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Victorino, historia y espectáculo

Victorino, historia y espectáculo

Tiene ahora doce años y hace casi ocho que fue lidiado e indultado en la Maestranza de Sevilla por el diestro Manuel Escribano. El animal camina con dificultad, pero aun así amaga una y otra vez con arremeter contra el todoterreno cuando nos acercamos a él, obligándonos a mantener la distancia. Como no soy aficionado a los toros, nunca tuve claro qué es exactamente la bravura de la que hablan los taurinos, y que la RAE define sencillamente como «fiereza de un animal». Sin embargo, al ver esa tarde al anciano Cobradiezmos intentar embestir nuestro vehículo, supe que tenía que ser eso. Aquello iba mucho más allá de la “fiereza”: en aquel gesto conmovedor, casi trágico, había algo mucho más profundo. Era un gesto de orgullo, de coraje, de altanería. De bravura, en definitiva.

Cobradiezmos fue lidiado el 13 de abril de 2016, coincidiendo —salvo por unos pocos días— con el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. “Cervantes también cobró diezmos en Sevilla”, me apunta el ganadero que lo crio y que más tarde, tras su indulto, lo sigue cuidando todavía hoy. El mismo ganadero que me dice que Cobradiezmos es probablemente el toro vivo más famoso de España. No me queda otra opción que creerlo, puesto que su ganadería es a su vez probablemente la más famosa de España para el gran público. Tanto es así, que casi todos, taurinos y no, conocen su nombre, porque este ha pasado —metonimia mediante— al lenguaje común. Así, Cobradiezmos no solo es un toro: Cobradiezmos es un Victorino.

"La historia de la ganadería Victorino Martín se remonta a comienzos del siglo XX, cuando el marqués de Albaserrada adquiere casi dos centenares de cabezas de ganado de su hermano"

La historia de la ganadería Victorino Martín se remonta a comienzos del siglo XX, cuando el marqués de Albaserrada, Hipólito de Queralt, adquiere casi dos centenares de cabezas de ganado de su hermano, el marqués de Santa Coloma. El hierro de Albaserrada —distinguible por su “A” con corona marquesal de cinco picos, los impares de mayor extensión— tardó algún tiempo en ganar fama, pero logró su “antigüedad” cuando sus toros se lidiaron en Madrid el 29 de mayo de 1919. A la muerte del marqués en 1920, la ganadería —con su correspondiente hierro— fue adquirida por el empresario José Bueno Catón, quien  posteriormente la legaría a su viuda y sus sobrinos. Tras una serie de vicisitudes, en 1960 una de las sobrinas del empresario, Florentina Escudero, venderá su parte de la ganadería a los hermanos Victorino y Adolfo Martín Andres, quienes se harán con el resto de los lotes en años siguientes. El resto es historia, como suele decirse.

Victorino y Adolfo Martín habían nacido en Galapagar a comienzos de siglo. Su padre fue una de las tantas víctimas de las Matanzas de Paracuellos —pese a haber sido uno de los fundadores de la Casa del Pueblo del municipio—, de modo que los años de posguerra no fueron sencillos para la familia. Los hermanos, con el auspicio de la matriarca, se dedicaron a la compra y venta de ganado, y a mediados de siglo estaban especializados en proveer de toros a las novilladas y fiestas populares de las comarcas del noroeste de Madrid.

Hacia 1966, consumada la compra de buena parte de la antigua ganadería de José Bueno, ubicada desde hacía algún tiempo en los terrenos de la finca de Monteviejo de Moraleja (Cáceres), y bajo el hierro de Albaserrada, esta pasa a conocerse como ganadería Martín Andrés Hermanos. Poco después, pasará a ser sencillamente Victorino Martín, nombre con el que comenzará a tocar la gloria con tres corridas lidiadas en Las Ventas en el verano de 1968.

"El toro Hospiciano le sorprendió en la ribera del Árrago, en su propia finca de Monteviejo, y le asestó hasta nueve cornadas"

Sin embargo, antes de comenzar ese verano, el día 2 de junio, Victorino Martín viviría un suceso que marcaría su existencia, uno recordado todavía hoy por quienes lo conocieron: el toro Hospiciano le sorprendió en la ribera del Árrago, en su propia finca de Monteviejo, y le asestó hasta nueve cornadas. El ganadero, que intentó sin éxito escapar del animal arrojándose al río, y tras una precaria transfusión de sangre en su casa de la finca, fue trasladado a Cáceres, donde el doctor que lo operó —Pedro Ledesma— llegó a declarar que estaba más muerto que vivo.

