Roma surgió de la deforestación de los bosques del Lacio. Y en ese episodio seminal de nuestra civilización sitúa el autor el inicio de la guerra entre ésta y los bosques, que tomó velocidad de crucero a partir del siglo XVIII y la llegada del racionalismo científico. El propio Descartes, se nos recuerda aquí, “imagina el bosque como un espacio oscuro en el que el paseante extraviado debe caminar recto y hacia delante, en una sola dirección, para conseguir salir y llegar a algún lugar menos funesto”. Es entonces cuando nacen la agronomía y la silvicultura, con la intención última de doblegar los bosques, y más adelante, la denominada “ordenación del territorio”, que el autor considera una guerra de baja intensidad: “Una guerra emprendida no sólo contra los lugares que aniquila, sino contra los propios seres vivos.”
Por nacer, es entonces, en ese decisivo siglo XVIII, cuando nace también nuestra concepción estética del paisaje, al decir de Jean-Baptiste Vidalou, seudónimo de un activista medioambiental francés; heredera, en este caso, del desarrollo en aquellos años del landscape gardening (paisajismo). Y de ahí a la creación de los parques naturales no hay nada, nos advierte el autor, porque los parques naturales no son otra cosa que emanaciones, en este caso estéticas, del mismo racionalismo que impulsó la deforestación de los bosques. Pero el autor defiende el bosque en sí, libre y con los habitantes justos, con aquellos, sobre todo, que lo entiendan y respeten, un poco al modo de la visión que de la naturaleza defiende John Fowles en su libro El árbol frente a la más invasiva, silvicultora, de su padre, empeñado en domeñar siempre a sus árboles frutales.
El libro impugna, pues, todo lo que se está haciendo con los bosques e, incluso, lo que hasta hace bien poco se había considerado una victoria: la creación de espacios protegidos. El planteamiento de Vidalou representa, en todo caso, una estimulante reconstrucción del cómo hemos llegado hasta aquí que permite ver más allá de lo que ven nuestros ojos. Pero que, como muchas veces sucede con estos textos destinados a la movilización, falla a la hora de aportar soluciones, más allá de ese “bajarse de la máquina” que como si, en realidad no hubiera sabido cómo terminar la frase, plantea el autor mediado el libro. Resulta, por otra parte, refrescante con este texto comprobar cómo las filosofías emancipatorias surgidas también a caballo entre ese, por él, denostado siglo y el siguiente resultan perfectamente adaptables a la liberación de otros sujetos históricos. Porque, como muy bien podrá apreciarse aquí, las teorías emancipatorias que han servido para cambiar nuestra concepción de la clase, la nación o el género, pueden muy bien operar a la hora de liberar algo tan aparentemente alejado de lo puramente humano como son los bosques.
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Autor: Jean-Baptiste Vidalou. Título: Ser bosques. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todostulibros y Amazon
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