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Viaje al realismo mágico

Viaje al realismo mágico

El atractivo del arte radica en su secuestro. Seamos espectadores, intérpretes o productores, el arte nos rapta más allá de lo normal, entornando las puertas de la imaginación que solo sabe abrir el antojo del sueño. Freud declaró que el inconsciente había existido siempre, pero él inventó el arte de sistematizarlo; Dalí (firma bajo la que a veces estaba Gala o sus empleados) lo pintó, pero tampoco fue el primero; por ejemplo, El Bosco representó imágenes oníricas o paranormales. El arte imita al sueño y en su simulacro nos reflejamos, sintiéndonos menos huérfanos en los sacrificios del deseo. Si un tercio de nuestra vida la dedicamos a soñar, y otra parte importante a fantasear ¿por qué ignoramos la magia de sus imágenes?

El deseo se camufla casi siempre, es tímido como un estudiante el primer día de escuela. A veces también se viste de religión o mito, y esta es su artimaña paranormal. Si el deseo no se recrea en las imágenes del arte, busca otras grietas, se inventa otros mundos donde desembocar sin los miedos que producen las miradas ajenas. La imaginación siempre trabaja en la alquimia de las pasiones, modelando el mundo hasta que se parezca a algo propio. Si la imaginación se relaja, entonces llegan las sectas o las adicciones como muletas de la fantasía, porque todos salimos a la calle esperando que los molinos, con esa quietud que dibuja el viento, puedan convertirse en gigantes que nos retan.

"La expresión más justa para el arte quizá sea realismo mágico"

Toda realidad es mágica. De lo contrario, un mundo consagrado, donde obedecemos disciplinariamente las normas que otros construyeron, se convierte en un tedioso vaivén de aspas de molino y predicciones que adormecen nuestro apetito vital. Si no se sueña, entonces los bolsillos se quiebran y sobreviene el trauma o el bloqueo, traducido en desgana. Pero hay una fina línea que dibuja la separación entre el deseo y el delirio. En ningún caso, realidad y sueño deben imponerse como carriles de un único sentido, porque entonces aparece la autoridad de los universos cerrados. Los tiranos borran esa línea, pero el arte hace transitable ambas fronteras. La expresión más justa para el arte quizá sea realismo mágico, la posibilidad siempre abierta de un mundo donde se nos cuele la rabiosa ilusión de vivir más allá de la adoquinada figuración que prescriben los otros.

En un viaje a Colombia descubrí que el llamado realismo mágico es algo más que un mero movimiento artístico. Se trata de un temperamento que hace justicia al carácter onírico de nuestro deseo, una idiosincrasia de las personas que todavía son fieles a la imaginación, pero también un aparente oxímoron y un descarado pleonasmo. En aquel país de frutas, selvas, aves coloridas y música me regalaron el libro Colombia paranormal, de Mario Mendoza. Lo abrí con escepticismo, hasta que poco a poco me fueron conquistando los testimonios de las personas que recolecta el autor. Cada capítulo está protagonizado por alguien que, por cuestiones de supervivencia emocional, tuvo que introducir un componente mágico a ese infierno que prescriben los otros. 

"Quien no tiene el arte disponible, quien no ha sido conducido por sus misterios, los inventa"

Una noche estaba sentado sobre una de las murallas que delimitan la vieja ciudad de Cartagena, y me quedé mirando cómo algunas olas furiosas bañaban la calzada y los carros se sumergían en una ducha espontánea. Un extraño me confundió con alguien y se sentó a mi lado con una botella de aguardiente. Después de adivinar mi procedencia y hablarme de sus ancestros españoles abrió paso a la política. Agotado el tema de la corrupción me preguntó si estaba casado y si había probado la ayahuasca. Ambos temas se entrecruzaron y me enseñó unas fotos de sus hijas y de su mujer a través de su celular. Su mano temblaba y comenzó a emocionarse. Las amaba, pero no se amaba a sí mismo.

Había tenido una vida muy perra, hasta que conoció a su mujer. Ella llegó después de encerrarse en un monasterio en las montañas de Sierra Nevada, donde leía a San Agustín, meditaba y caminaba. Un día subió a un cerro y se le apareció su abuelo fallecido, diciéndole que todo iría bien, que era trabajador y no debía preocuparse. Al salir del retiro casi atropella a la persona que se convertiría en su mujer. Al principio le costó olvidar a su pareja anterior, que le había conducido hasta ese lugar disecado de sueños. Su boda la celebró en el mismo lugar donde se le apareció su abuelo.

