Desde Homero, como poco, el viaje ha sido un tema recurrente en la historia de la literatura. También la literatura es, de algún modo, un viaje en sí misma. Un desplazamiento por mundos que no nos pertenecen, pero también una indagación en nuestro propio interior. «Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía», dejó escrito José Vasconcelos. Cervantes acuñó otro tópico muy repetido, aquello de que «el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». No es necesario partir con demasiadas expectativas. Como bien demostraron James Joyce o Robert Walser, hasta el más inocuo paseo puede derivar en una epopeya monumental o terminar convertido en un regreso a Ítaca. No digamos ya los periplos que obedecen a una urgencia, a una necesidad perentoria. La impostergable vocación de alejarse de todo cuanto atañe a uno mismo para llegar lejos, verse desde fuera y tratar de encontrar las claves con las que seguir adelante. Lo dijo muy bien el sabio Michel de Montaigne: «A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo, pero ignoro lo que busco.»
No sé si llegan a tener clara la razón de su huida los dos protagonistas de Párpados (Galaxia Gutenberg), el espléndido debut en la narrativa de Toni Quero (Sabadell, 1978), que ha ganado con esta novela la tercera edición del premio Dos Passos, concedido a primeras novelas. Se narra en ella una huida que se lleva a cabo en dos fases: la primera, controlada, es la que conduce a Duna y a su compañero sentimental —que es quien nos habla en todo momento, relatando su historia en capítulos breves en los que se destila una prosa de verbo exacto y musical delicadeza— desde Barcelona hasta el Delta del Ebro, donde tienen apalabrado un trabajo temporal; la segunda, se inicia cuando antes de comenzar sus obligaciones laborales deciden abruptamente imprimir un nuevo rumbo a su vida y optan por coger de nuevo la moto y tomar la dirección de Francia para ir dirigiéndose después hacia el norte de Europa. Más claro lo tiene el protagonista y narrador de Siempre estaré a tu lado (Carena), narración en la que Miguel Rojo (Zarracín, 1957) relata la peripecia de un padre que secuestra a su hijo con el único fin de hacer el mayor daño posible a su ex-mujer y emprende con el menor, también en moto, una escapada abrupta y sórdida que culminará tras cinco días angustiosos.
Ambas novelas comparten el mismo núcleo argumental —el relato de una huida, la glosa de sus causas y la pormenorización de sus consecuencias— y una cierta vocación introspectiva. También hay en común otras cuestiones, aunque en principio una y obra parezcan tan diferentes como lo son las circunstancias de sus propios autores. Miguel Rojo, curtido ya en mil batallas y en unos cuantos libros, es un escritor bien conocido en su Asturias natal. Escribió una novela—Histories d’un seductor (memories d’un babayu), traducido al castellano como Historias de un seductor (memorias de un gilipollas)— que se convirtió pronto en uno de los títulos más leídos de la literatura asturiana. También tiene en su haber obras narrativas (La senda del cometa, La hoja del ginkgo biloba) y poemarios (Territorios, El paseo) que han hecho de la suya una voz consolidada al norte de la cornisa cantábrica. El caso de Toni Quero, en cambio, es casi el de un neófito. Licenciado en Filología Hispánica y editor, obtuvo en 2009 el Prix International de Littérature de la Fondation Antonio Machado por su poemario Los adolescentes furtivos, que recibió elogios entusiastas del mismísimo Pere Gimferrer, y no había dado hasta la fecha más referencias bibliográficas. De ahí que resulte sorprendente la excelencia con que factura su primera novela y el oficio del que hace gala en unas páginas que esconden unos cuantos párrafos memorables.
Párpados, ya se ha dicho, es la historia de una huida que, aunque en principio pueda resultar romántica, esconde en su trastienda un inventario de agravios, incertidumbres y desolaciones íntimas que convierten determinados pasajes de la novela en una historia de terror. Siempre estaré a tu lado, por su parte, no deja de ser el relato autoexculpatorio de un maltratador, del mismo modo que Lolita era la historia de un pederasta contada por él mismo. Resulta curioso que ambas novelas instauren en los Pirineos la línea de fuga de sus personajes, como si los montes de la antigua frontera francoespañola siguiesen constituyendo una suerte de símbolo de expatriación, aunque en el primer caso la pareja protagonista siga la línea de costa del mediterráneo y en el segundo padre e hijo opten por buscar refugio en el País Vasco francés. También en los dos libros se sitúa la reflexión por encima de la acción, o más bien se entiende aquélla como una consecuencia de ésta. Si en las páginas de Rojo una y otra avanzan juntas de manera inquebrantable, en las de Quero muchas veces el tiempo queda abolido para dar paso a excursiones memorialísticas o planteamientos que no tienen tanto que ver con la historia como con lo que podrá suceder o no una vez que ésta concluya. Pese a esto, en ningún caso se renuncia al ritmo. Siempre estaré a tu lado transcurre a lo largo de cinco días febriles en los que la revancha combate contra la culpa en un tour de force que tiene parada en moteles sórdidos y carreteras desoladas y donde queda establecida una dialéctica constante entre la perversidad del progenitor y la inocencia del hijo que se ve a su cargo, desvalido y confiado a un tiempo. Párpados se desenvuelve por entornos más benévolos desde un punto de vista estético, por más que los paisajes y las ciudades se presenten con sus contornos desvaídos, como si todo el relato del viaje fuese la descripción de un sueño inverosímil y alucinado, uno de esos acontecimientos que se presentan por azar, y de manera aparentemente inocua, para acabar modificándolo todo a su paso. Eso no quiere decir que ambos personajes no porten a sus espaldas un equipaje de terrores, un arsenal de tormentas que pueden desatarse, y se desatan, en los momentos más inesperados. Si Miguel Rojo construye una suerte de thriller sin escatimar incomodidades ni acobardarse ante el difícil reto de dar alma y voz a un criminal obsesionado con convencerse a sí mismo de que está haciendo lo correcto, Toni Quero opta por otra clase de introspección, la de quien trata de comprender todo lo que no entiende, para hilvanar una sutil narración cuajada de hallazgos expresivos que, por ética y estética, no puede dejar de recordar algunas de las obras más celebradas de la nouvelle vague.
Ambos libros comparten, para finalizar, un gran acierto, el de rehuir la innecesaria moralina o regodearse en los detalles de lo que pocas palabras necesita para hacer notar su verdadero empaque. Pese a que el asturiano sea un veterano y en el caso del catalán nos encontremos ante un recién llegado, los dos saben bien que en la literatura casi siempre es más crucial lo que se sugiere que lo que se muestra abiertamente, y es al lector a quien le corresponde dar totalmente por amortizado el periplo. Ya hemos advertido de que los viajes y los libros se parecen. Por eso viene a cuento concluir citando a Nicolas Bouvier: «Uno cree que va a hacer un viaje, pero enseguida es el viaje el que lo hace a él.»
Título: Párpados Autor: Toni Quero Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Amazon, Fnac
Título: Siempre estaré a tu lado Autor: Miguel Rojo Editorial: Carena. Venta: Amazon, Fnac
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