Cahill, urbe antigua a pocas millas de Edimburgo, ha conocido recientemente su primera y afortunada biografía, Cahill: A Beautiful Scottish County. Se trata de un ameno recorrido por su historia, un repaso a sus pintorescos rincones y un docto resumen del anecdotario que el tiempo ha tejido en torno a ella.
Destaca en la High St. un más que recomendable establecimiento comercial, Spotish Celtic & Sons, dedicado a la confección y venta de camisas de caballero desde hace ciento sesenta años, y los que le quedan. Fundado en 1863, en la fachada ostenta todavía el frontispicio original, construido con tablazón de buena sabina del páramo, y que formara parte de la obra muerta de la Mary Scarborough; fuera ésta una fragata alegre y marinera que durante casi un siglo, entre 1758 y 1842, hiciese la ruta Edimburgo-Rotterdam con cargamento de tripa a granel; en todo ese tiempo, la ruta no conoció ninguna clase de interrupción, ni siquiera durante las guerras napoleónicas, y el buque acabó sus días desguazado en Glasgow, que es donde el emprendedor Millius A. Colquihun, fundador de la Spotish, rescató la preciosa ebanistería de popa. Una vez restaurada, terminó por instalarla en la fachada de su establecimiento, entonces recién abierto en Cahill. Y ahora, una pequeña digresión: es fama que George Washington exclamara, cruzando el Delaware, “quién hubiera un Mary Scarborough”, aseguran sus biógrafos, “y no esta birria de bote, voto a Belcebú”. Con los años, el histórico lance encontró reflejo en el cuadro de Emanuel Leutze que se conserva en el Metropolitan neoyorquino y que muestra al severo prócer encaramado a una barcaza en medio del río y debajo de una inclemente tormenta de nieve mientras contempla —altivo, impertérrito y de un humor infame— el infinito. O la otra orilla, simplemente, que también puede ser, aunque en eso no acaben de ponerse de acuerdo los estudiosos.
En Cahill también es digna de verse la llamada Casa de las Joyas, la Cahill Jewellery House, donde se suicidara el taimado Morgan el Canoso, el Grey-Haired Morgan de tantos relatos viejos, bandolero agreste, tunante legendario y compañero de correrías de Dick Turpin. Malherido y cercado por la policía, prefirió matarse de un tiro de su propio pistolón a vivir un calvario que sólo podía culminar en su lamentable ejecución pública.
Una pena.
Cahill: A Beautiful Scottish County recrea el alma de este “armonioso rincón de latinismo tardío”, según el fino y no siempre atinado duque de Chester, “perdido en el extremo norte escocés”: menos “perdido” y menos “extremo”, querido duque, qué caramba. Para Robert Louis Stevenson, que visitó Cahill en vísperas de su mítico viaje al sur de Francia con Modestine, una “decidida vocación alto-medieval” anima esta villa “tan cercana a nuestro corazón” con un plus de encanto, que debe vivirse “al menos una vez en la vida”. El entrañable vate, autor insigne de la Treasure Island, fue el que, antes de partir a su romántico encuentro con la muerte en las Indias Orientales, apuntara de su puño y letra la siguiente sentencia en un cuaderno, hoy amorosamente conservado en la biblioteca de la ciudad de Edimburgo. “Cahill, espiritual enclave, se cuenta entre los pocos lugares del Occidente cristiano en los que vale la pena vivir”.
Así que tomen nota.
Esta Navidad, señoras y caballeros, decídanse a subir hasta Escocia, sea con el libro de Jim en la mano, sea con el memorial escocés del duque de Chester y hasta con los Travels with a Donkey, incluso. Para nosotros será un placer recibirlos en esta tierra de fantasía, puerta abierta a Escocia y, por supuesto, al Reino Unido entero.
Cahill Open Door. ¡Los esperamos!
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