En 1991, con motivo del próximo centenario del nacimiento de JRR Tolkien, se fundó en Elche la Sociedad Tolkien Española, con el objeto de agrupar a los admiradores en España del creador de (entre otras cosas) la Tierra Media. En aquellos días anteriores a internet, la noticia se dio a conocer en fanzines y revistas del género fantástico, y antes de acabar el año ya había otro grupo en Barcelona. Siguieron Córdoba, Granada, Zaragoza y otras varias ciudades hasta los dieciséis “smials” (como se los llama en recuerdo de los agujeros donde viven los hobbits) que existen actualmente, cada uno llamado con nombres de lugares de la Tierra Media, como Imladris (Valladolid), Lórien (Barcelona), o Númenor (Madrid) incluyendo uno denominado “Montaraz” para aquellos sin agujero hobbit donde meterse. Desde entonces, y con un gran impulso recibido tras el auge de internet y el estreno de las películas sobre El Señor de los Anillos hechas por Peter Jackson a principios de milenio, la STE ha continuado sin descanso su trabajo de difusión e investigación sobre la obra de Tolkien, desde la literatura, la mitología, la lingüística, la filología, la pintura, la ilustración, la música, los juegos, el teatro, la artesanía y los cursos universitarios, entre otras actividades. Cada trimestre edita la revista Estel y cada año convoca los premios Gandalf de relato, Aelfwine de ensayo, Bilbo de microrrelato y Niggle de artesanía.
También, y como lo laborioso no quita lo divertido, cada cierto tiempo hay reuniones (llamadas “merith”, “mereth” en singular, en la lengua élfica que inventó Tolkien) que van más allá de unos simples vinos en la taberna de la esquina. Muchas son quedadas de fin de semana entero con multitud de actividades, cenas y por supuesto frikismo a tope y a mucha honra. A la más importante de cada año se la llama “Mereth Aderthad” o “EstelCon”, y en la última, hecha en Khazad-dûm, provincia de Zaragoza, en diciembre de 2016, hubo lecturas de cuentos, Trivial Orco, partidas de rol, conferencias sobre la guerra o la gastronomía en la Tierra Media, o sobre los ecos quijotescos en Tolkien, talleres de baile o de creación de objetos de estilo élfico, e incluso estudios comparativos con otros mundos fantásticos como los de La historia interminable o Doctor Who. Entre las últimas citas ha estado la muestra Mas allá de Tolkien, exposición en Mallorca en marzo y una “mereth” a finales de abril en Cercedilla. Entre las próximas, un fin de semana en el castillo de Miravet (Tarragona) a finales de mayo, y otra “mereth” en Tortosa a mediados de octubre. Hacerse socio de la STE cuesta entre 12 y 42 euros al año, dependiendo del tipo de membresía.

Según comenta la propia Elia, “yo llegué al mundo del podcasting de la mano del genial Antonio Runa (es mi Gandalf y a él le debo todo), y empecé como colaboradora en La Órbita de Endor, programa que él dirige. Me enganchó muchísimo y me di cuenta de que era un método de difusión estupendo, así que me dije, “¿por qué no hacer un podcast sobre Tolkien?”. Sobre esa temática no hay (que yo sepa) ningún podcast en castellano en exclusiva, y en la Sociedad Tolkien Española (de la que soy miembro hace más de diez años) tenemos conocimientos y personas de sobra como para hacer un podcast interesante. Así que se lo propuse a la Comisión Permanente, y en seguida contacté con varios compañeros dispuestos a participar en el proyecto. En febrero de 2015 lanzamos nuestro primer programa, y el resto ya es historia”. Y todo esto sin tener ningún tipo de formación en periodismo o radio. “En absoluto. Me ha gustado escribir desde siempre, pero ha sido un hobby más que otra cosa. Como he dicho antes, todo lo he aprendido de otros, como por ejemplo Podcast de Hielo y Fuego, programa que también recomiendo. Como directora, mi parte favorita es la parte principal del programa, que me permite tratar con muchos colaboradores distintos y profundizar en diversos aspectos de la obra de Tolkien, pero como oyente diría sin duda que La sala de los cuentos. La voz de María José es única, y tiene una habilidad mágica para llevarte a la Tierra Media. En cuanto al recuerdo, jamás olvidaré el haber tenido el privilegio de poder entrevistar a Tom Shippey, que además de ser un gran conocedor de Tolkien, es un hombre encantador. En total, diría que cada entrega nos lleva unas diez horas, entre pensar los temas, contactar con los colaboradores, estudiar la materia, grabar y editar. Creo que el primero que hicimos, La magia en El Señor de los Anillos es perfecto para empezar si alguien no nos ha escuchado nunca antes. Por desgracia es el que peor sonido tiene, porque estábamos