías duelen. La mayoría de mis colegas no tienen valor de hacer las preguntas correctas». (Cita de Oriana Fallaci)
- «La búsqueda de respuestas a preguntas complejas es sin duda una de las piedras filosofales del oficio. Acercarse a una maraña y convertirla en una explicación».
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