Todos sabemos de aquel desgraciado que despertó convertido en cucaracha y lo pasó fatal. Pero las metamorfosis nocturnas no siempre son tan nefastas. Tenemos el caso del escritor valenciano Vicente Muñoz Puelles, que una buena mañana, al mirarse por primera vez en el espejo del baño, descubrió que era un libro. Y no un libro cualquiera. Nada menos que un antiguo ejemplar de las Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado (sic), de Félix María Samaniego. Maravillado, comenzó a dar saltos de alegría sobre los cantos de sus cubiertas y corrió a comunicar a su familia la prodigiosa transformación. Porque Vicente siempre deseó formar parte de una biblioteca infinita y experimentar el inmenso placer de ser leído.
Nacido en 1781, en los talleres de Benito Montfort de Valencia, el ejemplar de las Fábulas de Samaniego protagonista del relato que da título al libro cuenta cómo va pasando de mano en mano desde la vivienda de un anciano a la de una familia con un niño, y luego a la casa de un pintor sordo idéntico a Goya, hasta acabar en el exilio. En Book Island un joven náufrago llega a una isla habitada por libros andantes que se dejan leer, y en El decálogo de los libros un grupo de volúmenes redacta sus propias normas de conducta y convivencia.
Dante, Cervantes, Poe, Gógol, Balzac, Rilke… Escritores de todos los tiempos aparecen a continuación retratados a través de algún suceso de su vida o rasgo que los caracteriza. La trágica muerte de Poe, la dura infancia de Dickens, el gran apéndice nasal de Gógol, el ostentoso bastón de Balzac. En El pie derecho de Gradiva, Muñoz Puelles conecta a un escultor de Pompeya y su hija con el escritor alemán Wilhelm Jensen y con Freud, a través de un bajorrelieve encontrado en la ciudad devastada por el Vesubio, conservado en el Museo Chiaramonti de Roma, cuya imagen ilustra la cubierta de esta edición: Gradiva, que en latín significa «la mujer que anda». En los últimos relatos Muñoz Puelles describe sus encuentros imaginarios en un par de ciudades españolas con los fantasmas de sendos escritores difuntos: Hawthorne en Pontevedra y Andersen en Málaga, y culmina con un gótico, El amor funerario de Carl von Cosel.
A los lectores más jóvenes el nombre de Vicente Muñoz Puelles les remitirá a cuentos e historias leídas en su infancia, pues desde hace un par de décadas el escritor valenciano se ha centrado en la literatura infantil y juvenil, que con Óscar y el león de Correos le hizo ganar el Premio Nacional, en 1999. Lo ha hecho por un cúmulo de razones, desde la cuestión alimenticia a la posibilidad de publicar más títulos. Y la decisión le ha reportado grandes satisfacciones, al rescatar muchos recuerdos de su propia infancia, que de otro modo seguirían inéditos, y mejorar su capacidad de síntesis, además de encontrar a un público más espontáneo, más agradecido y también en cierto modo más exigente.
Con esta colección de cuentos regresa a la literatura para adultos. Su trayectoria guarda un curioso paralelismo inverso con la del escritor de origen uruguayo, Constancio Cecilio Vigil, famoso en Argentina por sus personajes infantiles, como El mono relojero, que tras su muerte se reveló como un gran erotómano y pornógrafo, propietario de una biblioteca totalmente prohibida para menores.
En la primera etapa de su carrera Muñoz Puelles se dio a conocer con varios títulos en la colección de literatura erótica de Tusquets, La Sonrisa Vertical, dirigida por Luis García Berlanga. De ese vínculo, unido al hecho de que el cineasta fuera íntimo amigo de su tío, el también cineasta Ricardo Muñoz Suay, surgió en los años ochenta una estrecha relación entre el por entonces joven escritor y el ya consagrado Berlanga, cuyo fruto más visible fue un libro ilustrado sobre la biblioteca erótica del director de El verdugo.
Hijo de escritor, Muñoz Puelles es ávido lector desde su infancia (una prolongada enfermedad le aficionó a la lectura), y dueño de una portentosa memoria. Ha atesorado un caudaloso saber enciclopédico que utiliza en sus relatos, hábilmente sazonado de imaginación, intriga y ese cúmulo de recursos que los auténticos escritores dominan con maestría mediante una prosa impecable de ritmo sosegado. Libres de pedantería o petulancia, sus libros siempre enseñan una lección; la de un profesor invisible que cultiva la mente sin exigir esfuerzo ni provocar bostezos.
Si en la autoficción tan en boga entre los autores contemporáneos se combinan las propias vivencias con lo imaginado, en las obras de Muñoz Puelles la erudición se reviste de fantasía apelando a la inteligencia y a los sentimientos, saciando así el anhelo de aprender y pensar libremente. Porque si la palabra «libro» se parece tanto a la palabra «libre» es porque no solo los libros liberan al lector de su limitada identidad y la multiplican a través de un sinfín de personajes, sino también porque el libro se apropia del espíritu de cada lector y muta bajo los ojos de cada persona que lo lee. Por eso, y en conclusión, el sueño de ser un libro no es tan loco como parece. Aunque sí difícil de cumplir.
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Autor: Vicente Muñoz Puelles. Título: El deseo de ser leído. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todostuslibros
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