empezando”. ¿Y cómo de difícil te va a resultar continuar ahora que eres madre? “Pues los comienzos de la maternidad han sido muy exigentes, ¿para qué mentir? Pero por suerte tengo un equipo estupendo que se ha volcado y me está ayudando mucho, ocupándose de tareas que puedo delegar porque no necesitan de mi voz. Y también cuento con el apoyo incondicional de mi marido, que se ocupa de la niña cuando tengo que grabar. Siempre cuento con él a la hora de organizar las grabaciones para asegurarme de que está libre y puede cubrirme. Es mi Superman personal”. ¿Alguna anécdota relacionada con el podcast? “Nunca olvidaré una ocasión en que el programa de grabación dejó de funcionar de repente sin que yo me diese cuenta, y tuve que volver a quedar con todos los colaboradores para volver a grabar la mesa redonda sobre los orcos. ¡La tecnología es un esbirro más de Sauron!”

La primera vez que Balin fue consciente de la existencia de Tolkien fue “a través de la revista de El Círculo de Lectores, con 8 años. Mi madre me la daba para que eligiera un libro (yo era el principal lector de la casa), y un día me fijé en uno llamado El Señor de los Anillos. Unos días antes en el colegio habíamos hecho un ejercicio en clase de Lengua, y el tema (no recuerdo si eran los adjetivos o los adverbios) tenía un fragmento de El retorno del rey. Até cabos y pedí el libro. Pero entre mi madre y la encargada del Círculo de Lectores consideraron que un libro de 1200 páginas para un niño de 8 años igual era excesivo y un poco prematuro, y me dijeron que esperara un poco y terminara todos los que tenía pendientes de leer. Y me olvidé completamente de él. Al final lo acabé leyendo con 12 años, después de que un amigo de clase me lo recomendara”. Elia no conoció la Tierra Media hasta que llegaron las películas de Peter Jackson. “Hasta entonces, nadie me había hablado jamás de ese libro ni me lo había recomendado. Yo vivía en la ignorancia total. Cuando vi la primera película, me enamoró totalmente y me leí todo lo que encontré. Después entré en la STE, y descubrí que había muchísima gente que compartía mi afición, y que además existía un lugar donde aprender más y divertirse mucho. Así que podríamos decir que empecé tarde, ¡pero cogí carrerilla!”. Findûriel comenzó “con la lectura accidental de El hobbit a los nueve años de edad. Digo “accidental” porque fue un libro que tomé de las estanterías de mi hermano mayor. Su lectura me llevó al resto de la obra de Tolkien con los años”. A Erendis, “cuando tenía 16 años una amiga, a la que no le gusta mucho leer, me lo recomendó, y pensé que si a ella le encantaba, a mí, que soy un poco ratón de biblioteca, fijo que me apasionaba… y no me equivoqué”. Para Eleder también tuvo algo que ver el Círculo de Lectores, “que te obligaba a comprar un par de libros por mes de su catálogo. A veces eso te hacía comprar cosas que no te interesaban demasiado, o arriesgarte sin tener muy claro lo que comprabas. Ya leíamos algo de fantasía por esa época (mi madre es muy fan del género) y nos encontramos la publicidad de un libro sobre una especie de enanos, que en principio no nos llamó demasiado la atención, pero teníamos que comprar algo… y de pronto vimos que su protagonista se llamaba “Bilbo”. “¡Anda, como Bilbao en euskera!” (somos de allí). Así que cayó”. Carlos, el mayor de los seis, recuerda: “Leí El Señor de los Anillos con 15 años, en torno a 1986. La ambición y dimensión de la historia y la osadía del autor al inventar todo un nuevo mundo me impresionaron, pero no diría que quedara definitivamente cautivado por Tolkien. Fue más tarde, cuando leí la obra en inglés, cuando quedé rendido para siempre, pero no fue sólo por la diferencia en las sensaciones entre leer la obra en una traducción o en su lengua original, que también, sino que extrañamente fue principalmente a raíz de leer los apéndices, que no estaban incluidos en la traducción al español que yo había leído. Aquellas largas listas de reyes y senescales, la historia de la caída del reino de Arnor, la crónica de la amistad de Gondor y Rohan, ¡Los apéndices lingüísticos…! Todo ello me hizo ver que aquella osadía de inventar un nuevo mundo no era un farol, sino que Tolkien de verdad había llevado su compromiso con la Tierra Media hasta el límite de desarrollar una trama que iba mucho más allá de lo que era necesario para mantener la coherencia interna de su novela. Hasta entonces no había visto semejante amor por un mundo subcreado, y debo decir que no he vuelto a encontrar algo igual. Por mi parte, no he podido sino devolver al autor y a su obra un fragmento del amor y pasión que él invirtió al regalárnosla”.




