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Volver a Almodóvar

Con esta película he llorado (y mucho), siempre en aviones: he cruzado cuatro veces el Atlántico viéndola. Me obsesioné, hasta el punto de comprar el guion.

Pedro Almodóvar no cae en gracia a algunos, que tienen todo el derecho a empacharse, faltaba más. Sin embargo, pienso que si escuece es por su capacidad de remover: te pega un bofetón con una escena seca y luego te acaricia con la mano, para que se te pase el ardor. Narra y, al mismo tiempo, dirige, compone, ejecuta. Corta, raja y cicatriza.

Crecí viendo sus películas, todas. Varias veces, además. Tacones lejanos era mi favorita después de Mujeres al borde de un ataque de nervios con aquella Rosy de Palma y Carmen Maura y su gazpacho con somníferos. Todo sobre mi madre y la oscura Hable con ella, pero Volver me fulminó, como lo hizo Pepi, Luci y Bom… y otras chicas del montón, pero en modo sísmico. Almodóvar esconde «un ramalazo Lessing» en la mezcla de sus hipérboles y la naturaleza de sus tragedias.

"Siempre me ha hipnotizado la relación de Almodóvar con la madre y la mujer como arquetipo"

Me gustaba y me gusta el exceso de Pedro Almodóvar, su relación con la cultura popular, el humor, el drama, el color, la sordidez, también su evolución hacia lo elegante y lo simple. Él es capaz de combinar la aspereza y la ternura, el deseo y la desaparición de ese deseo. Texto e imagen como ráfagas de disparos. Arremeter, agujerear, emocionar.

Siempre me ha hipnotizado la relación de Almodóvar con la madre y la mujer como arquetipo. Creo que es lo que me interesa de su universo. Esta noche he visto Dolor y gloria por quinta vez (la daban en La 1) y me gustó aún más la secuencia de “no pongas esa cara de narrador” entre madre e hijo, una escena que ha dado para horas de conversación (y debate) con la escritora y editora María Fasce.

Los hombres de Pedro Almodóvar son, como en lo que a mí me gusta narrar, una fantasmagoría. No los juzga, pero son eso: una incomparecencia, una bruma.

"Almodóvar no narra, él excava"

Sus mujeres, aunque no se parezcan a las mías, tienen ese fogonazo que intento cuando escribo: tragicómicas, exageradas, hechas de piedra y madera, inmensas, simples y a la vez brillantes … Ellas hacen que te sientas minúscula mirándolas o escribiéndolas. Y él consigue eso de forma innata. Lo lleva dentro.

Quizá Almodóvar lleva toda su vida queriendo volver al pueblo. Yo no lo tengo tan claro, porque no soy manchega ni crecí en el franquismo, pero muchas de sus preguntas o perplejidades se parecen a las mías. Donde él pone un visillo de colores para espantar las moscas yo pienso en tinajeros, ahí donde pone una rosquilla o unas magdalenas, yo pienso en papelón y melcocha. En fin, que he visto por quinta vez Dolor y gloria y me he emocionado hasta los tuétanos. Almodóvar no narra, él excava.

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