Ahora que la Obregón saca un libro ya sabemos por qué se muere el circo. Porque hay más circo fuera que dentro. ¿Cómo van a competir las morsas amaestradas con una mujer que tiene a su propio nieto? Imposible, dirán ustedes. Pues no. Lo imposible es competir con semejante tour de force, pero el tour de force es perfectamente posible. Y ya que estamos, sacar libro aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Si tirarse de cabeza a un vaso de agua ya no moviliza al público, nos tiramos un pedo y lo pintamos de verde. O escribimos un libro. Hasta los señores de la NASA van a mandar a la Luna dos chicos de León y un negro. ¡Un negro! han subrayado admirados los media. Que vayan a la luna una chica y un chico de León es chocante, pero un negro… Total, que ¿por qué no va una abuela a tener su propio nieto, plantar algo y contarlo luego en un libro? Además, cuando eres Ana Obregón has de tener siempre algo. Aunque sólo sea algo que decir. Y que mostrar, una tontería, qué más da si estamos rodeados de ellas. En su día la Obregón ya se puso de novia del chico del Dominguín. Después se licenció en biológicas, estrenó decenas de bikinis y cada temporada se dio el primer baño de la tal temporada. Acto seguido rodó una peli con el Milikito, se casó con un conde crápula y dio las campanadas de nochevieja varias veces, compitiendo con la señora DiverXO, que las daba en otro canal. Por último perdió un hijo y recientemente ha tenido otro que, en el colmo del más difícil todavía, es en realidad su nieto. Y todo así. Sin parar, porque el espectáculo debe continuar. O damos espectáculo o nos disolvemos en la nada. En estos tiempos numereros, la gente de talante discreto, poco amiga de exhibirse y nada amiga de hacer sonar el cencerro de la manada, lo tiene crudo porque en estos tiempos hay que montar un numerito cada mañana, ya sea tirar un niño por el balcón, tirarte tú mismo en parapente con la abuela o gritar barbaridades a coro, sea desde la grada, sea desde las ventanas del Elías Ahuja. Y, por supuesto, grabarlo todo con el móvil para que lo vea mucha gente y se muera de risa. Hoy la palabra clave es “autopromoción” de no se sabe bien qué, de uno, del juego de la rana, de un libro o de cualquier gamberrada. El caso es mostrar en las redes sociales que uno hace “algo”, como Ana Obregón, aunque sea en más modesto. Y la gente se lanza a “promocionar” de todo, desde revistas alternativas y viajes a sitios raros hasta guisos de toda la vida y, cómo no, selfies a mansalva. Esta Semana Santa en Londres era exagerada la cantidad de cantamañanas de los cinco continentes que había al pie del reloj, en torno al parlamento y todo a lo largo del río haciéndose fotos adoptando poses demenciales, encaramándose a sitios imposibles y hasta guardando civilizadas colas en puntos de especial relevancia que se traían aprendidos de casa. “Viral” es la palabra de moda hoy. Fotos virales, almas virales y libros virales. Hasta que llega un virus de verdad y te corta. O Lula Da Silva más cabreado que una mona porque has insultado a un millonario negro y se entera el planeta entero de que eres gilipollas. El caso es que yo había venido aquí a hablar del libro de la Obregón, pero no me sale.
¡Por Dios, que caiga el asteroide!
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