Pero Victorino superó el percance, y no solo eso, sino que en 1969 sus toros obtuvieron otro rotundo triunfo cuando el torero zamorano Andrés Vázquez cortó tres orejas y fue sacado a hombros por la puerta grande de La Ventas. Según su hijo, Victorino Martín García, aquella tarde supuso la consagración de su ganadería.

El debut de esta en la feria de San Isidro tuvo lugar en 1972, década que Victorino Martín (hijo) describe como la “década prodigiosa” de la ganadería, y que culmina con la llamada Corrida del Siglo, la que se lidió el 1 de junio de 1982 en Las Ventas. Los tres matadores, Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, cortaron dos orejas cada uno y terminaron dando la vuelta al ruedo, lo mismo que uno de los toros de la tarde y que el propio Victorino Martín (padre). “El PSOE acababa de ganar las elecciones, eran los años de la Movida y quedaban solo unos días para que comenzase el mundial de fútbol en España”, subraya Victorino Martín (hijo). “Con el inicio de la televisión de masas, todo era propicio para que aquella corrida, una de las primeras televisadas de la historia, se convirtiese en un acontecimiento histórico”.

La corrida, de eso no hay duda, marcó una época en el toreo. “Salieron los victorinos irreprochables de trapío, impresionantes de cornamenta, y bajo su capa cárdena lucían esa personalidad que los distingue de sus congéneres. Tenían la estampa de la agresividad encerrada en una lámina armoniosa, esbelta, pletórica de poder. Y además derramaron la más pura casta, nobleza, y algunos también bravura excepcional”, contaba Joaquín Vidal en su colorida crónica del día siguiente en el diario El País, titulada “El gran espectáculo”.

"Tuvo tiempo de iniciar y promover, como apoderado, la carrera de un joven pariente suyo de Galapagar del que es posible que hayan oído hablar alguna vez, un tal José Tomás"

Esa corrida todavía es recordada hoy por los aficionados, como lo es que solo un mes después, en otra corrida celebrada el 19 de julio, se indultó por primera y hasta ahora única vez a un toro en Las Ventas. El toro se llamaba Velador y era, lo mismo que Cobradiezmos, un Victorino.

Victorino Martín (hijo) era por entonces estudiante de veterinaria en la Complutense de Madrid, y también por entonces, durante un breve período, probó fortuna como novillero. Poco después, sin embargo, y ya una vez licenciado, colgó los trastos para volcarse en el negocio familiar. Entre unas cosas y otras, eso sí, tuvo tiempo de iniciar y promover, como apoderado, la carrera de un joven pariente suyo de Galapagar del que es posible que hayan oído hablar alguna vez, un tal José Tomás.

Ahora, como heredero y propietario de la ganadería, Victorino Martín (hijo) reside en la finca de Monteviejo, en la que se encuentra el museo dedicado a sus toros y a su padre. Este falleció en el año 2017, dos años después de que la localidad de Moraleja lo nombrara hijo adoptivo —también lo era, por cierto, de su Galapagar natal—, y un año antes de que se rebautizara como “Victorino Martín” a una de las principales plazas de la localidad cacereña.

"Visto con nuestros ojos actuales, resulta paradójico que hasta hace poco la obra más célebre de Chaves Nogales fuera precisamente la biografía de un torero"

La ganadería de Victorino Martín es, desde hace varias décadas, una de las empresas clave en Moraleja y sierra de Gata. La historia del último medio siglo de la región no puede entenderse sin ella. “La nuestra es la mayor empresa cultural de la comarca”, afirma Victorino Martín (hijo), algo que, con los números delante no puede rebatirse —sin ir más lejos, su ganadería cerró más festejos en 2023 que en 2019—. Salvo que sea adentrándonos en el farragoso debate de si la tauromaquia ha de considerarse o no cultura.

Desde luego, yo no voy a profundizar en ese tema, por no ser el objeto de este artículo: allá cada cual con su opinión. Pero sí que debo señalar que el propio Victorino Martín (hijo) durante nuestra conversación aludió varias veces a la obra Juan Belmonte, matador de toros, de Manuel Chaves Nogales, que él —como muchos otros taurinos— había leído antes de que la memoria del escritor fuera recientemente recuperada o rehabilitada para los lectores. Visto con nuestros ojos actuales, resulta paradójico que hasta hace poco la obra más célebre —y casi la única disponible— del periodista fuera precisamente la biografía de un torero. Como si fuera un reducto de otro tiempo —incluso más convulso que el nuestro— en el que esa era una de las pocas certidumbres o puntos de acuerdo entre la izquierda y la derecha: que la tauromaquia —ya se estuviera a favor o en contra de ella— era una afición transversal, independiente de ideologías políticas.

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