1951. Al final de El enigma de otro mundo, un reportero perdido en un destacamento secreto científico militar no lejos del helado Polo Norte toma el micrófono de la emisora del destacamento y dicta una crónica que comienza advirtiendo dramáticamente a sus oyentes que no dejen de vigilar, de escudriñar los cielos.
Oficialmente, El enigma de otro mundo es una película dirigida por Christian Nyby, el montador de las películas de Howard Hawks, que fue quien le ofreció dirigir la película como reconocimiento a su imprescindible y brillante trabajo a la hora de montar Río Rojo. La realidad es algo diferente. Nyby estuvo en el plató y dirigió la película… pero en realidad (todos los testimonios lo confirman) fue Hawks, su amigo y mentor, el que no sólo produjo y escribió la película, como hemos visto junto a Charles Lederer y en la sombra su tío Ben Hecht, sino el que escogió el reparto y… digamos, quien aconsejaba a Nyby, en el mismo plató, las decisiones de puesta en escena. Por otra parte la película es muy hawksiana pese a su aparente rareza temática, ya que es la única incursión del cineasta en la ciencia ficción , un género que comenzaba a emerger tras la Segunda Guerra Mundial.
Y lo es porque esa misteriosa aparición de una nave extraterrestre, que se estrella en el hielo cerca del Polo Norte, y la de su gigantesco y extraño tripulante, se enmarca en un universo claramente hawksiano. Un universo en el que encontramos a un grupo de profesionales, científicos y militares, que deben enfrentarse, con notables tensiones internas, a esa amenaza, por completo aislados y progresivamente reducidos a unas pocas habitaciones del barracón en el que habitan y trabajan. La admiración sin fisuras de Hawks por la profesionalidad, por los profesionales, sobre todo los que viven arriesgadamente, se pone de manifiesto por la manera en la que planifican con lógica de profesionales la batalla contra la Cosa. No hay exaltación, ni histeria, ni retórica de heroísmo; just a job, sólo un trabajo que hacer, que era también el credo de Hawks a la hora de filmar sus películas. Trabajan como viven, con sentido del humor, relajados en la camaradería del afecto y el apoyo mutuo, conociendo lo que hacen y por qué lo hacen.
Todo ello sitúa a The Thing como un antecedente muy claro de Río Bravo y Eldorado, sin perder de vista a la concentración dramática de profesionales, aviadores, en lugares aislados de películas como The Dawn Patrol , Ceiling Zero, Sólo los ángeles tienen alas o Air Force. La aparición de un extraño al grupo fuerza el análisis de los comportamientos y el desarrollo de los personajes. Hawks filma además todo con la indicación omnipresente de una naturaleza hostil, tan hostil como el visitante de otro planeta, operando con habilidad sobre esos elementos de aislamiento, condiciones de Naturaleza extrema (recuérdese las de las películas citadas) que acaban encapsulando todo .
Amén de ello tampoco es ajeno a los temas hawksianos la confrontación entre académicos-científicos y seglares, como ocurre entre Kate Hepburn y Cary Grant en La fiera de mi niña, Barbara Stanwyck y Gary Cooper en Bola de fuego, y Danny Kaye y Virginia Mayo en su remake Nace una canción y toda la trama de Me siento rejuvenecer, en la que una imprevista fórmula de laboratorio transforma a los adultos en niños.
Aún hay más, porque aunque recorra suavemente la trama, la relación sentimental entre el capitán Patrick Hendry (Kenneth Tobey), que adquiere el ron del líder hawksiano, inevitablemente rocoso pero empático con sus hombres, y Nikki Nicholson (una espléndida Margaret Sheridan), la secretaria del doctor Carrington, nos introduce, vía la de tantas otras películas (Tener y no tener, Río Bravo), en el toma y daca de la naturalidad y el humor de los diálogos, reveladores de la personalidad de ellos y del estado de su relación, con la mujer tomando iniciativas, integrándose sin fisuras en un mundo masculino sin perder un ápice de su condición femenina. Es ella la que siempre toma la iniciativa y domina el escenario y las relaciones, y la ironía hawksiana nos muestra al capitán atado por la dama… aunque subrepticiamente se deshaga de las ligaduras.
