Desde que se diera a conocer en 2006 Víctor del Árbol ha ido construyendo un sólido corpus literario distinguido con varios premios. Ahora vuelve a los anaqueles con Nadie en esta tierra, la historia de un héroe, el inspector Julián Leal, que se empeña en demostrar su inocencia ante un sistema corrupto.
Una recóndita aldea gallega, en la que empiezan a aparecer cadáveres después de una visita de Leal; la ciudad de Barcelona, en 2005; México; un refinado asesino y una periodista que aún cree en el poder de la palabra, son algunos de los ingredientes de esta novela con un protagonista que «demuestra que cuando no hay nada que perder uno puede ir hasta el final para que se haga un poco de justicia».
En una entrevista con EFE, Del Árbol sostiene que aunque pueda ser dura en algunos momentos, esta historia, publicada por Destino, es «bonita en el sentido de que Julián Leal es un héroe, porque quiere salvar a un niño, el Chinchilla, y salvando a ese niño del adulto que puede llegar a ser, en realidad, lo que hace es salvar a todos los niños».
«En el trasfondo de la novela —precisa— está ese grito de libertad, de que ganemos o perdamos, tenemos que seguir luchando, no podemos doblar la rodilla. Leal sabe que salvando al niño Chinchilla, aunque pierda, ganará porque habrá vencido al sistema».
Por otra parte, y como es habitual en los relatos de Del Árbol, que fue policía de los Mossos durante años, el pasado tiene su peso, aunque advierte el novelista que «tú te crees que en el pasado están las respuestas, pero lo que hay son los traumas, los miedos, las preguntas sin resolver».
Tampoco obvia que muchos «ante la evidencia de un delito de corrupción, de lo que no funciona, miran hacia otro lado, callan» e incluso, como ocurre en esta ficción, «es muy como en Fuenteovejuna, donde nadie olvida, perdona y no es inocente».
CONFLICTOS HUMANOS
En contra del discurso de que la literatura está muerta, Del Árbol afirma contundente que «mientras existan conflictos humanos y el crimen va a existir la necesidad de contarlo y de reflexionar en profundidad sobre ello, con lo que la literatura existirá mientras exista el ser humano».
En su nuevo título, considera que ninguno de los crímenes que relata son gratuitos, «siempre responden a algo, no son pasionales, de oportunidad, sino que se producen porque hay un sistema corrupto que intenta protegerse a sí mismo y cuando se siente amenazado suelta lastre».
Para el autor barcelonés, el poder tiene que ver con la «impunidad, con estar por encima de los juicios morales y de la ética».
«Siempre digo que el poder no tiene ética ni moral, ni sentido del bien ni sentido del mal. Se satisface a sí mismo, eso es lo que lo hace terrible, y hace que sean heroicos los que se enfrentan con ese poder».
Otra característica de la novela es que busca el protagonismo de la policía, «un ecosistema que se ha convertido en arquetípico, pero yo encuentro que le falta un poco de verdad. Ya no vale el modelo americano de detective ni tampoco el de la novela británica de resolver crímenes a partir de observaciones y deducciones».
En su opinión, «falta un modelo nuestro, más cercano a la realidad, y en esta novela se reflejan todo tipo de policías, desde el más vocacional, al que rompe el cliché, o el llamado caimán, que ha vivido el paso de la policía franquista a la democrática y que ha intentado readaptarse para llegar a la jubilación sin problemas».
No olvida tampoco al comisario con aspiraciones que quiere convertirse en alto funcionario.
No descarta Víctor del Árbol que algunos de sus nuevos personajes puedan continuar teniendo páginas en el futuro en otras historias «siempre que el lector me quiera volver a acompañar».
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