Quien no tiene el arte disponible, quien no ha sido conducido por sus misterios, los inventa. Más allá de mi rechazo a lo paranormal, como psicología sin arte, me seduce su acepción relacionada con el poder de conectar con nuestro imaginario, la posibilidad de abrir esos otros mundos sin licencia. A veces hay que marcharse muy lejos para que un extraño nos diga que la realidad está poblada de magia.

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Bixen
Bixen
2 años hace

Como con los alcatraces, de Diego Rivera. Son calas y no aves.

David Caro
David Caro
2 años hace

Magia es tu manera de escribir Sergio!!

elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Queridísimo Sergio:

Volando muy alto me siento, rendida a la belleza y al sueño. El arte siempre nos salva de todo y la magia es nuestra llave secreta para transitar entre dos mundos, cuyas fronteras deben disiparse cuando el alma humana así lo quiera.

Nos brindas un relato pleno de sabiduría y refulgente de belleza y magia. Nunca había soñado con tanta precisión onírica el realismo mágico como ahora con tus palabras y la aparición del extraño al que se le aparecía su abuelo fallecido. Recordé inevitablemente aquella extraña corriente de otro mundo que ha vibrado en mi alma desde que leí «Carta de una desconocida» de Stefan Zweig:

«Su mirada cayó sobre la jarra azul puesta sobre el escritorio. Estaba vacía, vacía por primera vez en su cumpleaños. Se asustó. Fue como si alguien invisible hubiese abierto de repente la puerta y una fría corriente de otro mundo atravesara la habitación. Sintió cerca una muerte y un amor inmortal: algo se extendió por su alma, y se quedó pensando en la amante invisible, inmaterial y apasionada, como en una música lejana.» Ah, el momento en que irrumpe una corriente de otro mundo, en el que la magia irrumpe…

Ahora bien, si de entre todas las palabras del realismo mágico tuviera ahora que recordar algunas, serían las siguientes de García Márquez, «Del amor y otros demonios»:

«Repitió en voz alta los sonetos de amor de Garcilaso, asustado por la sospecha de que en cada verso había una premonición cifrada que tenía algo que ver con su vida. No logró dormir. Al alba se dobló sobre el escritorio con la frente apoyada en el libro que no leyó. Desde el fondo del sueño oyó los tres nocturnos de los maitines del nuevo día en el santuario vecino. «Dios te salve María de Todos los Ángeles», dijo dormido. Su propia voz lo despertó de pronto, y vio a Sierva María con la bata de reclusa y la cabellera a fueg o vivo sobre los hombros, que tiró el clavel viejo y puso un ramo de gardenias recién nacidas en el florero del mesón. Delaura, con Garcilaso, le dijo de voz ardiente: «Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y po r vos muero». Sierva María sonrió sin mirarlo. Él cerró los ojos para estar seguro de que no era un engaño de las sombras. La visión se había desvanecido cuando los abrió, pero la biblioteca estaba saturada por el rastro de sus gardenias».

Y si tuviera que recordar una fecha mágica sembrada de imágenes mágicas que han de florecer para muchas personas ávidas del hechizo del arte sería el encuentro con un filósofo poeta, fue un 25 de marzo, ya en la primavera.

Mi admiración, genio, maestro y amigo Sergio Antoranz.

AMLM
AMLM
2 años hace

Sergio es un texto impresionante. Me ha encantado. Has reflejado maravillosamente el realismo mágico que tanto placer me ha producido en mi vida en un pequeño relato , que está A la altura de los mejores textos del género.

Meri P. B.
Meri P. B.
2 años hace

Quizás lo raro, lo fantasioso, lo insólito, en fin, lo excepcional forme parte o debería constituir, no solo de la literatura o del arte sino como íntimo pacto en nuestro «modus vivendi».
Es probable y así lo creo firmemente que nuestra vida lejos de ser una corta y perecedera trayectoria sería más bien una suerte de sempiterno viaje sin líneas divisorias que entorpezcan ese realismo mágico que habita en cada uno de nosotros y al que debemos rendir pleitesía dejándolo volar libre.
El texto suyo, admirado Sergio me ha conmovido intensamente.

Patricia
Patricia
2 años hace

«A veces hay que marcharse muy lejos para que un extraño nos diga que la realidad está poblada de magia»… más artículos de Antoranz, por favor