The Thing es, obviamente, una película de ciencia ficción, como lo es el cuento «Who Goes There?», escrito por John W. Campbell jr., en el que se inspira la película. En ese campo genérico la película, muy clara y precisa, es, de algún modo, pionera en el rastreo de temas y planteamientos de los que beberán sus continuadores. El choque de civilizaciones, el debate sobre cómo acogerlos (¿nos invaden, nos agreden, aspiran a conquistarnos , a destruirnos?), nuestro violento rechazo a su llegada, casi anejo a la naturaleza humana frente a lo desconocido ¿provoca su reacción agresiva? El hecho de que sea un ser-planta, con apariencia humana, que se alimenta de la sangre humana, desliza la trama a modelos bien conocidos y que, astutamente, Hawks y sus guionistas entroncan con Frankenstein y con los vampiros. El modelo Frankenstein sirve además para centrar el debate entre la posición del doctor Carrington (Robert Cornthwaite), cuya vocación de curiosidad científica le lleva a proteger frente a todo y todos a la Cosa. Necesita, exige dialogar. No perder la oportunidad de descubrir, conocer, una forma de vida, una civilización ignota.
Ello lleva a que Hawks y sus guionistas deslicen, más allá de la propuesta de ciencia ficción, algo que harán asimismo sus sucesores en el género, otros enfoques, otros debates más humanos y perentorios que sitúan a The Thing en un plano de la más absoluta modernidad. Así los límites éticos, sociales y políticos de la investigación científica, su choque con la autoridad, en este caso la militar, el horizonte de una hipotética deshumanización en ese progreso científico, las dudas entre la prudencia y la audacia, el progreso y la conservación de modos de vida menos arriesgados, los principios y valores que deben subyacer en esos debates… o ser abandonados o reemplazados por otros. El guión no hurta nada de ello y su estructura nos ofrece con frecuencia secuencias centradas en el debate y la discusión de todos esos temas.
Más allá, es evidente que Hecht y Lederer miraban más cercanamente a la tensión de la Guerra Fría de bloques políticos y militares y, aún más al fondo, al temor al otro, al Diferente, evitando el debate sincero, la comprensión y, en su caso, el consenso. El racismo, los extranjeros, y en aquellos años la presión de la caza de brujas de peligrosos izquierdistas del maccarthysmo, quizá no anduvieran muy lejos. Por no hablar, a través del personaje del periodista Ned Scott (Douglas Spencer), de un debate no menos moderno: el de la tensión entre el derecho a informar libremente y el de los secretos militares o de cualquier otro tipo.
En todo caso, The Thing es una hermosa lección de cine que deja ver todos los códigos, no sólo temáticos sino visuales, de Howard Hawks. Este la filma con su habitual elegancia y concisión. El soberbio plano general en el que militares y aviadores se despliegan para poder determinar el tamaño del platillo volador da una idea de cómo funciona y se ordena la idea visual de Hawks.
Como de costumbre en Hawks, The Thing of Another World es una película muy física, muy humana, muy cercana. Sujeto, verbo y predicado; con extraordinaria fluidez narrativa, austeridad y sin retóricas, dominando el ritmo, planificando con impecable lógica cada secuencia a base del predominio de planos generales de tempo sostenido, como consecuencia de que lo que ve el espectador son confrontaciones, debates, en los que intervienen muchos personajes, porque además The Thing es una película eminentemente coral, que está servida además por un reparto tan homogéneo como eficaz.
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The Thing From Another World (El enigma de otro mundo, 1951). Producida por Howard Hawks. Dirigida por Christian Nyby (y sin acreditar por Howard Hawks). Guión de Charles Lederer (y Ben Hecht , sin acreditar), basado en el cuento «Who Goes There?», de John W. Campbell jr. Fotografía de Russell Harlan. Montaje de Roland Gross. Música de Dimitri Tiomkin. Interpretada por Margaret Sheridan, Kenneth Tobey, Douglas Spencer, Robert O. Cornthwaite, James R. Young, Dewey Martin, Robert Nichols, Sally Creighton, William Selz y James Arness como La cosa. Duración, 87 minutos.
Crecí con la película de Carpenter y me fascinó. Debo haberla visto unas 10 veces a lo largo de mi vida. Y recientemente he visto el original de Hawks. Es una pena que a medida que uno crece, ve con un ojo más crítico las versiones antiguas hasta hacerlas sentir casi «malas» o de «serie B». Cada cosa tiene su momento
Siendo remake, la de Carpenter se aleja de lo político, quitando el toque de humor que siempre aportaba Hawks a sus filmes, para adentrarse en lo profundo de la condición humana. El miedo, la desconfianza, el ego y la pugna por el poder. En mi opinión, la mejor obra de Carpenter, al menos la más adulta y compleja. A mí el remake me impacta mucho más que la original.