Y en resumen: ¿qué significa la obra de Tolkien para vosotros? Para Carlos “la obra de Tolkien me ofrece un lugar que me permite huir de este mundo en el que tantas cosas me resultan ajenas, incomprensibles o dolorosas. Pero, parafraseando al propio Tolkien, esta huida no es una deserción, sino la evasión de un prisionero, un corto respiro que me permite visitar un mundo en el que hay oscuridad, pero también esperanza y en última instancia eucatástrofe, y luego volver a la lucha con las pilas cargadas y el corazón reconfortado, incluso a fuer de triste. Después de todo, la obligación de un oficial prisionero en tiempo de guerra es procurar su evasión para volver al combate tan pronto como sea posible. Este será un mundo tanto más triste en la medida en la que se reduzca el número de lectores, ya sea de Tolkien o simplemente de enamorados de los libros. Afortunadamente, mi trabajo como profesor me recuerda permanentemente que no es cierto aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que “la juventud de hoy en día” no es en absoluto peor que la de hace 20 años, a menos que la comparemos con el recuerdo edulcorado y distorsionado de nuestra propia juventud”. Para Erendis “es una fuente de inspiración, de magia, alguien que creó algo grandioso, y de su rico mundo nos hemos nutrido muchos. Y me ha regalado gente maravillosa en mi vida”. Para Balin “son una serie de obras literarias a las que volver de vez en cuando y releer para descubrir cosas nuevas cada vez”. Elia dice que “significa un mundo ficticio que ha cambiado mi mundo real, permitiéndome integrar la fantasía a distintos aspectos de mi vida. Gracias a ello he conocido gente fantástica, he hecho buenos amigos, y he disfrutado muchísimo de mi tiempo libre con actividades originales y variadas”. Findûriel responde: “Pregunta complicada. JRR Tolkien es uno de mis escritores favoritos, es una ubérrima fuente de investigación, inspiración, evasión y consuelo. Me fascina seguir encontrando material nuevo, conocer personas de todo el mundo con las que me une esta afición y que tienen muchas cosas que contar, organizando actividades para que su obra sea conocida para el gran público, encontrando momentos en la vida y la historia donde su obra puede ser aplicable… y también significa mucho menos espacio en mis ya atiborradas estanterías”. Por último Eleder cuenta que “aparte de ciertos recuerdos nostálgicos de juventud (ay, la juventud en la que tienes tiempo de hacer un millón de cosas… como releerte El Silmarillion sólo para recopilar todos los sufijos de plural de las lenguas élficas), Tolkien para mí ha significado un estímulo siempre renovado para apreciar la belleza en todas sus formas: la armonía de los paisajes, la estética de los sonidos de una lengua extraña, la emoción que entraña la buena literatura… Y mucho aprendizaje, también, en el terreno moral, como esa gran enseñanza a no desfallecer, a pesar de que todo a tu alrededor te diga que la derrota es segura. También ese buscar la verdad en los placeres humildes (la canción, los paseos por el campo, la cerveza…). Un montón de cosas. No sé cómo sería hoy de no haber sido por ese “enano que se llamaba como Bilbao en euskera”, pero probablemente sería alguien bastante distinto”.
(Para hablar sobre la obra de JRR Tolkien en nuestro foro, se puede utilizar este hilo)



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