En aquel entonces se decía que Alfonso Cabeza de Vaca, el legendario marqués de Portago, había pasado por debajo de un puente de Londres con su avioneta, que había sido el primer piloto español en subirse a un podio de Fórmula 1, que había tenido un romance con Linda Christian y, en definitiva, que era un hombre de los que saben exprimir la vida. Pero el tiempo hace que todo caiga en el olvido. Por suerte, Javier Puebla reconstruye su vida en su nueva novela histórica.
En este making of el mismo Javier Puebla cuenta los motivos por los que ha escrito El sabor del último beso (La Esfera).
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Una comida familiar. Ese es el marco. El lugar donde E dejó caer la semilla, como quien no quiere la cosa, y menos de un año después había una novela en el mercado que iba a titularse El piloto que pintó de negro su Ferrari, aunque a petición de la editorial acabó publicada como El sabor del último beso. La inspiración y base del texto es la fascinante vida del marqués de Portago, bautizado como Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, XI marqués de Portago… pero si eras su amigo podías llamarle Fon.
Fue entonces cuando E comenzó a contar anécdotas acerca del “marqués volador”, del “marqués sin miedo”: que si había pasado por debajo de un puente en Londres con una avioneta para ganar una apuesta, que si había sido el primer piloto español en conducir un Ferrari y subirse a un podio de Fórmula1, que si había tenido un lío con Linda Christian (la ex de Tyrone Power y madre de Romina) y otro —al mismo tiempo— con la primera supermodelo de la historia, que si era ahijado de Alfonso XIII…
—Deberías escribir una novela sobre él, como aquella que hiciste sobre el marqués de Salamanca, que tuvo tanto éxito.
E se refería, naturalmente, a El hombre que inventó Madrid, la novela más vendida, hasta la fecha, de las escritas por su hermano Javier, autor multipremiado, prestigioso y enredador como pocos, amén de imprudente y más bien boquiflojo, como demuestra que en aquel mismo momento respondiese, lleno de entusiasmo y seguridad en sí mismo:
—Qué buena idea, cuenta con esa novela —aseguró a su hermano el escritor; y a continuación pidió un poco más de tarta; iba a necesitar mucho azúcar si finalmente se embarcaba en el empeño.
«¡Dios mío, en la que me he metido!», se maldijo Puebla, Javier Puebla, en cuanto salió a la calle y se encontró consigo mismo.
En efecto. Se había metido en un buen lío. Apenas existía documentación sobre Portago en internet, aunque sí encontró, en la cuarta o quinta inmersión en el océano web su voz y su rostro. Siempre fumaba. Uno detrás de otro. Para no engordar: era muy alto para la época y muy delgado, había sido jockey y campeón de Francia juvenil, pero Vivian Leigh —la primera supermodelo de la historia— le convirtió en adicto a la alta cocina y los restaurantes de lujo. Conocer su voz, verle fumar y mirarle a los ojos era ya un buen principio.
Escribir una novela sobre un personaje histórico, real, significa montones y montones de horas de trabajo. Habría preferido salir corriendo; pero había empeñado su palabra. Así que empezó a buscar libros sobre el Marqués. Encontró un par de ellos muy buenos.
¡Menudo elemento era Portago!
Ya su padre le había marcado el rumbo, desde niño; ese podría ser el primer capítulo del libro.
Y luego… había muchas posibilidades. Portago lo tenía todo para hacer con su vida lo que le diera la gana: dinero, educación, presencia y una extrema habilidad innata para prácticamente todos los deportes. Amén de una atracción incontrolable hacia cualquier cosa que supusiera riesgo, cuanto más grande mejor.
Fon, Portago, el “Marqués” como le llamaba siempre su amigo y mentor, el gran Fangio, había nacido en 1928, y por lo tanto la muerte le parecía lo más común del mundo: había conocido las dos grandes guerras. Estaba acostumbrado a no permitirse pensar en ella, sobre todo cuando se subía a un bólido de carreras. Porque aquello sí que eran “bólidos” de carreras (caminar por un alambre a cien metros del suelo era casi un juego comparado con subirse a uno de aquellos bichos).
El marqués de Portago era, podía permitírselo, un niño grande, y millonario de nacimiento. Su madre era una de las mujeres más ricas del mundo, viuda de Frank J. Mackey, cofundador del Banco HSBC, y había heredado una fortuna inmensa. Su padre, Antonio de Vaca y Carvajal, deportista, actor, noble, héroe de guerra, amante de la juerga, el peligro y la gran vida, había educado a Fon en la filosofía del “si te da miedo, hazlo”.
París, Londres, la Quinta Avenida de Nueva York, St. Moritz. Biarritz… ¡Y los coches!, esos animales mecánicos capaces de convertir en dioses de la velocidad a los humanos que se atrevían a intentar domarlos. Cada día era imprevisible y cada día era necesariamente una fiesta, porque para un piloto no había ninguna garantía de salir con vida de la siguiente carrera. El “Gordo” Ascari, Musso, Hawthorn, Collins, Castelotti… Dioses, leyendas vivas que pasaron al otro lado en apenas un parpadeo.
Durante meses y meses Puebla desapareció del mundo por completo para convertirse en Portago: se metió en su piel, y gracias a su capacidad de empatía natural, cimentada en la mejor información posible, logró averiguar, sentir en su propia alma, qué se siente al ir a trescientos por hora protegido únicamente por un casco de ciclista moderno, y a qué sabe un último beso.
Las novelas deben poseer esa magia. No basta con la información y los datos. Es necesario volver a poner de pie un universo, rearmarlo, conseguir que todos vuelvan a la vida, que las risas resuenen entre las líneas como si se estuvieran produciendo ahora mismo. Las risas, y los miedos, y el amor, y el deseo.
¡Corre Fon, no levantes el pie! Cada vez que un lector lea las páginas de El sabor del último beso volverás a estar vivo, lleno de esperanzas y sueños. Muchos, en verdad no puedes quejarte, sobradamente se cumplieron.
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Autor: Javier Puebla. Título: El sabor del último beso. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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