Víctor Erice coge de la mano al artista Jorge Oteiza para meterse el cine en el museo con Piedra y cielo, un proyecto a medio camino entre el arte y el cine en el que el autor ha encontrado «unos márgenes de libertad muy valiosos» y ajeno a las «aduanas» que exige la industria audiovisual.
El director de El sur y El espíritu de la colmena termina hoy en Madrid el viaje que comenzó en 2019 con Piedra y Cielo. Jorge Oteiza, una instalación que creó para el Museo de Bellas Artes de Bilbao sobre el monumento de Oteiza en la cima del monte Agiña (Navarra).
La pieza, financiada por la Fundación BBVA, contó con una conferencia que ahora ha sido recogida en un libro de cuidada edición y presentado en Madrid.
Piedra y Cielo. Jorge Oteiza le ha servido a Erice para saldar una «deuda intelectual» con el escultor y poeta vasco, según ha declarado hoy en un encuentro con los medios.
Ahora solo espera que la obra pueda ser expuesta en otras ciudades, posiblemente Barcelona y Madrid, porque «si el arte no se convierte en una experiencia, pierde en gran medida su utilidad» .
Erice, autor de un cine personalísimo y alejado de los circuitos comerciales, reconoce que en este proyecto ha encontrado una gran libertad «sin tener que pasar por una serie de aduanas» de la industria audiovisual.
Aunque la experiencia pueda verse como una incursión en el mundo del arte, Erice cree que lo que ha hecho ha sido «introducir la sala cinematográfica en el museo».
Cuando Erice habló con Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, sobre el proyecto, tenía en mente algo mucho más ambicioso, pero finalmente se decidió por centrarse en la obra de Agiña.
«El cine obliga a un pacto con la realidad, eso me gusta (…) O quizá Oteiza estaba por ahí liándola y me arrastró hasta Ariña», «, ha señalado.
Piedra y Cielo. Jorge Oteiza, una evocación se desarrolla en una sala completamente a oscuras y conecta con lo que fue la experiencia del cine en sus albores: «El cine comenzó siendo un acto de contemplación, pero ha ido perdiendo ese rasgo».
Las películas ya no se ve están en las salas de cine, recuerda, también se ven en la privacidad del hogar y en muchos otros soportes como las tabletas o los móviles, por eso, argumenta, «ya no se puede hablar de espectadores, sino de consumidores».
«Hay algo que sobrevive de sustantivo, pero la experiencia está sometida —ha añadido— Las películas no nacen libres e iguales».
Piedra y Cielo. Jorge Oteiza, una evocación retoma esa experiencia íntima y privada con el cine. La única luz procede de las dos pantallas de grandes dimensiones instaladas en la sala.
Erice no ha vuelto al largometraje desde que en 1992 estrenara El Sol del Membrillo, pero eso no quiere decir que haya dejado de trabajar, sigue haciéndolo, pero su trabajo no tiene sitio en los circuitos comerciales, ha explicado.
Continúa trabajando, pero más en muchas ocasiones en solitario en su taller: «Parece que uno no es cineasta si uno no transita por ciertos escenarios, pero lo sigue siendo».
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